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¿Estudias o trabajas? «Las dos cosas»
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Cuatro cántabros cuentan cómo organizan su vida y las consecuencias de «no parar en todo el día»Más de un millón de personas en España trabajan y estudian a la vez según la última Encuesta de Población Activa del INE. Y la ... mitad de ellas son menores de 30 años. A estas últimas se las conoce como 'sisis', jóvenes que han sacrificado parte de su ocio para conseguir independencia económica.
Hay quienes lo hacen por ayudar en su casa, otros no esperan a que se lo pidan y lo hacen «por echar un cable», o simplemente quieren costearse sus gastos. Pero en definitiva, todos han tenido que hacer malabares y organizarse para poder llegar a todo.
Cuatro jóvenes cántabros cuentan a El Diario Montañés cómo gestionan su vida para llevar al día sus estudios. Y a pesar de que todos reconocen el cansancio físico y mental que supone tomar esta decisión, también coinciden en la satisfacción que genera no depender económicamente de nadie, más si cabe, con la subida del precio de la gasolina, «que está por las nubes».
Thomas Castañeda | Estudia Técnico Deportivo y trabaja en un supermercado
Thomas Castañeda atiende a este periódico en los escasos quince minutos que tiene libres entre un trabajo y otro. «No tengo tiempo ni de respirar», dice este joven de 20 años bromeando. Pero razón no le falta. Castañeda se levanta todos los días –menos el sábado y el domingo– a las 07.20 horas de la mañana. Y «a todo correr» se marcha a clase, en Solares, donde estudia un grado superior de Animación y Enseñanza Sociodeportiva. «Un rato antes de que acabe la última asignatura me voy a comer para llegar a trabajar. Estoy de cajero en Hipercor. Bueno, de lo que toque cada día».
Nada más terminar, «a eso de las seis y media», se dirige a su segundo empleo. Es entrenador de un equipo de fútbol femenino. Aunque reconoce que «disfruta mucho» y le sirve para desconectar. Eso sí, nunca está en casa antes de las nueve y media de la noche. «Me paso todo el día fuera y cuando llego tengo que hacer trabajos de clase».
Thomas empezó a compaginar los estudios con el trabajo para ayudar a su familia. «En casa somos cinco personas y el dinero no sobra. Sé que mis padres me agradecen el esfuerzo que hago». Pero para él también supone un «respiro» poder costearse sus gastos de ocio. «La gasolina ahora está carísima. Y además yo estoy todo el día de un lado para otro con el coche. O la tranquilidad de ir a comer con mis amigos sin sentirme mal por ello». Pero, a su juicio, lo más importante es que se siente «mucho más realizado».
A pesar de que su «frenético ritmo de vida» le juega malas pasadas respecto al cansancio, su ambición parece no tener límites. Y es que este año se ha apuntado a una doble titulación sobre Organización de Eventos Deportivos y Marketing Deportivo. «Mis padres me dicen que si estoy loco por hacer tantas cosas, que tengo mala cara del agotamiento. Pero todo lo hago pensando en mi futuro».
Aun así, no es oro todo lo que reluce y hay momentos en los que siente que no puede más. Los sábados también trabaja y tiene partido con las niñas. «Solo libro el domingo y llego mentalmente destrozado». Eso sí, ese día no toca un libro. «Necesito descansar y no pensar en nada».
Carlota Alonso | Estudia Historia del Arte y trabaja en una tienda de ropa
Carlota Alonso dejó su Santander natal hace ya cinco años para estudiar Historia del Arte en Valladolid. Quería cumplir el sueño de ser tasadora de cuadros profesional. Pero desde el principio supo que no iba a ser tarea fácil. «Me fui a vivir a un piso de estudiantes y quise trabajar para intentar pagármelo». Aunque reconoce que en su casa nadie le pidió que lo hiciese, ella prefería tener independencia económica y echar un cable. «No quería que se preocupasen por mi. En definitiva, dar a mis padres los menores problemas posibles».
Tal es así que cuando vuelve en verano a casa también trabaja. Algunas temporadas lo ha hecho de dependienta y otras de camarera. «Este año ha sido el único que he estado libre y estaba que no me lo creía. Incluso me llegué a aburrir».
Su primer trabajo en Valladolid fue en un bar de copas, por lo que no tenía problemas para cuadrar los horarios con los de la universidad. «Iba al bar los jueves por la noche y los fines de semana. Mi vida no cambió mucho. Lo único que estaba más cansada, pero no faltaba a clase para nada».
Sin embargo, con el paso del tiempo se sacó el carnet y utilizaba el coche para moverse por Valladolid o para volver a Santander. Una serie de gastos con los que antes no contaba le obligaron a buscar otro empleo para ganar más dinero. «Necesitaba trabajar más de tres días semanales y empecé como dependienta en una tienda de ropa». Hasta hoy.
Para llevar una vida «lo más ordenada posible», siempre pide a sus jefes el turno de tarde. «Soy consciente de que por la noche llego reventada a casa pero, al menos, puedo ir por la mañana a clase sin problemas». Actualmente considera que ya se ha acostumbrado a este ritmo de vida y lo gestiona «mucho mejor que al principio. En épocas de exámenes he pensado que no podía más. Estaba agotada y sentía que no llegaba a todo. Se pasa mal».
