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En la agenda de la excursión de los niños del colegio Fuente Salín, de Pesués, no estaba chocar la mano a Felipe VI. La Magdalena está muy bien para un paseo, pero la historia que podrán contar a sus padres cuando lleguen a casa va ... a otro nivel. Estaban de paseo y se toparon con la noticia y con un grupo de unas doscientas personas. «Viene el Rey». Pues vamos. Y a ellos les colocaron aparte, sentados en el suelo y en un punto privilegiado. El monarca llegó puntual, a las once, se bajó del vehículo oficial y empezó con la ronda de saludos. Primero, autoridades. Al pie de la escalinata para acceder al edificio. Luego, a los vecinos que se acercaron para verle de cerca. Colocados en fila. Y, por último, separados y en el mejor sitio, los críos. Saludo, pequeña charla y choque de manos con la chavalada. Una excursión inolvidable.
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Álvaro Machín José Ahumada
«Ha sido casualidad», comentaban las profesoras. No fueron los únicos. Algunos de los que se concentraron para el saludo eran paseantes por la península. De aquí o turistas. La rutina de un día cualquiera. No tenían ni idea. «Mira, también está Revilla», decía alguno mientras esperaba la llegada del coche oficial. Luego, ya con Felipe VI repartiendo apretones de manos, mucho móvil, mucha sonrisa y mucho grito de «¡Viva el Rey!». El monarca jugaba en casa con ese grupo entregado. Fue el primer momento de contacto con los ciudadanos, más allá de todo lo previsto por la organización del 'Global Youth Leadership Forum' y, después, del breve encuentro previsto con la presidenta del Parlamento europeo, Roberta Metsola.
Una visita real siempre da juego. Un Policía Nacional cada pocos metros por la península, despliegue de la seguridad de Casa Real, instrucciones muy concretas para todos los periodistas («por aquí, sí», «por aquí, no»...). Y anécdotas. Una joven que, aparentemente, recorría con calma los alrededores del palacio con un perro era en realidad miembro del equipo de seguridad. Ella y el animal eran los encargados de la habitual inspección de los equipos de los medios gráficos (fotógrafos, cámaras...). Rutina en estas visitas. El caso es que el perro se detuvo en una mochila unos segundos. «¿Qué hay ahí?», preguntaba la mujer. Alguien, entre la nube de reporteros, tuvo que aclarar que era un sandwich de jamón en su mochila. Un tentempié para una mañana larga.
Dentro, antes de la llegada de Felipe VI, mucho vete y ven. Día especial con el palacio lleno al nivel de los cursos de verano y los jóvenes líderes mundiales participantes en el foro (unos sí que son jóvenes, otros ya no tanto) vestidos para la ocasión. Corbatas y trajes bonitos. Para las 10.25, los pasillos estaban despejados. Los participantes en el foro, metidos en el Salón Bringas Riancho, y los periodistas, en el de baile. Sí, la prensa siguió las intervenciones en el acto desde otro salón por falta de sitio y a través de una pantalla. Así que los redactores (a los gráficos les dieron más carrete para poder tomar imágenes) vieron casi todo el tiempo a Felipe VI por la tele y junto al busto de la reina Victoria Eugenia que preside la estancia.
Miguel Ángel Revilla aprovechó su intervención en el foro de jóvenes líderes mundiales de La Magdalena para invitar a Felipe VI a los actos con motivo del próximo Año jubilar Lebaniego. «Voy a aprovechar para hacerle una invitación que seguro que no va a poder rechazar», dijo nada más empezar su intervención y antes de meterse de lleno (como hace habitualmente en los discursos) con la historia de Santo Toribio y su importancia.
La llegada a las once, los saludos con los ciudadanos y los curiosos, la historia de los críos de Pesués... Felipe VI, recibido con un aplauso en el salón (el periodista Miguel del Río, que hizo de maestro de ceremonias, se ocupó de recordarlo), habló tras Gema Igual, Jacobo Pombo, Miguel Ángel Revilla y Roberta Metsola. Un saludo en inglés y al lío. Lo siguiente en la apretada agenda era la foto de familia. En la parte opuesta del palacio por la que había entrado. Con la mejor estampa de un edificio que él conoce bien (se ha quedado a dormir, como siempre recordaba con detalles -pero con toda la discrección- la recordada Lola Sainz). Allí le esperaban las autoridades y los participantes en el foro. Bien pinados, en silencio y organizados en un momento para que cada cual ocupara su sitio. Con viento sur pronto quedó claro que no era una buena idea poner a un lado uno de esos carteles extensibles. Felipe salió por un lado, se acercó a su lugar y posó ante los medios. Y también ante la treintena de curiosos que se acercaron para verle.
«Queríamos ver el palacio por dentro, pero nos dijeron que hoy estaba el Rey y que no se podía entrar. Así que volveremos a intentarlo mañana, pero, ya que estábamos, no nos íbamos a ir sin sacarle una foto», comentaba un matrimonio.
-¿De dónde son?
-Somos de Vigo, donde las luces -la famosa iluminación navideña de la ciudad gallega-. Que, por cierto, ya están puestas hace dos semanas.
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