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Leyendas de Cantabria ·
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Leyendas de Cantabria ·
Un humanoide de tres metros surgió de la calle Bien Aparecida en una madrugada de julio de 1976Verano de 1976. Santander. Un grupo de cántabros prepara con mimo un congreso internacional sobre el fenómeno ovni. 16 de julio de 1976. Escalante. Dos personas se preparan para ir al trabajo en Femsa, en Treto. Fecha indeterminada. Algún lugar del espacio exterior. Una forma de vida, tal vez basada en el carbono, se enfunda el traje espacial.
El congreso va a ser un éxito. Ni sus organizadores se imaginan cuánto. O eso o contrataron el mejor spot de la historia. Asisten expertos de todas partes. De todas partes. El 16 de julio se observa a un humanoide de tres metros de alto flotando sobre Escalante; una figura luminiscente tan pronto apareció como se desvaneció, quizá para preparar bien su ponencia a pocos kilómetros de distancia. Al final nadie le vio por el simposio, pero sí por el camino.
Esta vez el asunto no va de alguien que conoce a alguien a quien le han dicho algo. Esta vez los testigos son seres humano plenamente funcionales, con DNI y testimonio documentado. Otro asunto es los que vieran o no. Que fueran objeto de una broma. Que ellos hicieron la broma. Pero mucha gente se lo tomó en serio. Como muestra, El País del 18 de julio: «Una persona de 28 años de edad, vecina de la localidad santanderina –sic– de Escalante, afirma, en unas declaraciones al diario Alerta de Santander, haber visto a un gigante extraterrestre cuando se dirigía a las cinco y media de la madrugada a su trabajo. 'Fue algo impresionante –ha declarado Margarita–. Se trataba de un gigante de más de tres metros y medio que se movía con dificultad y llevaba en la cabeza algo parecido a un disco plateado'. La visita del extraterrestre ha coincidido con la inauguración en Santander del primer Simposio sobre el fenómeno del ovni».
Aún de madrugada, Miguel Ruiz había quedado en la Plaza Mayor con su compañera Margarita Samperio para llevarla a su trabajo en Femsa, una fábrica de dinamos y motores de arranque que aún sigue abierta en Treto, aunque con otro nombre y propietario. Nada del otro mundo; el viaje de rutina entre dos compañeros. Pero cuando Miguel iba a abrir el coche Margarita vio cómo una extraña figura luminiscente, espigada y ataviada con una túnica oscura y una especie de casco salía de una bocacalle para avanzar flotando en el aire y desvanecerse poco después por la carretera general en dirección a Noja. Algo así como el señor Burns cuando recibe su tratamiento de rejuvenecimiento, pero con ojos pequeños, claros y brillantes, como un caminante blanco de Poniente.
Hasta aquí un avistamiento más. Una pareidolia, un invento, una sugestión. Un avistamiento, quién sabe. Unos testigos que no querían un circo a su alrededor; conscientes de las posibles burlas . Pero con el paso del tiempo apareció otro testigo, o al menos así lo aseguran algunas fuentes: el exalcalde Ventura Lusares, al que se refiere entre otros un clásico de los misterios de Cantabria, Fran Renedo Carrandi.
Mucho antes que él, el Centro Investigador de Objetos Volantes Extraterrestres ya habló con los testigos, que contaron en su revista, Vimana, el aspecto de la figura: «Su parte superior –la del ser– rozaba las primeras ventanas de una de las casas mencionadas. 'Cuando íbamos a subir al coche nos fijamos en esa monstruosidad de fenómeno que se movía torpemente. Nos quedamos perplejos. Yo concretamente me agarré a la manecilla del coche y no supe reaccionar. Durante unos segundos pude verlo de perfil. Se encontraba casi frente a la casa de Ramón Ruiz en lo que es la carretera de Noja a Castillo, pero en la mitad del pueblo esquina a la calle General Mola –una calle que, bravo por el nomenclator, ahora se llama de la Bien Aparecida–. En su pecho, el ser tenía una especie de zona blanquecina, brillante, idéntica a la de las piernas. Sus movimientos eran pausados, daba la impresión de una farola muy rígida que se moviera a cámara lenta, como los astronautas en la Luna», decían los dos testigos.
El caso es que el humanoide, al que calculan que tuvieron a entre 50 y 70 metros, ni siquiera se molestó en saludarles. Siguió avanzando con sus pasos de dos metros casi maquinales y se alejó sin prestarles ninguna atención, como si estuviera perdido o se hubiera alertado por el ruido, pero al comprobar que se trataba solo de dos humanos hubiera pasado de largo. Miguel y Margarita montaron al coche y aceleraron hacia la fábrica.
Hasta aquí el relato o la leyenda del humanoide de Escalante. Claro, que como siempre en estos casos, las fuentes son vagas, imprecisas y a veces contradictorias. Unas dicen que el coche era un Seat 1.500. Otras, que un 850.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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