Ahora se ha organizado la semana de tal manera que le da tiempo a todo. «Me levanto a las ocho. Y si empiezo las clases a las once voy un par de horas antes a la biblioteca para aprovechar el tiempo al máximo». Luego come en casa o en la universidad, dependiendo del día, y a trabajar.
Pedro Díaz | Estudia Periodismo y Publicidad y trabaja en Gullón
Los padres de Pedro Díaz siempre le han dicho que «lo más importante» es que se centre en los estudios y aproveche la oportunidad de ir a la universidad. Y así lo ha hecho. Díaz, natural de Reinosa, estudia el doble grado de Periodismo y Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad Europea del Atlántico. Siguiendo con el consejo de sus progenitores, le ha ido muy bien en lo académico. «Siempre he tenido una vida normal. Entre semana vivo en Santander en casa de mis abuelos y los fines de semana vuelvo a Reinosa».
Se encuentra en el último curso de carrera, y al organizarse bien durante el resto de años, solo le quedan «un par de asignaturas y entregar el Trabajo de Fin de Grado».
Es precisamente esta «liberación» lo que le hizo plantearse trabajar y tener su dinero, igual que el resto de sus amigos. «Muchos llevan trabajando ya bastante tiempo. Veía que ellos podían costearse sus gastos respecto al ocio y yo sentía que me quedaba atrás».
Por eso, este verano, lejos de disfrutar de las últimas vacaciones como estudiante, Pedro decidió trabajar como operario en Gullón. «Ha sido diferente pero también muy satisfactorio. Todo el dinero que he ganado este verano se lo he dado a mis padres. Después de todo el esfuerzo que han hecho por mi, creí que era lo más justo».
El contrato que firmó con la empresa se alargaba hasta septiembre. Por eso, tuvo que sacrificar el primer mes de clases para poder terminarlo. «Pedí en la universidad una adaptación curricular para poder finalizar el contrato y me lo permitieron. La verdad es que han sido todos muy comprensivos con mi situación. Y menos mal».
Ahora, es consciente de que tiene que terminar el curso, y por eso, entre semana vuelve a estar focalizado en las asignaturas. Pero no ha querido dejar su anterior empleo del todo. Los fines de semana vuelve a Reinosa a trabajar en la misma fábrica. «De esta forma puedo ser independiente. Además la gasolina ahora está por las nubes y yo utilizo el coche para ir y venir de Reinosa a Santander».
No sabe cuánto tiempo seguirá así, pero para él pagarse sus cosas «es importantísimo».
Clara Pérez | Oposita a Guardia Civil y trabaja en un taller mecánico
Saber organizarse y priorizar los planes de ocio. Esta es una lección que ha aprendido Clara Pérez desde que hace poco más de un mes comenzó a prepararse las oposiciones a Guardia Civil. Hasta ese momento trabajaba exclusivamente en el negocio de su familia, Motor FR, un taller mecánico y de asistencia en carretera en Los Corrales de Buelna. «Yo estudié Educación Social, pero antes de terminar me puse a trabajar».
Ahora, a pesar de que su vida ha cambiado por completo y de que apenas tiene tiempo libre, ha decidido seguir con su anterior empleo, aunque reduciendo el número de horas. Con 26 años y un piso recién comprado «no podía dedicarme solo a preparar la oposición. Necesito subsistir, y más en los tiempos que corren».
Lo de que apenas tiene tiempo libre es literal. «Me levanto a las ocho de la mañana. Estudio hasta las doce y media y me voy a trabajar». Allí come «de aquella manera» porque es la única forma de llegar a todo. «Los martes y jueves tengo preparador en Santander y el resto de días, cuando finaliza mi jornada, me voy a entrenar al gimnasio para las pruebas físicas», que reconoce que «son muy exigentes».
Por si fuera poco, Pérez explica que su trabajo le obliga a estar pegada el teléfono todo el día. «La asistencia en carretera es 24 horas y siempre hay que ir con el móvil, todos los días del año». Vamos, que aunque esté estudiando o en el preparador, tiene que estar atenta. Pero insiste en que no se plantea dejar su empleo. «La vida del opositor es dura pero tengo que trabajar para subsistir».
El balance que hace de estas cuatro semanas es positivo. «Ya lo contaré a final de año. No sé si seguiré pensando lo mismo», dice bromeando. Pero sí considera que «cuantas más cosas tienes que hacer, mejor te organizas y yo trabajo mejor bajo presión».
Y es que, además, también está terminando el Trabajo de Fin de Grado, que en su día no lo hizo. «Es importante tenerlo porque me puede favorecer en el futuro». Su «recompensa» llega al final de la semana. «El sábado por la noche es mi momento favorito». Al terminar su jornada laboral sale «a despejarse» con sus amigas. «Al día siguiente me relajo y, sobre todo, me mentalizo para lo que me viene».
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Ana del Castillo
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