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Jueves, 10 de octubre. El reloj está a punto de marcar la medianoche. Calma absoluta en la playa de los Locos, en Suances. Roberto Peña disfruta de una noche de pesca junto a su primo cuando, de repente, ve con asombro cómo el cielo comienza a colorearse de rojo: «Había barcos y pensamos que era el reflejo de los focos, pero poco a poco la luz se acercaba, como si estuviera amaneciendo, y entonces lo entendimos: se estaba formando la aurora boreal. Fue una auténtica locura, nos quedamos atontados, un regalo», cuenta este vecino de Corrales de Buelna con emoción al tiempo que muestra la fotografía que logró capturar desde el arenal por puro azar. «Nunca había visto algo así, fue de casualidad y tuvimos el privilegio de disfrutarlo durante más de una hora», cuenta este cántabro, uno de los muchos afortunados que se deleitó con el juego de color y movimiento en el cielo.
Y sí, las sospechas de Roberto eran ciertas. Lo que brilló y tiñó de color violeta, magenta y rojo el cielo durante la madrugada del jueves al viernes eran auroras boreales. Rosa Domínguez, astrofísica del grupo de galaxias del Instituto de Física de Cantabria (IFCA), pone la nota científica a este espectáculo para la vista: «El sol está en un periodo de mucha actividad y las partículas que emite cargadas de energía, que normalmente entran en contacto con el campo magnético de la Tierra por los polos, lo hacen con más fuerza empujadas por el viento solar hasta latitudes mucho más bajas, así que vemos las auroras en lugares en los que no es tan habitual, como Cantabria», matiza al tiempo que aclara que lo que cántabros pudieron ver ayer en el cielo no es otra cosa que la atmósfera alta (magnetosfera) teñida de colores; el resultado de millones de átomos excitados emitiendo pequeños destellos de luz.
Lo habitual es observar las auroras boreales en zonas cercanas a los polos, donde el campo magnético de la Tierra es más débil, como en Islandia, uno de los lugares predilectos para disfrutar de este espectáculo astronómico. Según explica Domínguez, el sol está ahora mismo en el pico de actividad energética de su ciclo, que se repite cada 11 años, un momento ideal para observar las auroras en latitudes más bajas, especialmente en aquellas alejadas de los centros de las ciudades para evitar la contaminación lumínica: «Es como una campana de Gauss, el sol va aumentando su actividad, llega a su pico de energía y después vuelve a descender, así cada década». Y estos meses está justo en ese pico. De hecho, este año ya se pudieron ver auroras boreales desde Cantabria en mayo.
Las imágenes que ilustran esta información son de Rebeca Díaz, una fotógrafa de Torrelavega que este jueves se vio sobresaltada por las alarmas de su móvil sobre la posibilidad de ver los destellos desde Cantabria: «Me llegaron a la aplicación avisos de que ya se podían ver en la zona de Burgos, me quité el pijama, me levanté de la cama y llegué a justo tiempo, no me podía perder este espectáculo de contraste con el paisaje de la Arnía de fondo».
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