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«No faltan médicos. Médicos hay, otra cosa es que quieran (o puedan) incorporarse al sistema nacional de salud en las condiciones actuales de contratación». Sirva la reflexión de Javier Crespo, jefe de Digestivo de Valdecilla, que compagina la actividad asistencial con la docencia en ... la UC, como punto de partida para analizar cómo podrá Cantabria afrontar las mil jubilaciones médicas que irá sumando en los próximos diez años. No cabe duda de que la razón que hunde a la Atención Primaria, y que ya salpica a varias especialidades hospitalarias, es que se quedan sin recambio generacional por una manifiesta falta de previsión. Pero España es el segundo país del mundo en número de facultades de Medicina en función de su población. «Si en 2009 había 28, con un total de 6.245 plazas; en 2021 esa cifra se había elevado a 44 –sobre todo de la mano de iniciativas privadas–, aumentando las plazas ofertadas hasta 7.444, un 20% más», detalla ErnestoAnabitarte, vicerrector de Ordenación Académica de la Universidad de Cantabria.
A su juicio, «un problema nacional de estas dimensiones» –sin profesionales suficientes para cubrir el boom de jubilaciones, especialmente en los centros de salud– requiere de un análisis «exhaustivo», para «no correr el riesgo de equivocarnos» cuando se busca la solución en las facultades, «porque son múltiples los factores a tener en cuenta». Este será uno de los asuntos que abordará el próximo viernes en Santander el Comité Ejecutivo de la Sectorial de Docencia de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (Crue).
¿El actual déficit de personal médico se puede resolver aumentando aún más el cupo de las facultades? En la respuesta coinciden docentes y facultativos veteranos consultados por este periódico para ahondar en lo que ha llevado a la situación, y también quienes aún están en fase de formación. «No es un problema de número». Hablan de «un modelo sanitario agotado» (el de la Atención Primaria), de «cambios sociales» y de «los intereses» que guían a los jóvenes a la hora de elegir especialidad, «con una forma de ver la vida también diferente» a quienes les precedieron.
La carrera de Medicina, la más larga (mínimo son diez años si se añade el MIR, título indispensable para trabajar como especialista en la sanidad pública) y apta para aspirantes sesudos –la elevada nota de corte de acceso es el primer filtro–, implica tener buenas dosis de paciencia y serenidad para afrontar la lista de contratiempos y decisiones (propias y ajenas) que pueden condicionar el futuro hasta llegar a la estabilidad laboral. Lo cual pasa, si se opta por el empleo público, por un concurso-oposición (o varios, dependerá de la tasa de éxito) para ganar la propiedad de la plaza.
La lucha por la bata blanca comienza con los resultados de la EBAU (antigua Selectividad). Primera prueba de fuego. La nota determinará la entrada o no en una Facultad de Medicina. Y dada la competencia, lo habitual es que los aspirantes presenten sus preinscripciones en todas las que puedan para asegurar el hueco en alguna –también hay quien en este paso inicial, no tiene más remedio que cambiar de profesión–. La matriculación abre la movilidad entre comunidades. Como ejemplo, en los últimos años la procedencia de los alumnos de nuevo ingreso en la Facultad de Santander ha estado repartida al 50%, la mitad era de Cantabria y el resto, de otras autonomías. Las listas de espera acostumbran a ser las más llamativas sobre el resto de titulaciones precisamente por ese intento múltiple de entrar.
Después de ese desplazamiento de partida, una vez terminada la carrera, llega otro paso clave: el examen MIR, convocatoria única de ámbito estatal. De nuevo ahí la nota marcará el orden de elección del destino para realizar la formación especializada. Otro cruce de efectivos entre comunidades. En Cantabria la oferta del Ministerio de Sanidad es de 120 plazas, cifra en consonancia con el volumen de egresados, aunque eso no quiere decir que sean para ellos. De hecho, el futuro de las nuevas remesas de facultativos queda a expensas de los dígitos obtenidos en ese examen, de forma que pueden ser el billete directo al servicio de la especialidad soñada o, por el contrario, ir descendiendo escalones en la lista de prioridades, llegando incluso a darse el caso de quedarse en blanco. Y esa elección no va a depender sólo de los conocimientos que uno demuestre en la prueba sino también de las preferencias entre los compañeros que eligen por delante.
