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La «fragilidad» de la cueva más famosa del mundo es tan notoria y evidente como el debate que suscita todo lo que concierne a Altamira. Desde lo mediático y más público a lo administrativo. Por contra, el prisma académico y la perspectiva científica suelen quedarse ... en un segundo plano. Pero ¿Cuál es la situación en tiempo real de la cueva? ¿Es más inquietante que en épocas recientes o todo responde a una lógica evolutiva? «La cueva es como un 'enfermo' en la unidad de cuidados intensivos. Depende de factores externos, principalmente la meteorología presente. Por ello, pasará por situaciones de mayor o menor estrés. Esa es la lógica que no parece oportuno llamarla evolutiva». Las palabras son de una de las personalidades del ámbito científico, la investigación y la docencia, que durante décadas ha tomado el pulso a la cueva de Santillana: Luis Quindós, catedrático de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Cantabria.
El Museo de Altamira suspendía el pasado viernes, día 11, por segunda semana consecutiva, las visitas a la cueva original, ya que se mantienen altos los niveles de anhídrido carbónico (CO2) en el interior de la cavidad, que son naturales y vienen determinados por la situación climática. La medida se adopta en cumplimiento de los protocolos establecidos en el Plan de Conservación Preventiva aprobado por el Patronato de Altamira, al constatarse que esa concentración de CO2 no había descendido sobre la de la semana anterior. Director del proyecto 'Control y seguimiento del biodeterioro y de las condiciones ambientales del agua de infiltración y de las emisiones de gas radón de la cueva de Altamira', considera que el debate sobre el cierre definitivo o no de la cavidad que alberga las grandes pinturas del Paleolítico va a existir siempre y es inevitable.
La suspensión de tres de las jornadas previstas –una en diciembre y dos este mes de enero– del acceso de visitantes a la cueva responde al riguroso, concienzudo y constante seguimiento y control que se aplica sobre Altamira. La excepcionalidad de las condiciones ha hecho necesario el cierre provisional dentro de los parámetros conservadores que priman en torno a la delicada y compleja conservación de la cueva. No obstante, sobre medidas más drásticas, Quindós tiene claro que, si se traspasan los límites y se encuentran «efectos negativos como consecuencia de la entrada de público, por supuesto que seríamos los primeros en recomendar el cierre, pero hasta el momento presente no disponemos de tal evidencia».
Quindós, responsable del Grupo de Radón de la Universidad de Cantabria, asegura que «no es fácil transmitir al público en general datos que en algunas ocasiones no son sencillos de interpretar». A su juicio, en la sociedad en la que estamos, que hace debate de cualquier cosa, «cómo no va a existir uno más cuando hablamos de algo que es Patrimonio de la Humanidad. Es inevitable», reflexiona.
Desde 2015 las visitas experimentales (cinco personas cada viernes) han dado otra imagen pública de Altamira, al margen de la actividad del museo y de su neocueva. La Comisión de Seguimiento, configurada por miembros del CSIC, la Secretaría de Estado de Cultura, la Universidad de Cantabria, o el IPCE, más el Patronato –que no se reúne desde hace año y medio– velan por la conservación. No obstante, el citado Grupo de la UC (encabezado por Quindós, junto con Ismael Fuente, Alicia Fernández, Carlos Sainz, Santiago Celaya y Daniel Rábago) integrado por catedrático, contratados de investigacion y técnicos de laboratorio, vertebran el control que permite alertar en casos como el que ha salido a la luz en las últimas semanas. Todos los miembros del Grupo ejercen con cargo a proyectos públicos, en estos momentos con la Unión Europea, a través del proyecto Metroradon y otros de colaboración con la industria del acero, Consejo de Seguridad Nuclear, Enusa y Enresa.
Los controles de Altamira se están realizando con rigor y exhaustividad. ¿Pero con los suficientes medios? «En estas actuaciones –apunta– siempre son limitados y los protocolos a desarrollar en el Plan de Conservación Preventiva son variados y todos han de ser atendidos. No obstante, el control ambiental del que somos responsables requiere de una planificación presupuestaria a medio y largo plazo que garantice tanto el mantenimiento y actualización del material como de los equipos de investigación».
