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Pedro Crespo de Lara (Cabezón de la Sal, 1935) es de esas personas que almacenan en su memoria conocimientos casi infinitos. Gran erudito, fue considerado como el abogado de la libertad de prensa durante la Transición. También se licenció en Periodismo. Fue de la primera ... promoción de España. Considera que el aprendizaje debe de ser continuo: «Yo he sido estudiante durante toda mi vida». Fue fundador de la Asociación de Editores de Diarios Españoles y vicepresidente del World Press Freedom Committee durante cuatro mandatos. Recuerda lo ilusionante, pero también dura, que fue la Transición. Por ello, cuando ahora oye quejas por la condición de los becarios apunta que en su época «era todo un privilegio y no cobrábamos, aunque fuera una miseria, como les ocurre a muchos actualmente».
-El artículo 20 de la Constitución (el derecho a la información) sigue tan vigente como cuando la defendía durante la Transición?
-Absolutamente. Y gracias a dicho artículo, y al tino con que ha sido interpretado, España pasó de la censura a gozar de un grado de libertad nunca conocido antes y comparable al que tienen los países campeones de la libertad de prensa.
-Usted diferencia entre la libertad de expresión y la de la información. ¿Pero en nombre de ambas no cree que últimamente se están diciendo barbaridades por todo el mundo?
-La libertad de expresión aplicada a los medios informativos viene llamándose libertad de información, pero es la misma libertad. Y, ciertamente, se dicen muchas barbaridades, pero, ¿cuándo no, en régimen de libertad?
-«La mejor ley de prensa es ninguna», es una cita suya. ¿Lo sigue defendiendo, a pesar de los múltiples medios de comunicación que están surgiendo por internet, que muchas veces no transmiten una información veraz, pero que se da por buena?
-Sigo defendiéndolo; lo que no quiere decir que la libertad de prensa no tenga límites sino que sus excesos serán corregidos o sancionados conforme a las leyes generales. Lo expresa bien la primera enmienda a la Constitución de los EE UU al prohibir cualquier restricción a la libertad de prensa. Cada vez que se ha intentado crear una ley especial para la prensa se la ha mutilado.
-¿Cómo ponemos orden jurídico en un mundo virtual como es internet?
-Sólo podrá regularse eficazmente este gran asunto desde instancias internacionales, con normas que obliguen universalmente. Esto indica la dificultad de la cuestión.
-¿Siente nostalgia del periodismo con el que se inició usted?
-Yo empecé en el diario Informaciones en 1968, es decir, sometido a la ley de prensa e imprenta del 1966, la cual proclamaba la libertad de prensa y dedicaba los restantes artículos a hacerla imposible. Fueron años apasionantes, en los se luchaba cada día bajo la amenaza de graves sanciones, incluso del cierre del periódico (caso del vespertino Madrid) para ir ganando parcelas de libertad. Claro que tengo nostalgia de aquel tiempo, a pesar de lo insoportable de la dictadura, en el que me entregué en cuerpo y alma al oficio más hermoso del mundo, que decía García Márquez, y viví aventuras sin cuento entre magníficos periodistas con vocación sin los cuales no se concibe la Transición.
-Dio clases en la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense durante varios años. ¿Cómo describiría la evolución de los alumnos?
-Igual que cuando yo era estudiante, los había buenos y malos. Tuve algunos excelentes que me llenan de satisfacción cuando los veo en la televisión o leo sus trabajos.
-¿Qué opinión le merece la iniciativa de David Jiménez, que ha sido el único director de un medio que se ha acogido a la cláusula de conciencia recogida en la Constitución para proteger la libertad de prensa?
-Creo que fue una desmesura el darle a la cláusula de conciencia el rango constitucional que tiene, bastaba una norma de rango inferior. En todo caso, me parece bien que la usen los periodistas, para eso está. Ahondar en el tema nos metería en los entresijos de la empresa periodística, tema muy de mi gusto, pero que no cabe en una entrevista.
-La poesía ha estado muy unida a usted a lo largo de los años. Ha escrito mucho de Cantabria. ¿Escribiría sobre la Cantabria de hoy en día?
-Claro que sí, y lo hago cuando la poesía me llama, que es cuando le da la gana, no cuando el poeta quiere.
-La pintura ha llegado más tarde a su vida. ¿Cómo se lanzó a esa aventura?
-Me suspendieron en dibujo en séptimo de Bachillerato, cosa bien rara, porque era una asignatura complementaria, que no suspendían a nadie. Ahora, el dibujo y la pintura me están proporcionando ratos deliciosos que ninguna otra actividad me ha dado. Pinto paisajes al óleo y con lápices de color. También pinto retratos. El último es del presidente Revilla, y si me pregunta si él ya lo ha visto, la respuesta es no, pero si usted quiere incluirlo en la entrevista, le daríamos una sorpresa.
-¿Loredo es un lugar para pasar el verano y fines de semana o es ya es más bien su hogar?
-Disfruto hace muchos años de este hermoso lugar del planeta; hay muchos sitios hermosos en el mundo y este es uno de ellos, pero Madrid sigue siendo mi lugar de trabajo. Voy todas las semanas para cumplir mi trabajo en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.
-¿Le gustaría un último concierto del Festival Internacional Santander en la plaza Porticada o tiempos pasados es mejor no removerlos?
-Recuerdo muy gratamente los conciertos en la Plaza Porticada. Asistí a algunos dirigidos por Argenta; a falta de lugar adecuado, fue un ingenioso recurso mediante el cual Santander recobró el pulso cultural tras la tragedia de la guerra, adelantándose a las demás provincias españolas. Al tiempo iniciaba sus tareas la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, brotó la revista Proel, la Escuela de Altamira... ¿ No remover el pasado? Yo vuelvo constantemente a él. Es la única manera de saber quien soy.
-¿Cómo eran sus veraneos?
-Los pasé en mi pueblo de Cabezón de la Sal, donde aprendí cuanto sé. Eran veranos tranquilos y restauradores de la salud del cuerpo y del espíritu. Baños en Comillas y San Vicente de la Barquera o en el río Saja. Lecturas. También hacíamos una obra de teatro, cuyos ensayos nos entretenía todo el verano. Nada que ver con las movidas de masas de hoy.
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