El microbiólogo toledano (Carriches, 1946) que trabajó en Nueva York con Severo Ochoa y presidió el CSIC, uno de los máximos expertos en pandemias, recuerda con cariño su etapa de rector de la UIMP: «Una experiencia de universidad total». El actual director del área de Biomedicina de IMF, que presidió la Sociedad Española de Microbiología, reclama con ardor guerrero un comité de expertos activos, cuyo epicentro debe situarse en el CSIC, y critica la gestión del Gobierno.
-En estas semanas se ha pasado de quienes se jactaban de augurar la pandemia a quienes reiteran lo insólito de la situación. ¿Realmente sabemos a lo que nos enfrentamos?
-La humanidad ha tenido que afrontar muchas pandemias a lo largo de la historia. Algunas, como la gripe de 1918 (mal llamada gripe española), dejaron 50 millones de muertos. Relatos distópicos han trazado escenarios como el que vivimos. Pero esta pandemia nos sorprende cuando la globalización es un hecho, cuando la economía de todo el mundo está tan interrelacionada, también con los afanes de entender todo muy rápido gracias a la ciencia. Nuestro potencial, en el que tanto creíamos, deja más patente la vulnerabilidad del ser humano.
«Hay mucho que investigar aún para entender cómo nos podemos proteger vacunando»
-¿Ahora ya se puede decir de manera categórica que en España con el coronavirus no se tomaron las medidas adecuadas?
-Desde luego. En el foco inicial en China se pretendió al principio pensar que era más controlable, la OMS fue remisa en declarar pandemia y poco clara en la recomendaciones iniciales. Después, cada país ha hecho lo que estimaba oportuno, la heterogeneidad en la respuesta europea es un ejemplo clamoroso de fracaso de la UE. En este sálvese el que pueda unos lo han hecho mucho mejor que otros, a la vista están los resultados de cada cual. Los de España, muy malos como es obvio.
-Usted en febrero ya apuntaba una idea con insistencia: «Que no se infecte el pánico. La clave es contener». ¿Ha primado la desinformación y las reacciones tardías?
-El pánico no arregla nada, había que plantear los mejores planes para contener, para controlar los contagios. La aplicación de diagnósticos y cuarentenas a los primeros casos que tuvimos funcionó muy bien. Pero, lejos de aplicar las medidas necesarias hace mes y medio, se relajó todo, permitiendo y fomentando movilizaciones de carácter ideológico o actos de masas deportivos o políticos. El querer llegar al '8 de Marzo' sin restricciones, el que el portavoz técnico del Gobierno afirmara que no veía riesgo en asistir a grandes concentraciones es algo muy grave. Algunos análisis rigurosos ya lo documentan.
-¿Por qué esta vez no se ha controlado la situación en meses como sucedió en 2003?
-El SARS de 2002-2003 tenía una virulencia notable, pero fue menos contagioso, se pudo controlar mejor. Con la llegada de la estación cálida desapareció, con lo que se abandonaron esfuerzos que estaban en marcha para su tratamiento y prevención vacunal. Ahora nos vendría bien que se hubieran materializado. Pero ahora no cabe imaginar que se produzca la extinción, está demasiado extendido.
-¿La vacuna es el mantra, la 'solución final'? ¿Cuánto tiempo será necesario?
-El esfuerzo actual contra este virus es enorme, media docena de prototipos de vacuna ya en estudio. Se reconoce la necesidad de acelerar plazos, se aceptan pruebas en humanos directamente para analizar seguridad y eficacia. Pero, no olvidemos, el virus emerge hace cuatro meses, hay mucho que investigar para entender cómo nos podemos proteger vacunando. Y hará falta tiempo, cuando haya vacuna, para producirla en gran escala. El plazo de 12-18 meses, parece razonable.
«Se sabían cosas, pero el altísimo grado de contagio de este coronavirus no deja de sorprender»
-¿Al margen de su virulencia, se podría esperar un fenómeno tan radical como este nuevo virus?
-Como otros con ARN, los coronavirus mutan con notable frecuencia, la variabilidad se está generando continuamente, de ahí que a partir del reservorio del murciélago que tantos coronavirus alberga se generen nuevas estirpes que dan el salto de especies y pueden llegar a la especie humana. Son las leyes de la naturaleza. Se sabía por el anterior SARS y el MERS que en mercados en los que se comercia con animales vivos, incluso se les sacrifica, se facilita ese salto de especies. Dicho esto el altísimo grado de contagio de éste no deja de sorprender.
-Viene reclamando la constitución de un comité científico. ¿A qué achaca que no se haya creado ya una herramienta que se antoja imprescindible?
-El Gobierno habla todo el tiempo de recomendaciones de los expertos. Sin embargo, hasta muy tarde no se creó un comité para asesorar sobre la cuestión. Sus dictámenes y recomendaciones no se han publicado, incluso uno de sus integrantes declaró disconformidad con algunas medidas tomadas por las autoridades. Yo sigo convencido de que el CSIC, por su naturaleza y capacidad de convocar a todos los ámbitos, debería organizar comités de expertos, que actúen con independencia, que publiquen sus análisis y recomendaciones y que el Gobierno haga lo que estime oportuno valorando esos análisis.
