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F ue el antropólogo Claude Lévi-Strauss (1908-2009) quien, en su libro 'Tristes trópicos', usó 'entropologie' para subrayar que, a pesar de los esfuerzos humanos por ordenar las sociedades históricas por medio de la cultura, la tendencia cósmica a la dispersión y al ... desorden, es decir, la entropía, finalmente prevalecerá. Así, el etnólogo estudia sociedades que sucumbirán sin remisión al desorden, y el actual no es sino el signo de lo que vendrá. La antropología, estudio del orden humano, es en realidad parte de la entropología, estudio del desorden.
Nuestro estado autonómico, las Cantabrias, Galicias, Extremaduras y Valencias, procede de un gran movimiento secular de entropía política que se manifestó claramente en el siglo XVII, hasta el punto de que cabe leer el 'Quijote' en clave geopolítica, como la confesión del imposible sueño de caballería andante universal que era la monarquía católica hispánica, destinada a ser manteada por la historia. Se desprendió Portugal y a punto estuvo Cataluña. Otras grandes potencias firmaban tratados para repartirse las posesiones de Carlos II de Austria. Pero entonces este decidió que era mejor para España ser protegida por Versalles que destrozada por Versalles. La Guerra de Sucesión fue la forma terrible de cumplir esa voluntad convergente del Rey Sol francés y del Rey Hechizado español. España importó la centralización estatal estilo Luis XIV, excepto para los fieles de primera hora, vascos y navarros, que aún hoy disfrutan haber sido de bando vencedor borbónico. Felipe V aplicará las leyes de Castilla a Cataluña como castigo a lo que mañana conmemora la Diada: la resistencia numantina después de
Utrecht, cuando los catalanes que querían ser súbditos de un rey Habsburgo ya no tenían nada que hacer. ('Y lo sabéis', les hubiese dicho Julio Iglesias de haber estado de gira por Barcelona en 1714). La centralización avanzó durante el siglo XVIII, el de la Provincia de Cantabria, y se consolidó tanto con la dominación bonapartista de 1808-1814 como en el posterior estado, absolutista o liberal. Es este quien traza, con Javier de Burgos, lo sustancial de las actuales provincias. Pero este orden liberal no fue bastante para suprimir la entropía. Lo prueban los sentimientos carlistas, la eclosión del catalanismo, las doctrinas federales y hasta el cantonalismo de la Primera República. La Restauración fue una solución 'de orden', como se decía entonces, para estabilizar una España caótica. Pero es al medio siglo de Restauración cuando escribe Ortega su 'España invertebrada', aviso de que la entropía sigue trabajando a jornada completa. Una entropía que, en un momento italianizante, Alfonso XIII quiso represar con la espada de Primo de Rivera, pero que volvió con ávida impaciencia después de 1930, hasta destruir la nación. Nuestra Constitución, a punto de cumplir 40 años, trató de formular un orden autonómico como punto de equilibrio entre personalidades regionales y funcionalidad de país.
Pero de continuo nos sorprende y disgusta la entropía: la solemne frivolidad de proclamar la independencia desde la Generalitat; el afán vasco de 'Nuevo Estatus'; el foralismo del boletín oficial de Aragón. La especulación entrópica ya está lanzada, y para Cantabria representa la inestabilidad de su situación autonómica, que depende de lo que ocurra con otras e incluso lo que le pase a España en general. Puede que se necesiten antropólogos para explicar por qué hay diferencias regionales, pero desde luego se necesitan 'entropólogos' para explicar por qué el desorden tiene en ellas tanto ascendiente. Ahora mismo, la ciencia más necesaria de la España autonómica es la Entropología.
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