Mariluz Fernández
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Mariluz Fernández
A largo de una trayectoria profesional de casi cincuenta años, Mariluz Fernández, presidenta del Colegio Oficial de Enfermeras y Enfermeros de Cantabria, se ha acostumbrado a escuchar promesas que no terminan de hacerse realidad. Su hastío ante la falta de respuestas a una serie de ... reivindicaciones históricas, básicas y lógicas es compartido por toda la profesión, como quedó claro en la multitudinaria manifestación que hace unas semanas tomó las calles de Santander. Conseguir que la Administración adecúe su categoría profesional a su nivel de estudios, el desarrollo de las especialidades de enfermería y la lucha contra el intrusismo son algunas de las cuestiones que siguen sobre la mesa esperando una solución.
–¿Cómo están los ánimos entre los profesionales de enfermería?
–La gente está realmente muy cansada, muy agotada. Las enfermeras llevamos largo tiempo con la sensación de que pedimos continuamente cosas que nunca llegan. Hay cantidad de promesas, y eso lo digo con una trayectoria de casi cincuenta años de experiencia; te dan muchas palmaditas en la espalda y nos dicen que somos muy majas y que todo el mundo nos quiere, pero lo que hay que tener claro es que somos profesionales de Ciencias de la Salud que hemos hecho un esfuerzo académico importante, y eso tiene que traducirse en lo que corresponde, ni más ni menos. Hasta Bolonia, había diplomaturas y licenciaturas, pero después se igualaron las titulaciones, todo grados. Entonces, si todo son grados, ¿qué es eso del nivel A1 y A2? Todos saltamos al nivel superior y, en todo caso, no nos corresponde el A2. Pero seguimos así desde 2008. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar? A mí no me vale que digan que soy muy maja: yo lo que quiero que digan de mí es que soy una profesional al máximo nivel, como los demás con una formación universitaria, que intervengo con conocimiento científico y que tomo decisiones, y eso debe tener una connotación de la categoría que corresponde. Pero, ¿qué oyes? Que no hay dinero. Y parece que siempre falta dinero para los mismos.
–Da la impresión de que con los médicos no sucede lo mismo.
–Yo no quiero entrar en eso; sí me gustaría dejar claro que para reivindicar el lugar que nos corresponde no es necesario hablar de ninguna otra profesión. Cada uno tiene que luchar por lo que le compete, y siempre con un respeto absoluto a todos los profesionales con los que uno trabaja en el entorno de la Sanidad.
–¿Cómo está la negociación para adherirse al Pacto por la Sanidad?
–Estamos trabajando en un segundo documento que nos envió el consejero, porque las cosas a veces requieren reflexión y requieren pensar, porque es algo serio que compromete. Tiene que quedar claro que una cosa es lo que negocian los sindicatos, y yo de temas económicos no voy a hablar. Por lo que, desde luego, voy a pelear es por cosas como la categoría profesional, el ver que realmente se trabaja en adjudicar los puestos correspondientes a las especialidades enfermeras, y el tema del intrusismo también es muy importante: cuando uno contrata a una enfermera o enfermero tiene que saber que va con su certificado colegial, porque eso es importante. Es una seguridad para quien lo contrata y una seguridad para el usuario. Espero que antes de acabe julio podamos mandarle lo que nosotros estamos trabajando.
–¿Es sólo cuestión de dinero?
–No, y tiene que quedar muy claro. Una cosa es que yo sea una enfermera, que me encante mi profesión y sienta esa vocación, y otra es que tenga que recibir lo que me corresponde. En el momento en que a uno le ponen en la categoría profesional que le corresponde, el incremento salarial va unido. Pero nuestra reivindicación es por la categoría profesional.
–¿Qué falta en la propuesta de la Consejería de Salud?
–Hace un año, antes de las elecciones, nos reunimos con todos los grupos políticos, y a todos les dijimos exactamente lo mismo: les hablamos del A1, del tema de las especialidades, de la enfermería escolar, que nos parece importantísimo, y también insistimos en la situación de los profesionales que no trabajan directamente para el Servicio Cántabro de Salud. Por poner un ejemplo, si yo trabajo durante diez años en una residencia geriátrica y decido cambiar e ir a trabajar al Servicio Cántabro de Salud, no se reconoce mi experiencia profesional, es cero, y eso es una discriminación. Nosotros seguimos trabajando en ese documento, pero no quiero comentar nada de él antes de que se lo remitamos al consejero.
–Pues parece que los políticos han recibido el mensaje: el Parlamento va a pedir al Congreso que se actualice su categoría profesional.
–Son pasos que se dan. Ya sabemos que el reconocimiento de la categoría es un tema que la Comunidad no puede decidir y dártelo, pero sí es una forma de apoyar. De alguna manera, estamos todos empujando.