Este año, las favoritas (primeras en agotarse) fueron, por este orden, Dermatología médico-quirúrgica, Cirugía Plástica, Cardiología, Cirugía Oral y Maxilofacial y Anestesiología. Le siguieron Oftalmología, Traumatología y Ortopedia y Otorrinolaringología. Y a la cola, de las 45 especialidades disponibles, la Medicina Familiar y Comunitaria. Esa es una de las claves de la grave crisis que sacude a la Atención Primaria desde hace años y que se ha agravado en esta última etapa, fruto del aumento de las jubilaciones, la falta de sustitutos y el exceso de la demanda.
Hace tiempo que las nuevas generaciones de médicos no piensan en trabajar en un centro de salud. «Es cierto que es una especialidad muy castigada, que está saturada y a la que no se le da el reconocimiento que merece», admite el cántabro Jorge Bedia, que hace apenas seis meses empezó el MIR de Neurocirugía en Madrid. Tampoco la Medicina de Familia estaba en su lista de preferencias, pero «tengo compañeros que hubieran elegido las plazas que no se llegaron a cubrir de haber tenido esa opción», declara. Él también opina que «no faltan médicos, porque hay facultades de sobra, sino más plazas MIR, porque es ahí donde está el embudo».
En este sentido, el vicerrector de Ordenación Académica coincide en que es «una paradoja» que se queden puestos de formación desiertos (este año fueron 217, la mayoría de Medicina de Familia, siete en Cantabria) habiendo aspirantes que se volvieron a casa sin un puesto en el que empezar su residencia. Cuando el primer intento no sale bien, el dilema está en volver a dedicar un año completo para prepararse para una segunda oportunidad, con la competencia de las siguientes promociones de Medicina, o buscar otras salidas profesionales, ya sea en ámbitos privados o en otro país.
Según un informe reciente del Centro de Estudios del Sindicato Médico de Granada, «este año se quedaron 2.174 médicos admitidos en el MIR procedentes de nuestras universidades sin plaza adjudicada (31 de la Facultad de Cantabria), por no pasar el corte o por no pedir las plazas disponibles cuando les correspondía por su número de orden». Y a la vez, aporta otro dato de interés: «En 2021, un total de 2.504 médicos (27 de Cantabria) solicitaron a la Organización Médico Colegial la idoneidad para salir de España, la mayoría (73%) para trabajar con mejores contratos y mayor estabilidad».
El debate que está sobre la mesa es la conveniencia o no de aumentar los cupos de las facultades para resolver el déficit de profesionales que arrastra la sanidad pública. Anabitarte defiende que, antes de plantear ese escenario, hay que examinar el contexto y los efectos a largo plazo del incremento de plazas. «Lo que hagamos ahora se verá dentro de diez años, que es cuando estarán formados esos médicos», con lo cual «eso no solucionará el problema a corto plazo». Y advierte incluso del «riesgo» de generar uno nuevo a la vuelta de una década si no se hacen bien los cálculos y el resultado es un exceso de profesionales.
Pero hay más variables que no se pueden perder de vista. «Uno de los mayores problemas lo tenemos en Atención Primaria, pero aumentar el cupo en las facultades no quiere decir que se vayan a formar más médicos de familia y pediatras para los centros de salud, porque la especialidad es una decisión personal y ya hemos visto que ninguna de esas dos opciones está entre las más demandadas». Además, hay «otro inconveniente que no hay que pasar por alto, y es que la falta de médicos también llega al profesorado de las asignaturas básicas de los primeros cursos. Ya a día de hoy tenemos carencia. La mayoría de los médicos quiere ejercer la profesión, no dedicarse a la docencia y la investigación», señala el vicerrector. Eso hace que gran parte de la plantilla tenga una edad media alta, con jubilaciones a la vista que «nos va a costar cubrir».
