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NACHO GONZÁLEZ UCELAY
Sábado, 28 de julio 2018, 07:38
La Guardia Civil tiene entre manos uno de esos casos que tanto gustan a sus investigadores por lo difícil de la explicación. Porque si ya va a ser difícil explicar de quien son y qué hacían allí los restos humanos encontrados en una casa ... particular de Alfoz de Lloredo, más va a serlo todavía explicar porqué el propietario de la finca decidió desprenderse de ellos arrojándolos a un contenedor como si fueran un lavavajillas.
Para averiguar lo primero «pasarán meses», dice la Guardia Civil, que el jueves desplazó una patrulla hasta el punto limpio ubicado en Santillana del Mar atendiendo así a una llamada efectuada por el empleado de una empresa de seguridad que acababa de encontrar allí una mandíbula y varios huesos de falanges humanas.
Personados en las instalaciones, y de acuerdo con su propio atestado, los agentes efectuaron una inspección ocular de los restos óseos y comunicaron el hallazgo al médico forense de guardia, quien confirmó que eran humanos y, además, «de mucha antigüedad».
Por sus propias investigaciones, la patrulla supo luego que los huesos los había depositado allí un joven que por lo visto acaba de comprarse una vivienda en el barrio de Villalón, en la localidad de Oreña (Alfoz de Lloredo).
«Haciendo limpieza», dice el atestado, el nuevo dueño de la finca decidió depositar los enseres extraídos en el punto limpio de Santillana del Mar, donde, además de objetos que a él no le eran de utilidad, también arrojó los restos humanos y, con ellos, tres lápidas metálicas también recuperadas.
«Son de las que antiguamente se colocaban en las tumbas», describen los agentes, que, por esta razón, piensan que los restos podrían pertenecer «a algún antepasado de los anteriores propietarios de la casa», a los que poca o ninguna gracia les va a hacer enterarse de que sus ancestros han dado con sus huesos en un contenedor.
Claro que esta es sólo una hipótesis. Una suposición. Una teoría. Porque si bien es cierto que la antigüedad de los restos óseos hallados no hace pensar en otra cosa distinta, la Guardia Civil no descarta nada. Nunca lo hace.
Para curarse en salud, los investigadores han solicitado la realización de una prueba de ADN de los restos, no sea que, en una de estas, se lleven una sorpresa cuando introduzcan el resultado en la base de datos de personas desaparecidas.
«Pasarán meses» hasta que se sepan los resultados de ese examen, advierten fuentes de la Benemérita, que rescatan del pasado reciente el hallazgo de los restos humanos encontrados en el pantano del Ebro y el largo tiempo de espera que discurrió antes de que las pruebas realizadas descartaran que fueran los de las dos niñas desaparecidas en Aguilar de Campoo.
Ala espera de que hable el ADN, el caso descansará en el despacho de la juez titular del Juzgado de Instrucción Número 2 de Torrelavega, que ya está al corriente de las diligencias practicadas por los agentes, y correrá de boca en boca por Villalón, por Oreña, y por Alfoz de Lloredo, donde ayer por la tarde se hacían varias preguntas.
La primera, y la más importante, de quién serán los huesos hallados, porque ni el alcalde ni el párroco descartan tampoco la posibilidad de que en la finca adquirida por su nuevo vecino hubiera en tiempos pasados un cementerio, lo cual plantearía un serio problema al actual propietario de la casa, que, dependiendo de la edad de ese enterramiento, podría verse obligado a paralizar la obra que está efectuando.
Y la segunda, esta menos trascendental, por qué al chico no se le ocurrió mejor idea que arrojar a un contenedor los restos humanos encontrados durante la limpia de su casa, a no ser, claro, que lo hiciera sin conocimiento de causa, es decir, que no supiera lo que estaba tirando, lo cual le eximiría de cualquier responsabilidad y le libraría también de toda sospecha.
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