–El reconocimiento de su categoría les permitirá acceder a los puestos de gestión, que permanecían cerrados para ustedes. ¿Se imagina a una enfermera al frente de Valdecilla?
–Yo lo que espero es no morirme sin ver a una enfermera al frente del Ministerio de Sanidad de este país, aunque no sea más que porque históricamente ya nos toca. Hay profesionales entre los enfermeros altamente cualificados en gestión y con una buena formación. Un doctor es alguien que hace una tesis doctoral, ¿no? Pues hay una pila de enfermeras ya en nuestra Comunidad, incluso expertas en gestión, con máster. Si la gente viera los curriculums de muchos enfermeros se sorprendería probablemente. Yo, por ejemplo, soy historiadora, y soy máster y tal, pero hay mucha gente que, además, tiene un máster, una especialidad, incluso otra carrera. Y entonces, estar en la situación en la que estamos: no puedo estar en puestos de gestión porque no soy A1. ¿Cómo que no puedo? ¿Por qué no podemos dirigir las enfermeras? ¿Cuál es el problema? O sea, que puede dirigir un filósofo pero no puede dirigir una enfermera. Eso no tiene mucho sentido, ¿no?
–Se oye hablar mucho de la falta de médicos. ¿Hay suficientes enfermeros?
–Me voy a remitir a un estudio que hizo el Consejo General hace un año, según el que se calcula que faltan unas novecientas enfermeras para poder dar el nivel de cuidados adecuado a la población cántabra. Todo esto es consecuencia de una tasa de reposición insuficiente; en estos años, después de la pandemia, se ha registrado el mayor volumen de jubilaciones que hemos tenido hasta ahora. Ha habido mucha gente que llevaba trabajando los años correspondientes, y que ha cogido la pandemia con una pila de años trabajados; tienen 62 o 63, han visto que se podían jubilar y la pandemia ha sido el agotamiento final.
–La falta de profesionales es crítica durante el verano, y se habla del cierre de consultorios, aunque no tanto de algunos que permanecen abiertos y con una enfermera al frente.
–Eso demuestra que las enfermeras tiran en los sitios. Parece que, cuando interesa, somos estupendas, pero es que seguimos siendo las mismas y no hemos cambiado. Si valemos para unas cosas es porque tenemos la capacitación y la formación para poder hacer estas cuestiones, porque nosotros no vamos a hacer nunca nada que no nos competa, no pretendemos hacer de médicos.
–A propósito de estar al frente de los consultorios, recuerdo la polémica por su autorización para prescribir medicamentos.
–El tema de la prescripción enfermera está ya aprobado y ya se está llevando a cabo; además de la formación en la carrera hay además una formación específica que ya se está haciendo y se está dando la formación a los enfermeros sobre el tipo de casos en los que podemos prescribir. Nosotros no vamos a prescribir nunca nada que no nos competa, nada que no esté en el marco de una legislación aprobada. Tienes que tener un certificado de prescriptor, que es lo que se está trabajando ahora desde la formación y desde el Servicio Cántabro.
–Hablaba de la situación de las enfermeras en las residencias geriátricas...
–Es un tema que me tiene altamente enfadada, que me preocupa mucho porque es algo que conozco de primera mano. No es que tengas que llenar las residencias de enfermeras, pero su presencia es fundamental para dirigir estos centros y para hacer ciertas cosas. No es lo mismo que las residencias cuenten o no con enfermeras, pero una de las cuestiones que más tira para atrás a la hora de trabajar en ellas es que no se reconozca el tiempo que se trabaja allí. También es muy importante la figura de la enfermera escolar: está demostrado en todo el mundo que hay unos efectos fantásticos cuando se cuenta con enfermeras en los centros educativos, y no hace falta que haya una por cada centro. Pero la cuestión de siempre es que no hay dinero.
–¿Por qué se tienen que reconocer las especialidades?
–Si yo me he presentado a un EIR (Enfermero Interno Residente), que es una oposición nacional, y en función de eso he elegido una de las especialidades que hay en enfermería, me he formado para eso, ¿no? Como residente, he hecho el examen, he estado dos años formándome, lo lógico será que luego yo ejerza como especialista. Si soy especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, ¿dónde tengo que estar? O si lo soy de Infantil, de Geriatría... Porque yo me he formado en esa especialidad y, además de lo que me han formado específicamente en la carrera, he hecho dos años más para tener esa especialidad, y lo lógico es que se reconozca a todos los niveles. No se trata solamente de la unidad docente, que haya esa especialidad, sino que luego los puestos de trabajo correspondientes se vayan ocupando poco a poco por esos especialistas, a los cuales habrá que remunerar según les corresponda, porque no pueden cobrar como un generalista, ¿no? Todo eso tiene que ir regladamente, y tiene que ocurrir en algún momento, porque si no se trata de una formación y un dinero que se tira a la basura.
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