«Aquí otro aspecto que nos ha perjudicado tiene que ver con los procesos de acreditación, excesivamente exigentes, que están ahora en fase de revisión. Pero aunque se facilite ese acceso, sus efectos se verán en cuatro o cinco años», añade. «Y luego hay que tener en cuenta también que en los últimos cursos, esos estudiantes tienen que hacer sus prácticas, «y los hospitales ya están a día de hoy muy apretados. Más estudiantes supone más prácticas, y la capacidad de los centros es limitada». Es por eso que ve acertada la solución planteada recientemente por los Ministerios de Sanidad e Inclusión y Seguridad Social de compatibilizar la jubilación de los médicos de Atención Primaria con una prolongación de su vida laboral. La medida, a la que podrían acogerse al menos 71 profesionales en Cantabria, busca retrasar la salida de los facultativos más veteranos, para dar tiempo a que llegue el relevo.
El informe del Sindicato Médico de Granada avanza que en los próximos diez años se jubilarán en España alrededor de 80.000 médicos (los activos de más de 55 años) y que de 2022 a 2026 podrán terminar su especialidad un máximo de 36.600 especialistas. En el caso concreto de Cantabria, detalla que al cierre de 2021 había 3.879 colegiados (85 más que el ejercicio anterior). «De ese conjunto, 687 están jubilados y un millar (1.096), que supone el 34%, tiene entre 55 y 64 años, es decir, se jubilarán a lo largo de la próxima década» –de ahí habría que descontar a los que se han despedido en 2022–.
Para ir reponiendo esas salidas, hasta 2026 se prevé que terminarán como máximo 572 MIR. Pero no todos los que acaban se quedan, unos porque intentan volver a sus ciudades de origen para establecerse –si todo va bien, terminan la formación en torno a los 30 años–, otros porque encuentran mejores condiciones laborales y retributivas, y otros porque en su especialidad puede que no haya hueco en la plantilla del SCS en ese momento. Y aunque por número fueran suficientes (a ese ritmo llegarían al millar en diez años), otra cosa es que la distribución por especialidades cuadre con las necesidades. De poco sirve disponer de una bolsa nutrida de dermatólogos o cirujanos, si se cuentan con los dedos los pediatras y los médicos de familia.
Anabitarte recuerda que «el Gobierno acaba de modificar el decreto de homologación de títulos universitarios extranjeros, y el 80% de los presentados son de médicos», otra medida que puede facilitar el refuerzo de las plantillas, «con un impacto más rápido». Lo que hay que procurar, insiste, es que en la búsqueda de soluciones a la situación actual no se genere otro problema a la vuelta de diez años: «Ojo, no vaya a ser que aumentemos los cupos y crezcamos de más».
Jorge Bedia - MIR de Neurocirugía
orge Bedia consiguió la segunda mejor nota en el último examen MIR, lo que le permitió elegir destino por delante de más de 12.000 aspirantes de toda España. «Tenía clara la especialidad, Neurocirugía, pero dudaba entre quedarme en Santander –era la primera opción– o irme a otra comunidad. Al final, como me fue muy bien en el examen, tuve la suerte de poder escoger y estoy haciendo la residencia en el Hospital de La Paz, en Madrid», donde lleva seis meses. «Hubiera estado encantado también en Valdecilla, porque el servicio también me gustaba, pero me incliné por un hospital más grande, con mucho volumen y más variedad de patologías», comenta este médico de Camargo, de 25 años. Sobre la problemática que arrastra la sanidad pública, con el déficit de profesionales, más acentuado en Atención Primaria, pero que salpica ya a otras especialidades hospitalarias, opina que «en España no se forman pocos médicos, sino que lo que faltan son plazas MIR, ahí es donde está el embudo, porque todos los años se queda gente sin plaza, y sin posibilidad de acceder a las que finalmente no se cubren. En esos casos, la mayoría se dedica a prepararse para repetir el examen al año siguiente o se va a otro país». Con cinco años por delante de formación especializada, aún es pronto para pensar en el futuro post MIR, pero Bedia no descarta «para nada» volver a Cantabria.
