
Ver fotos
Un espía en el cielo con vistas a mar y tierra
En vuelo ·
La Guardia Civil trae al Seve uno de sus CN-235, un avión de vigilancia capaz también de detectar incendios y pirómanosSecciones
Servicios
Destacamos
Ver fotos
En vuelo ·
La Guardia Civil trae al Seve uno de sus CN-235, un avión de vigilancia capaz también de detectar incendios y pirómanosAlfredo Toledo y David Gutiérrez se abrochan los cinturones de seguridad con sus asientos orientados hacia la cabina. Hora de despegue. Pero, al poco de estar en el aire, los dos operadores giran su butaca noventa grados y se sitúan ante un panel de pantallas y mandos a su derecha presidido por un cartel en el que puede leerse 'Cuco 501'. Los dos guardias civiles ponen entonces en marcha el radar y la cámara. El cerebro. Los ojos desde el cielo. Esa es su misión. «Localizar, detectar e identificar», una de las opciones más importantes que aporta el CN-235, el avión de la Benemérita que ayer se posó en el Seve Ballesteros. Es uno de los dos que tiene el Cuerpo. «Versatilidad» y «rápida respuesta», explica el capitán Vicente García, a los mandos junto a Adolfo Gómez. Para la vigilancia marítima, para el transporte urgente de material o de efectivos y hasta para sorprender -lo hicieron en una ocasión- a una célula terrorista en Mauritania, en el Sahel. Hasta para ayudar con los incendios. Una cámara infrarroja puede detectar con antelación un punto caliente. Incluso, si hay una mano culpable detrás de las llamas, seguir sus movimientos a gran distancia y avisar a los equipos de tierra para echarle el guante.
Turbohélice, con casi diez horas de autonomía de vuelo y, salvo circunstancias extremas, capaz de despegar en todas las condiciones. Posado en la pista, a la vista de alguien que no entienda de estas cosas, de formas redondeadas, con el radar negro en la panza y con una rampa trasera desplegable para lanzar -ya lo han hecho- lanchas salvavidas en pleno vuelo.
La clave de su utilidad es que vuela más alto y sin dar tanto el cante en comparación con los helicópteros -si hay alguien que hace lo que no debe, no detecta que le han pillado-. Desde arriba, posee un campo de visión amplísimo. Y, además, tiene un espacio interior muy bien aprovechado. En poco tiempo el avión se configura para lo que haga falta. Con más o menos asientos (o sin ellos), adaptado para carga pesada, para salvamento... Se adaptó, incluso, para un traslado médico de vida o muerte entre Mallorca y Barcelona. Una evacuación y un trasplante que acabó bien. «Muy versátil, polivalente», comenta el coronel jefe de la Guardia Civil en Cantabria, Antonio Orantos, uno de los pasajeros del vuelo de ayer. El aparato tiene base en Torrejón, pero esta semana duerme en Santiago y estos días se ha centrado en actuaciones por toda la cornisa.
Orantos estuvo acompañado en el vuelo de ayer por otros dos mandos de la Benemérita y también por la delegada del Gobierno, Ainoa Quiñones, y los consejeros Paula Fernández y Guillermo Blanco. Con ellos, dos pilotos, dos operadores de radar y dos mecánicos. El capitán Vicente -de Reinosa- tiró para casa y tras una incursión marítima (Suances, San Vicente...) llegó hasta la altura de Alto Campoo.
«Despegamos. Buen vuelo a todos». A las 13.08 horas. A bordo hay mucho más ruido y traqueteo que en un avión comercial. «¿Quieren tapones?». Hay dos puntos de observación directa. Dos ventanas abovedadas en la parte trasera que permiten adelantar la cabeza para mirar abajo y que pueden abrirse en vuelo para tomar fotos sin reflejos. Luego, esa zona de control específica con los dos operadores. El radar es útil, sobre todo, en vigilancia marítima (lo que más hacen). En la costa española -«podemos estar en hora y media en cualquier punto»-, en misiones de la UE (Grecia o Italia, sobre todo) o en áreas como Mauritania o Senegal para controlar en origen a las mafias de la inmigracón ilegal. «Cuántas vacas», se sorprende el agente que controla la cámara al volar por encima de prados y montes. Son puntos blancos en la cámara infrarroja (hay otra de televisión y una con una lente con más aumentos). Con todo eso probaban ayer su capacidad para ser útiles en caso de incendio. Para ver, para avisar, para anticiparse al tomar decisiones y hasta para seguir los pasos de un pirómano.
«Con velocidad y altura tengo segura la dentadura», bromea el piloto a 300 por hora por encima de Brañavieja. La vista desde la cabina, impresionante.
Las 14.08 h. Vuelta a tierra.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
Sócrates Sánchez y Clara Privé (Diseño) | Santander
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.