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Como cada año, el CEIP Jesús del Monte, en Hazas de Cesto, organizó en abril una carrera solidaria. Lo hacen desde que Elena Saiz es directora de este «pequeño» centro educativo, con 174 alumnos en Infantil y Primaria. «De un día para otro», ... dice Elena, llegó un grupo de familias ucraniana a visitar el colegio acompañados por miembros de la Consejería. Era viernes día 1 de abril: el lunes, día 4, casi una veintena de alumnos se incorporaron a las aulas sin saber español. Una semana después, el centro celebró su carrera: «Ya habíamos decidido que lo recaudado iría para la asociación Cantabria por Ucrania», dice la directora, así que los nuevos alumnos participaron en la carrera. Y también en las clases, en los recreos, las excursiones, en el comedor, y viajan en el autobús escolar al albergue de Solórzano donde residen, «razón» por la que este pequeño colegio ocupa lo más alto de la lista de centros que acogen el mayor volumen de menores ucranianos.
Según datos facilitados por la Consejería de Educación, en Cantabria hay 350 matriculados en 112 centros educativos. De esos, el CEIP Jesús del Monte concentra más que otros por la cercanía con el albergue donde Cruz Roja aloja a 55 personas. Le sigue el IES Marqués de Manzanedo, en Santoña, donde a día de hoy están escolarizados 16 alumnos; «a día de hoy», matiza la directora, Diana Iglesias, porque algunos van y vienen al haberlos cambiado de alojamiento de un municipio a otro: «Hay que tratar de evitarlo», dice, «porque cuando se están integrando en el centro y haciendo amigos, les vuelven a mover y con lo que están viviendo me parece inhumano. Si lo que tratamos es ayudarles, hay que hacer las cosas bien». Algunos de sus alumnos están «tocados», admite, y cuenta el día que hizo una visita al edificio «que es muy antiguo» con un grupo recién llegado y la alumna que hacía de traductora se echó a llorar porque «algo que vieron les recordó al búnker donde habían estado refugiados sin luz ni agua bajo las bombas».
Si lo emocional es la mochila que cargan los alumnos, el sistema educativo intenta aligerarla facilitando el vínculo con el idioma: «Es nuestro mayor obstáculo y es en lo que se está trabajando para que lo aprendan y se integren», dice Diana Iglesias, que ve cómo en los recreos juegan y se mezclan unos con otros, en vez de estar los ucranianos en grupo: «No sé cómo lo hacen, pero se entienden entre ellos muy bien», dice sin esconder cierta incredulidad, lo mismo que Elena Saiz. «Juegan juntos y se hacen entender, hay una intérprete todos los días, y aunque ahora los viernes está en otro centro porque cada vez hay más demanda, pero usan el traductor de la 'tablet'».
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