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Es como una norma no escrita. Algo que, no por bueno, se da por hecho. Por sabido. «La empresa que depende de la administración pública ya sabe que tiene un mes antes y dos meses después de unas elecciones un parón. Tres meses en total. ... El empresario tiene que contar con ello y ser previsor», resume Enrique Conde, presidente de CEOE-Cepyme Cantabria. La campaña, las elecciones, la conformación de los gobiernos... «Y luego, que estén operativos, que entre una cosa y otra, ya no será casi hasta septiembre». Todo eso deja en el aire firmas de papeles, decisiones, renovación de contratos, agilización de proyectos que no estaban cerrados, de trámites. «A ver si arranca todo otra vez, que está parado», se quejaba esta semana un empresario de maquinaria industrial en una conversación de café. No es que la economía se detenga. Pero unas elecciones ralentizan numerosas actividades. Porque las administraciones, muchas veces, son un cliente básico y porque la burocracia de casi todo pasa por ellas. Y ahora –aunque unas nacionales afectan mucho menos que las autonómicas y municipales– viene otra cita electoral.
Maxi Sainz, desde la Asociación de Constructores y Promotores de Cantabria, explica cómo afecta esta etapa a su sector de una forma sencilla. «La construcción tiene hoy en día, básicamente, tres grandes problemas. El alza de los precios, la falta de personal y la burocracia, la burocratización de las obras. Esto último es algo infernal y, en estos tiempos, más brutal todavía. Unas elecciones impactan de lleno en el terreno de la burocracia». No es, deja claro, un problema de licitación –«no está mal el nivel de licitación actual»–. Son los trámites. La ralentización y los papeles que se amontonan encima de alguna mesa.
«Las empresas que dependen de las administraciones ya cuentan con que tienen tres meses de parón cada vez que hay elecciones»
«La burocratización de las obras es algo infernal y, ahora, más todavía. Unas elecciones impactan de lleno en el terreno de la burocracia»
«Hasta que no sepas quién es el próximo concejal de Cultura en un ayuntamiento no sabes a quién tienes que presentar tu propuesta»
«Los contratos menores, que surgen de las necesidades que se van presentando, se paran porque nadie asume esa responsabilidad»
También Rocío Álvarez sabe de qué va este asunto. Aparejadora de profesión –por ese lado confirma lo que dicen los constructores porque está en su día a día ahora mismo–, es la responsable de Media Luna Producciones, de artes escénicas, y fue presidenta de la Plataforma de Empresas Culturales de Cantabria (Pecca). De cara al verano, ya en marcha, «lo que está contratado y presupuestado, lo normal es que se mantenga, que se respete». Fiestas, actuaciones, actividades... «Contratado», especifica. Porque si algo no estaba cerrado sí que puede correr riesgo. Aunque ella pone, sobre todo, el foco en el siguiente paso. Talleres, programaciones, cursos, ciclos... Actividades y proyectos que se toca cerrar de cara al próximo otoño. «Hasta que no sepas quién es el próximo concejal de Cultura en un ayuntamiento no sabes a quién tienes que presentar tu propuesta», explica. Así que esas programaciones –poner en marcha las nuevas o renovar las que se venían haciendo– permanecen a la espera.
«Lo que ya estaba adjudicado no tiene retroceso. Con eso no hay problema. Lo que está publicado sigue, igualmente, su procedimiento. Pero las adjudicaciones sí que se ralentizan. Y los contratos menores, esos que surgen de las necesidades que se van presentando, salvo cuestiones muy urgentes, se paran porque no hay nadie que asuma esa responsabilidad. Nadie los pone en marcha», apunta Tomás Turienzo, de la Asociación Regional de Empresas de Limpieza de Edificios y Locales. Pasa en su sector y «de forma genérica».
Además, este 'parón' tiene un efecto rebote. Esa adjudicación que se ralentiza tiene consecuencias. «Si la administración no me da trabajo, yo tampoco contrato, yo tampoco compro», explica. Y pone un ejemplo que deja claro el alcance de esa cadena. «Imagina que estoy pendiente de seis o siete contratos de limpieza que se van a adjudicar y se ralentizan. Si yo tengo que comprar diez aspiradoras para cumplir con esa tarea, ahora mismo tampoco voy a comprarlas. Por lo que la tienda que me las vende, que no trabaja directamente para una administración, también se ve afectada». Todo va enlazado.
Transportes, mantenimientos, asuntos vinculados a actividades de ocio, cultura, deportes, uso de maquinaria... «Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que los contratos con las administraciones no siempre corresponden al año natural. Pueden acabar en junio, en septiembre... Al final afecta a los asuntos que no dependen directamente de un funcionario (que, obviamente, siguen trabajando). Lo que tiene que ver no sólo con consejeros o concejales (que también), sino con directores generales, cargos intermedios... Incluso en administraciones que no cambian de color político, porque cambia la gente que ocupa algunos cargos y sí que afecta», apunta Enrique Conde. «Si hay un contrato que estaba pendiente, se ralentiza. Y si hay una actividad que no estaba cerrada, se para. Se nota en el día a día, es algo con lo que se cuenta (aunque dos o tres meses antes de las elecciones nosotros ya pedimos que no influyera en el día a día de la calle), que pasa siempre y que, tal vez por eso, no tenemos cuantificado», reflexiona el presidente de los empresarios cántabros, que confirma que ese efecto es mucho mayor con las autonómicas y las municipales que con las nacionales, ya en marcha. «Afectan mucho más las nuestras. A nivel nacional, las empresas tractoras de la región, las más grandes, también pueden tener alguna afección, pero es algo puntual, más concreto».
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