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La muela tiene el tamaño de un garbanzo, pero con una de las cuatro raíces intactas; quién diría que esa pieza tiene entre 60.000 y 70.000 años, porque se ve como el resultado de una extracción. Y de alguna manera, es lo ... que ha sido, una extracción, pero de la tierra, del sedimento acumulado en el vestíbulo de la cueva del Monte Castillo, donde durante más de 100.000 años habitaron nuestros antepasados. Desvelar quiénes eran esos moradores, cómo vivían, qué cazaban, en qué forma de sociedad convivían es la motivación de cada excavación que desde principios del siglo XX, con Obermaier a la cabeza, hasta la actualidad, se realizan en Puente Viesgo. La última de esas investigaciones ha arrojado más luz con el hallazgo de esa muela, extraída de la tierra misma el pasado mes de septiembre.
«Encontrar restos humanos es un elemento capital para una excavación, porque te pone delante de los protagonistas que generaron y habitaron este yacimiento», explica el director de la excavación, el prehistoriador José Manuel Maíllo. «En Monte Castillo tenemos la suerte de contar con las excavaciones de Victoria Cabrera y Federico Bernaldo de Quiros, que entre 1980 y 2004 encontraron dos piezas dentales de neandertales, un pedazo de falange de una mano y la cabeza de un fémur». Ahora, casi veinte años después del último hallazgo, la 'montaña sagrada' vuelve a arrojar vestigios: «No hay ninguna duda de que es una muela de ser humano, los neandertales adultos tienen unas características morfológicas que lo separan de los humanos modernos, y los especialistas han sido taxativos en este caso: esto es neandertal». ¿Qué supone para Puente Viesgo haber encontrado este resto humano? «Vamos a intentar hacer un análisis para conocer la biografía de ese neandertal o esa neandertal; saber quiénes vivieron en la cornisa cantábrica y cómo vivían son dudas que se desvelan con los restos», insiste Maíllo. La pregunta se enmarca en el reciente descubrimiento de dos nuevas cavidades (Coterío I y II, con pinturas una y restos arqueológicos la otra), en las que, una vez resueltos los pertinentes permisos, el propio Maíllo accederá para analizar el yacimiento: «Lo raro es que sólo se hayan encontrado dos cuevas», dice: «Esta montaña ha estado habitada durante miles de años y aún debemos descubrir por qué».
La pieza dentaria estaba en el sector 20E del yacimiento del Castillo, un espacio de unos tres metros cuadrados donde todo lo que asoma entre el barro y la piedra es un osario de restos arqueológicos. «No es porque forme parte del equipo de investigación de esta cueva desde 2009, pero El Castillo es uno de los yacimientos más flipantes que conozco en cuanto a la riqueza de materiales y a su importancia», dice el director de la excavación, que prepara ya el artículo para enviar a una revista científica especializada.
«Lo principal ahora es obtener la máxima información posible». Para ello, dice Maíllo, se hará un escáner, «como una tomografía de muy alta resolución», y sobre esa imagen trabajarán los especialistas de universidades de Francia y Alemania. «Pediremos extraer muestras de ADN, algo que tienen que valorar tanto el Mupac y Roberto Ontañón como conservador, y la Consejería de Cultura». La campaña ha estado financiada con 11.000 euros por la Dirección General de Patrimonio, que «recupera la financiación a estas campañas casi diez años después», el Ayuntamiento de Puente Viesgo, «y el Hotel La Terraza, que nos hace buen precio», dice sonriendo el investigador. Con él, figura en el equipo el codirector de la excavación, Juan Marín (Iphes); el geólogo David Martín (Museo de Ciencias Naturales); la 'palinóloga' (experta en polen) María José Iriarte (UPV); especialistas de datación de la Universidad de Adelaida, en Australia (ausentes por covid), y la restauradora Raquel Asiain (Complutense), que fue quien encontró la pieza. «Hay más gente que estudia las materiales, las herramientas, las huellas de uso, y los estudiantes».
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