Desde 2014 «las mediciones han sido continuas y de manera prácticamente ininterrumpida», como así lo testimonian las series de datos de que se dispone. Cerca de cumplirse cuatro años del actual régimen de 'visitas experimentales' sólo se han producido las tres citadas suspensiones. Quindós explica que han sido «excepcionales tanto las condiciones meteorológicas durante esas ocasiones, como el efecto acumulado de un régimen pluviométrico especialmente intenso durante el último año». En algunos casos, especifica, «hemos estado próximos a los niveles de accesibilidad para los parámetros ambientales establecidos en el Plan de Conservación Preventiva, pero sobrepasarlos, como ha ocurrido, ha sido excepcional».
Al estudiar los factores tras la entrada de las visitas programadas, con criterios siempre conservadores y fruto de un seguimiento permanente, el investigador señala que «la temperatura, el nivel de CO2 y la humedad absoluta son básicamente los parámetros que se alteran cuando se entra en la cueva». Estas alteraciones se enmarcan en las variaciones que los parámetros de manera natural experimentan en el año. «Además, las variaciones cuantitativas que se observan son muy pequeñas, no acumulables y desaparecen, en el caso de los visitantes, en términos de dos-tres horas».
En Altamira, lo público, científico e institucional no siempre convive con idéntica proyección y protagonismo. Quindós recuerda que existe una Comisión de Seguimiento en la que delegó el Patronato la responsabilidad del cumplimiento del Plan de Conservación Preventiva y esta se reúne de manera más frecuente. En el último Patronato se anunció el estudio de una estacionalización de las visitas como hipotética medida de aplicación. Pero, ¿es una solución u opción razonable? «Es uno de los temas de estudio y se ha discutido en la Comisión de Seguimiento».
No obstante se necesita «una mayor serie de datos de las variables que se controlan para no tomar decisiones que puedan a la larga ser perjudiciales. Y, sobre todo, tiempo. Hablamos de años para ser fiables».
El equipo que comanda Quindós no es consciente de que exista una colisión entre la gestión administrativa y política y la científica en torno a Altamira. Sin embargo, sí aboga por potenciar el debate. «La ciencia por definición tiene como base la discusión de datos científicos y por lo tanto su interpretación puede ser diferente según cada uno de ellos. Es la grandeza que tiene nuestro trabajo, poder lanzar hipótesis, formular teorías que otros grupos puedan rebatir e incluso invalidar». La suspensión del acceso a la cueva también se aplica a los científicos. Pero la presencia de los especialistas no es prescindible. Quindós explica que «siempre será necesario que alguien entre para reparar equipos, sustituir sondas, calibrar las mismas, tomar muestras ambientales, etc. Asimismo, por la naturaleza del patrimonio que nos concierne, la observación directa resulta imprescindible en el mantenimiento del estado de conservación de la cueva. Se puede por lo tanto 'informatizar' la cueva, «pero nunca se podrá prescindir del elemento humano».
Respecto a la alteración de los índices habituales de CO2, argumento de estas semanas, Quindós refiere que los niveles varían a lo largo del año con máximos en el periodo de otoño-invierno y mínimos durante primavera-verano. Si el nivel en el aire exterior es en promedio 500 ppm (unidades de medición de la calidad del aire: ppm ó parte por millón), los máximos en la cueva pueden alcanzar los 6000 y los mínimos 600.
En cuanto a lo puramente técnico, señala que el Plan de Conservación Preventiva «establece unos niveles de referencia que no se deben de superar para cada mes del año, derivados de los valores históricos de que se dispone. En el caso que nos ocupa estos niveles han sido sobrepasados del orden del 20%».
Luis Quindós añade que los periodos en los que la cueva alcanza los valores máximos están relacionados con la época en la que la cueva 'no puede respirar' a través del karst (su capa natural) dado que las grietas y fisuras del terreno están impidiendo el intercambio de aire al exterior. Por el contrario, los mínimos representan una 'respiración' importante a través del karst. «No debe olvidarse que este mecanismo de intercambio es mucho más importante que el que se pueda dar a través de la puerta de entrada a la cueva», subraya.
¿Y la medida, además de restringir el acceso? Se aplica el procedimiento descrito en el Plan y, además, «se analizan los valores derivados de la monitorización con una frecuencia de 3-4 horas al objeto de observar la evolución de los parámetros, y poder formular hipótesis científicas que sirvan como modelo predictivo de futuras situaciones similares».
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