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La enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) mata a uno de cada cuatro animales infectados en Cantabria: según los datos más recientes sobre el avance de este mal, desde la aparición del brote, el pasado mes de septiembre, se han infectado 4.726 vacas y han ... muerto 1.314, lo que se traduce en un porcentaje del 27,8%.
A falta de una vacuna, los ganaderos luchan contra la enfermedad administrando antibióticos y antiinflamatorios a los animales, un tratamiento al que cada uno responde de distinta manera y que no garantiza la curación. La esperanza de los profesionales del sector y de los miembros del Gobierno de Cantabria es que la estación fría llegue cuanto antes, eliminando así la presencia del mosquito responsable de la transmisión de la EHE. En el mapa de municipios afectados que maneja la Consejería de Ganadería aparecen coloreadas de rojo las zonas centro y oriental, mientras que el área occidental continúa limpia, a excepción de Lamasón, que se acaba de sumar a la lista de ayuntamientos con casos.
Según explicó el consejero de Ganadería, la expansión de la enfermedad es «lenta» y responde a lo esperado. Pablo Palencia, que ayer visitó una explotación en Llanos de Navajeda, en Entrambasaguas, lamentó que aunque «la afección es pequeña» no deja de suponer «un golpe tremendo para el sector». Como indicó, el número de cabezas de vacuno en las comarcas en que la enfermedad ha hecho acto de presencia es de casi 250.000, con lo que el porcentaje acumulado de animales enfermos es el 1,96% y el de muertos es el 0,55%.
El consejero insistió en la necesidad de extremar las precauciones para frenar los contagios -«recomendamos el aplazamiento de las ferias y concentraciones ganaderas al invierno, que es cuando menos riesgo hay»-, a la espera de que los mosquitos desaparezcan: «Apenas nos queda un mes y pico de convivencia con este maldito vector, y esperemos que venga el invierno para que nos deje respirar a todos y podamos recuperarnos».
Hasta entonces, señaló, el Ejecutivo autonómico seguirá a apoyando a los ganaderos. «Estamos trabajando intensamente para poner en marcha una batería de medidas, como son las ayudas económicas y las tramitaciones de la PAC, que las estamos agilizando para que antes de diciembre los ganaderos puedan cubrir esos huecos económicos que están sufriendo, para poder continuar con su actividad».
Destacó que Cantabria ha sido una comunidad pionera en establecer ayudas para las explotaciones afectadas por la EHE, unas medidas que en estos momentos se encuentran en «tramitación jurídica» pero que se prevé que estén listas en cuestión de días, momento a partir del cual los ganaderos podrán cursar sus solicitudes. Estas ayudas -que tendrán carácter retroactivo- se abonarán tanto por vaca muerta -empleando el mismo baremo que para los animales víctimas del lobo- como por el tratamiento veterinario, que se cubrirá en un porcentaje a determinar. «Tratamos de compensar el daño en la medida de lo posible, aunque nunca se consiga: una ganadería no se hace de la noche a la mañana ni con la compra de un rebaño: es una genética que se tarda muchos años en hacer. De este modo intentamos compensar por el fallecimiento de los animales, que es el golpe económico más fuerte para el ganadero. Es una situación dura para los ganaderos y el sector primario, que se les suma a todos los problemas que están sufriendo durante los últimos tiempos», reflexionó Palencia.
Jesús Ángel Fernández Cobo es el propietario de la ganadería Los Llanos, que ayer visitó el máximo responsable regional de Ganadería para mostrarle su apoyo tanto a él como al resto de perjudicados por la enfermedad. El balance del brote en su explotación ha sido terrible: desde el 7 de septiembre que enfermó su primer animal hasta ahora ha sufrido un centenar de contagios, con el resultado de ocho vacas muertas -«y alguna más que va a morir»- y otras 25 con secuelas -«unos animales se van a recuperar, pero otros no»-. Ahora mismo tiene una vaca agonizante y un toro que, después de un mes malo, empieza a dar muestras de una moderada mejoría. «Llevaba nueve días sin levantarse, y ahora ha empezado a hacerlo. Le he estado alimentando en el suelo... va comiendo más o menos... y ahí está. Tiene problemas en las patas».
Fernández Cobo, al frente de una explotación con noventa limusinas y cuarenta frisonas y con décadas de experiencia en el manejo de los animales, dice que nunca ha visto algo así. «Tiene síntomas parecidos a la lengua azul, pero es una enfermedad mucho más agresiva. La lengua azul se vacunó en su día y fue la solución, pero ahora, de momento, no hay una vacuna que pueda emplearse contra esto». A falta de ella, a los animales se les inyectan antibióticos y antiinflamatorios.
«Empiezan con mocos, babean, en algunos casos se les traban las patas, pero sobre todo, lo que más me ha afectado a mí, es que les salen muchas heridas en la boca: tienen muchas úlceras, no comen y hay que alimentarlas por la boca. Hay que curarlas, pero se ponen muy mal porque les duele».
Esa atención supone multiplicar el trabajo diario en la granja. «He llegado a tener que curar a cincuenta vacas juntas, y nos llevaba medio día hacer eso: he estado levantándome a las seis de la mañana y me daban las dos y las tres de la madrugada en la cuadra, sin parar y encima de mal humor todo el día. He tenido a toda mi familia echando una mano, y hasta he metido a dos chavales una semana entera por la tarde para ayudarme. Incluso unos tíos míos, de más de 70 años, y mis padres, que ya están jubilados y viven aquí al lado».
«Yo lo llevo mal, económicamente y psicológicamente: ver animales en los que me he gastado dinero, en los que he echado los ahorros de mi vida, y ver que te quedas sin ellos... es duro verlo. Los ganaderos vamos mal, porque ya veníamos mal de atrás y esto va a afectar muchísimo. Si esto sigue así, en primavera muchos vamos a tener que cerrar porque es económicamente inaguantable».
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