Raquel Pérez Barquín - MIR de Cardiología
Raquel Pérez Barquín fue la mejor de su promoción –Premio Fin de Carrera de 2018 de la Facultad de Medicina de la UC– y forma parte de la plantilla MIR de Cardiología de Valdecilla. «Inicialmente tuve la idea de marcharme, estuve mirando hospitales de Madrid, Vizcaya y Castilla y León en esos meses previos al examen, valorando los pros y los contras, tu vida personal, lo que te ofrecen los diferentes servicios...», entre otras cosas porque hay que tener alternativas por si la idea inicial falla. «En mi caso, casualmente el plan B se agotó antes que el A, y pude quedarme en Valdecilla, que era mi primera opción», dice esta médico santanderina. «Es un momento muy difícil porque, aparte de lo que tú quieras, tu destino puede depender de lo que quieran los demás que eligen antes. Está claro que hay factores en la ecuación que no puedes controlar y eso es lo que más ansiedad te genera». Después de cuatro años de residencia, la incertidumbre vuelve a asomar cuando le queda uno más para ese temido ¿y ahora qué? «La gente piensa que haces el MIR y ya está, pero eso está lejos de la realidad. Tu contrato acaba cuando acaba la residencia y, aunque me gustaría quedarme en Cantabria, lo veo bastante complicado, aunque en los últimos años ha habido más contrataciones». Cierto es que «en Cardiología no hay paro», pero otra cosa es que haya una vacante en Valdecilla justo cuando ella termine su formación. «Ojalá, pero no descarto hacer alguna especialización con becas».
Andrea Estébanez - Dermatología
Ser el mejor expediente de su promoción –recibió el Premio Fin de Carrera de 2015, con pleno de sobresalientes y matrículas de honor– y conseguir un «buen puesto» en el MIR (el 350 de más de 6.300 aspirantes) no fue suficiente para poder acceder al primer destino de su lista de preferencias, que era Dermatología en Madrid. Andrea Estébanez, burgalesa que se licenció en la Facultad de Santander, trabaja en la actualidad como dermatóloga en un hospital de Valencia. «Reconozco que al principio tuve muchas dudas tanto con la especialidad como con la ciudad, porque ambas cosas van a marcar tu futuro, ya que tiendes a quedarte donde te has formado», explica la joven. «Para mí, a la hora de elegir destino me parece fundamental una ciudad que te atraiga, en la que puedas construir tu vida, en la que te apetezca vivir y en la que te puedas formar bien en la especialidad que te interese. Me encanta Cantabria, pero no me planteé quedarme porque tenía la sensación de que se me quedaba pequeña». Después de las dudas iniciales, intentó acceder a una plaza MIR de Dermatología –una de las especialidades más disputadas– en la capital, «pero no me dio la nota. Por eso acabé en Valencia, y aunque al principio no estaba satisfecha del todo, ahora no lo cambiaría. Estoy muy contenta».
Ignacio Santiago Setién - MIR de Cardiología
El médico santanderino Ignacio Santiago Setién, que también puede presumir de ser el mejor de su promoción –en este caso la de 2017–, no tuvo que dar muchas vueltas a su elección del destino para el MIR. «Me fue bien en el examen, que a veces es una lotería, y no tuve dudas, pude escoger la que era mi primera opción: Cardiología en Valdecilla», a sabiendas de que es una de las especialidades con mayor tirón, de las que se agotan las plazas en las primeras tandas. «Tuve la suerte de poder quedarme en Santander y entrar como residente en un servicio que es potente y completo, con peso también en trasplantes», declara, pero en menos de seis meses concluirá su formación especializada. ¿Qué pasará después? «Claro que me gustaría acabar de estabilizarme aquí, Valdecilla es un buen hospital. Tengo compañeros que hicieron la residencia fuera y que están volviendo. Y Santander es una ciudad interesante para vivir», y más ahora que está a punto de estrenar paternidad –su mujer también es médico, futura especialista de Medicina Interna–. El tiempo dirá si, llegado el momento, se presenta la oferta laboral que haga posible su continuidad. A su favor, el SCS necesita cardiólogos, como quedó en evidencia este verano en Laredo, cuando el equipo de Valdecilla tuvo que desplazar a sus profesionales para atender las consultas del hospital comarcal.
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