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Jesús Edesa, de Talleres Hermanos Edesa, posa este viernes en su negocio. Juanjo Santamaría
El esfuerzo de volver a levantarse

El esfuerzo de volver a levantarse

Inundaciones ·

Muchos de los vecinos afectados por las riadas de noviembre todavía están pendientes del cobro del seguro y conviven con el miedo a que pueda ocurrir de nuevo

Laura Fonquernie

Santander

Lunes, 10 de enero 2022, 07:11

Después de un golpe toca recomponerse. Un camino en el que, a veces, flaquean las fuerzas. «De ánimos no estamos muy bien», reconoce Jesús Edesa, responsable de Talleres Hermanos Edesa, en Marrón (Ampuero). Su negocio fue uno de los afectados por las riadas que a finales de noviembre inundaron parte de Cantabria. «Si estuviera solucionado pues empiezas de nuevo y ya está porque no te queda más remedio», añade. El entrecomillado no se refiere a los daños materiales que han sufrido, sino a convivir con el miedo de que vuelva a ocurrir algo similar y que recuperarse hoy se quede de nuevo en papel mojado en unos años. «Arrancas y cuando estás más o menos estable, te viene otra...». Otra inundación sí que sería el batacazo final tras la del 2015. La sensación es que los golpes les llegan como si nada cada cinco años, con lo que eso significa a nivel de pérdidas y nuevas inversiones. «Supone una cantidad de pérdidas exagerada. Tengo máquinas compradas tras la anterior riada y me habría jubilado con ellas porque duran una vida», explica el mecánico. Pero ahora están estropeadas y hay que reemplazarlas.

¿Y el dinero del seguro? Siguen pendientes. Por allí han pasado los peritos mientras ellos se han encargado de presentar toda la documentación solicitada. Un papeleo que también dificulta el acceso a las ayudas. «Nos piden facturas, presupuestos y se las hemos ido pasando. Estamos a expensas de que nos digan algo más», resume Edesa. En lo que llega el dinero del consorcio, se dedicaron a limpiar el taller para retomar la actividad. Volvieron a estar operativos hace unas semanas, tras un mes de duro trabajo para intentar ponerse en marcha cuanto antes. De momento no están al 100%. Las paredes siguen mojadas porque encima en esta época del año «no seca igual que en verano» y en el interior conviven con una «humedad exagerada». La situación aún es delicada, pero no les queda más remedio que seguir adelante.

Pati Domenech en el interior de La Teatrería de Ábrego, pendiente de reconstruir. Juanjo Santamaría

«Vamos tirando, no queda otra», coincide José Ignacio Artabe, vecino de la urbanización Virgen Niña, ubicada en la misma localidad de Ampuero. En su caso también está pendiente de recibir noticias por parte del seguro, mientras tanto él avanza consciente de que «en unos años igual llega otra», comenta con resignación. Casi asumiendo que ocurrirá. El día de las inundaciones intentaron salvar todo lo que pudieron. En las casas ganaron tiempo gracias a un vecino que salía a trabajar «y nos avisó de la crecida», cuenta. Porque esta vez «subió rapidísimo». Lo primero que se llevaron fueron los coches. De ahí José Ignacio fue directo al garaje para intentar salvar las cosas de valor. Pasadas las inundaciones tardó varios días en limpiar la estancia. «Hay que buscarse la vida como uno puede. Te pones a ello y lo haces con paciencia», explica. Y cuando llegue el verano aprovechará la temporada para pintar el garaje.

La Teatrería de Ábrego, en Oruña de Piélagos, justo después de la crecida del río Pas, en noviembre del 2021 Juanjo Santamaría

Mantener el ánimo

Las sensaciones, los daños sufridos y la relación con el consorcio varían de un municipio a otro. Cada uno de los afectados tiene su propia historia y ha vivido este mes como ha podido. «Estamos bien porque queremos estar bien. Tenemos esa voluntad. Queremos ser positivos y mantener el tipo», comenta Pati Domenech, de la Teatrería Ábrego, en Oruña de Piélagos, que se inundó tras la crecida del río Pas. Además de intentar mantener el ánimo, están «en la pelea para intentar obtener una mínima reparación» por parte del seguro. Comparte la situación con la mayoría de vecinos. Un tema «peliagudo» porque dependen de las valoraciones y muchas veces «es una cobertura que tiende a la baja», señala. Así que, entre unas cosas y otras lo que debería ser, precisamente, «una ayuda», termina por convertirse en un «calvario» para quienes las solicitan.

Uno responsable de Talleres Hermanos Edesa, ubicado en Marrón (Ampuero) limpia el barro tras las inundaciones Daniel Pedriza

No obstante, toda historia tiene un lado positivo y para Pati ha sido la «respuesta favorable» de instituciones locales y regionales y, sobre todo, «del público». «Nos hemos sentido muy apoyados por compañeros de profesión de toda España y del mundo», reconoce el creador de la compañía Ábrego con amigos repartidos por muchos países. Un apoyo «fundamental» que les «da mucha satisfacción». Hay ganas y voluntad de que el teatro siga funcionando aunque el camino sea lento. ¿En qué situación se encuentra actualmente? «En este momento está totalmente vacío, desmantelado y terminando de secarse las paredes para empezar a reconstruir», explica Domenech que insiste en que están «animosos».

Antonio Portilla, gerente del bar El Varuko, en el barrio La Ventilla de Vioño, cuenta que ellos tardaron quince días en retomar la rutina del bar. Ellos están «bastante bien» porque ya se han arreglado con el seguro «y hemos cobrado», explica. Unos plazos que «no confiaba» iban a cumplirse tan rápido. Una ayuda que, «dentro de lo malo te ayuda a echar a andar» aunque todavía no hayan recuperado al 100% la actividad. Están pendientes las tareas de carpintería para arreglar las paredes. Quizá en verano.

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