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Usted entiende que mi frecuente uso de palabras ‘raras’, o arcaísmos recobrados o neologismos recién horneados, obedece a una lucha constante para readaptar el lenguaje ... al mundo real. Un lenguaje suele evolucionar hacia atrás y hacia delante, por así decir: rescatando expresiones desusadas y creando otras nuevas. Yo cuento con que usted tiene cerca un diccionario o, a través de su pantalla amiga, el portal de la Real Academia. En todo caso, cuento con su sentido del humor, que sirve tanto para celebrar la vida como para rebelarse contra ella. El sentido del humor hace, como decimos en mi pueblo, ‘a chon y a burra’. Hoy quiero dar especial sentido a la palabra ‘corregidor’.
Ha iniciado ese total Corregidor que llaman oficialmente Consejero (pero que es verdaderamente un corregidor-corrector) una encuesta para ver qué opina el personal acerca de los singulares calendarios escolares de Cantabria, la región que, como no puede crear riqueza ni trabajo, al menos crea vacaciones.
Sería muy interesante preguntar también en la encuesta por qué a los 16 años tantos jóvenes salen de las obligatorias aulas sin hablar inglés; con un dominio menos que precario de las matemáticas; con una capacidad de expresión oral y escrita inferior al kung! que chasquean los bosquimanos del Kalahari (gente realmente cultivada y seria que sabe sobrevivir en un entorno rigurosísimo); adolescentes con un conocimiento de los animales y plantas del entorno muy por debajo del de cualquier pájaro o perro del barrio; que ni dibujan bien ni tocan bien ningún instrumento musical, en su gran mayoría, ni saben trabajar la arcilla, ni bailar un tango. A un porcentaje excesivo de jóvenes, todo lo que han aprendido desde Infantil hasta 4º de ESO los ha cualificado para ser… un sujeto no-cualificado; alguien que no sabe hacer nada si no se pone a aprender otra cosa, o si no lo ha aprendido por su cuenta y cartera en las innumerables clases particulares de idiomas, danza, pintura, música: talleres de reparación de las averías del sistema.
Sería muy interesante además preguntar por qué hay empujones para ponerse a la cola de la matrícula en muchos centros concertados, cosa que no sucede tanto en los públicos. ¿Están equivocados los usuarios? ¿Y cuando son los propios trabajadores de la pública los que eligen la concertada para sus hijos? Recuerdo que un destacadísimo prócer político de la educación progresista enviaba a su prole a un renombrado colegio religioso de Santander. ¿No merecería la pena ampliar la encuesta para conocer criterios, valoración y opiniones, a la hora de plantear una mejora radical de la enseñanza?
Los sindicatos son aquí de poca ayuda. Se parecen mucho al general yanqui McClellan en la guerra civil estadounidense, que siempre le pedía a Lincoln más y más soldados, pero nunca eran suficientes para atacar a los confederados en Virginia y terminar la contienda. También en este caso siempre parece que el problema es de más soldados, más dinero, más pertrechos. Sin embargo, una educación mal planteada no es mejor si la practica más gente o con más recursos. Al contrario: la solución se torna mucho más difícil. Pero el sindicato está para defender al trabajador y eso lo hace muy bien: no está para defender al estudiante, y mucho menos a sus progenitores, gente sospechosa de aparcar a sus hijos impunemente en garajes educativos; se olvida que es el Gobierno quien los fuerza a ello entre los 6 y los 16 años de la criatura, convirtiendo el derecho del joven (a ser educado) en el derecho del Gobierno (a obligarlo a educarse como el Gobierno diga).
La izquierda ha querido diseñar una educación tan laxa que el desajuste entre sociedad e individuo es terrible para quienes se quedan solo con el título de ESO, y las universidades sobreviven a costa de poner el listón cada vez más bajo (con excepciones muy contadas, como Medicina). La derecha quiere corregirlo volviendo nostálgicamente a un reglamentismo que ya no puede funcionar en una sociedad compleja y acelerada como la nuestra. Ni la comuna hippie, ni la Academia de Infantería. Casi todos los pedagogos van coincidiendo, en España y fuera: se necesita formar un ciudadano flexible, adaptativo, con capacidad para aprender y experimentar, con ganas de emprender e innovar, alguien creativo, que pueda conectar con otras culturas y sepa cómo hallar fácilmente los contenidos que necesita en cada momento para su reflexión.
Y eso sencillamente quiere decir que la estructura de los temarios y los modos de comunicación actuales tienen que ser conducidos al MUPAC (en cuanto lo construya el Corregidor, allá para dentro de cinco años con un poco de suerte), pues son ya arqueología, anacronismo, pura inercia. Muchos profesores lo saben, puesto que son ellos los primeros en sufrir el aburrimiento, la irritación o el boicot de no pocos de sus desmotivados estudiantes, que resisten como pueden abusos de poder tales como aprenderse los afluentes del Tajo por la izquierda y la derecha, versión moderna de la lista de los reyes godos. El profesor individual, solo contra el sistema, al final se encoge de hombros y dice para sí: «Problema del Corregidor» o «Problema de los padres». En su sueldo no se incluye la función revolucionaria ni la tutoría subversiva ni tampoco disfrazarse de antidisturbios o de asistente social. Se hace lo que buenamente se pueda, y mañana será otro día más cerca de la jubilación.
Es un escándalo que las principales polémicas educativas se refieran a la religión, la lengua vernácula, las vacaciones o la memoria histórica. ¿Alguien cree en la religión de la enseñanza, además de la del adoctrinamiento? ¿Alguien cree en el tiempo escolar más que en el no escolar o ‘extraescolar’, adjetivo que crudamente lo resume todo, incluso la segregación social? ¿Alguien cree en el conocimiento histórico más que en su propia ensoñación ideológica?
Todo esto es un gran problema colectivo, como vemos en el subempleo masivo de generaciones enteras de cántabros: los pobremente formados, porque no encuentran nada sólido; los más estudiados, porque tienen que aceptar empleos que no requerían tantos reyes godos.
No estaría, pues, contraindicado que el Corregidor ampliara la encuesta para recibir la sincera confesión de las víctimas: docentes, discentes y ‘pagantes’. ¡Lo de menos iban a ser las vacaciones! Con esto ya no necesito entrar a Yedra para expresar mi preocupación. Si hay algo que hace siempre el poder es leer el periódico. El gobernante casi puede describirse como un lector del periódico de hoy que pretende escribir el periódico de mañana.
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Ana del Castillo
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