-¿Diría que se ha primado a veces la gestión del 'ya veremos', que se ha contemporizado?
-Como he comentado sobre los inicios está claro que se ha perdido en España un tiempo fundamental para contener la propagación y para hacer acopio de los recursos que precisa la atención de los infectados por el virus.
-¿Como científico, cómo explica a los profanos la violencia patógena de este virus, y qué será necesario hasta la vacuna?
-Rastreando en su genoma se encuentran regiones que pueden explicar cómo se enfrentan con la célula humana, como se multiplica... Por ejemplo, la proteína S, la que forma esas proyecciones que le dan aspecto de corona, es la punta de lanza por la que el virus penetra. Se sabe que encuentra otra proteína en nuestras células, la llamada ACE2, que el virus reconoce para entrar en las células humanas y multiplicarse. La evolución del virus ha modificado alguna zona de proteína S. Ahí está una de las claves de su virulencia, como también puede estar la clave para inducir protección mediante una vacuna. Hay otros detalles en los que rastrear para entender más del virus y sus tremendos efectos. El esfuerzo está en marcha. Las bases de datos ya albergan el genoma concreto de más de 9.000 estirpes del virus, de las encontradas en todo el mundo.
-Llega pronto el verano. Se ha hablado del calor como punto débil del coronavirus. ¿Es un aliado o es otra especulación más?
-Ojalá no se quede en especulación. La elevación de temperatura puede atenuar algo; provocar la extinción del virus como pasó con el SARS no hay nada que lo indique.
«Puede atenuar algo, pero no hay nada que indique que pueda provocarse la extinción del virus»
-¿Es mucho decir que de contar con más medios y recursos, esto no hubiera sucedido?
-Que nuestro esfuerzo investigador en España debería ser mucho más es una petición común de todos los científicos, entre los que me encuentro. Eso, de haber sido así, no hubiera evitado la llegada de la pandemia, claro está. Con más ciencia se maneja mejor, con más desarrollo tecnológico por parte de nuestras empresas tendríamos menos dificultades para acceder a un mercado de productos sanitarios que actualmente se complica. Hasta en el país que más fomenta la investigación, EE UU, su presidente ha urgido a los científicos. La respuesta fue obvia: acuérdese de esto cuando programe los presupuestos para Ciencia.
-¿Se muestra optimista?
-Mi propuesta de salir de la mano de la Ciencia sigue vigente. Se avanza en tratamientos, se mejoran los diagnósticos, esperamos vacuna. Mientras tanto hemos de seguir viviendo el doloroso recuento de fallecidos y enfermos graves, lo que ya se nos hace en España demasiado largo.
-¿De esta experiencia surgirá un mayor acercamiento humanista de la sociedad a la ciencia?
-Siempre hemos necesitado ese diálogo y ese acercamiento, la ciencia nos puede humanizar. Esta pandemia ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad y la fragilidad del ser humano. Cómo interiorice esa experiencia cada cual depende de muchas cosas.
«Se necesita un plan claro de vuelta, ya, y el Gobierno debe organizarlo bien porque no hay riesgo cero»
–Son ya 20.000 los muertos. ¿Un científico como usted cree que en el ADN de la naturaleza hay una corrección natural que ha generado la pandemia?
–Insisto en que la naturaleza tiene sus leyes, nuestro propio origen biológico también se explica desde esa perspectiva evolutiva, yo así lo entiendo. Algunos científicos deducen de aquí que, un mundo basado en el cambio y la selección azarosa, es un mundo sin propósito, en el que la vida del ser humano no encuentra sentido, sino en el sometimiento a un determinismo en el que el azar opera de forma casi metafísica. No es mi caso, como científico también entiendo que la visión de la ciencia no es incompatible con profundizar en el misterio de por qué esas leyes rodean nuestra existencia; la Ciencia con mayúsculas nos explica el cómo es la naturaleza, encontrar respuestas desde el porqué y el para qué se puede plantear desde otros ámbitos. Está claro que la palabra catástrofe es algo que puede ser natural. También creo que nuestra inteligencia para influir en la naturaleza debe dar para evitar que los virus patógenos salten hasta nuestra especie.
–Sobre la cuarentena, ¿es posible congeniar los tiempos de la sanidad con los de la Administración?
–Tenemos que hacer el esfuerzo de compaginar la vuelta a la actividad con la máxima protección frente al virus. Como no hay riesgo cero, será necesario que los Gobiernos lo organicen bien. Necesitamos un plan claro de vuelta, ya.
–Ensayos clínicos, prototipos de vacunas... ¿caben otras posibilidades?
–Más de trescientos ensayos clínicos en marcha, estoy seguro que aportarán mejores tratamientos. Y habrá en breve mejores test diagnósticos.
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