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La metre Elena Pérez prepara las mesas del comedor antes de que los pasajeros regresen de su visita a Santillana del Mar. Javier Rosendo

Una experiencia de película en el Costa Verde Express

El tren de lujo recorre el norte de España desde Santiago de Compostela hasta Bilbao y pasa dos noches en Cantabria

Laura Masegosa

Santander

Lunes, 5 de agosto 2024, 07:18

El tren de Harry Potter, el Polar Express, un regreso a los años 30… Al Costa Verde Express se le pueden atribuir miles de similitudes. Entrar en este tren de lujo que recorre el norte de España desde Santiago de Compostela hasta Bilbao –y viceversa– es sumergirse en un mundo diferente. Casi teatral. Toda una experiencia que cada semana, de mayo a octubre, pueden disfrutar 46 personas. En total seis días y quinientas noches, al más puro estilo Sabina, porque este viaje «cuesta olvidarlo», tal y como relatan las dedicatorias del libro de recuerdos que hay en el vagón de entrada. Aunque en realidad noches son cinco, dos de ellas en nuestra comunidad. En Cabezón de la Sal y en Santander.

La estética del Costa Verde Express destaca desde lejos. En la estación de Cabezón permanece en la vía esperando a que los pasajeros regresen de su visita guiada a Santillana del Mar y los ojos de todos los que pasan por el andén se fijan inevitablemente en su carrocería verde –no podría ser de otra forma, en honor a su nombre– con las ventanas negras, un toque dorado y el techo blanco. Y no solo eso, la estructura del tren, estilo clásico, también evoca un sentimiento romántico y hace viajar a la imaginación a épocas de guerra donde las estaciones eran escenario de despedidas entre parejas que protagonizaban besos de cine. Rayen la Penna es algo así como la directora de esas películas de amor, que en realidad se traduce en ser la jefa de expedición del Costa Verde Express. La encargada de comprobar que todo marcha sobre ruedas. A sus espaldas lleva unos cuantos viajes, aunque confiesa que no se cansa. «La experiencia es increíble, recorres todo el norte español desde un mismo 'hotel' y siempre se crean relaciones muy estrechas entre pasajeros y tripulación», cuenta.

La jefa de expedición, Rayen la Penna, saliendo del Costa Verde Express. Javier Rosendo

Pero Rayen no lo hace todo sola. Junto a ella trabajan dos guías que acompañan a los pasajeros todo el tiempo, tres cocineros, dos técnicos de mantenimiento y seis camareros. Todos permanecen en sus puestos, desarrollando sus quehaceres rutinarios. Unos limpian y acondicionan todas las suites, otros van preparando las mesas para la hora de comer... En la cocina ya hay movimiento y los técnicos revisan que todo funcione con normalidad. Cada detalle tiene que estar listo para cuando regresen los viajeros.

Esta experiencia está destinada a 46 personas por trayecto y está disponible cada 15 días desde mayo hasta octubre

Es el primer día en Cantabria y todo está programado. A las ocho de la mañana un miembro de la tripulación recorre los seis vagones que acogen las habitaciones tocando una campanilla a modo de despertador. «A los pasajeros les encanta porque es como de película», cuenta Rayen. También sirve como indicador de que comienza el desayuno, que se alarga hasta las 9.30 horas y que se compone de un amplio y variado bufete. Se sirve tanto en los tres coches salones como en el coche bar, cada uno donde guste. La decoración de estos espacios es, sin duda, la más especial del Costa Verde Express. Suelo de moqueta, mesas para dos, jarrones con flores, sillas estilo sofá, una cuidada cubertería, cortinas en tonos elegantes y, lo más destacado, la iluminación cálida que desprenden las múltiples lámparas.

La maitre, Elena Pérez, ultima la prepración de las mesas antes de comer. Javier Rosendo

Al finalizar el desayuno, y sin perder tiempo, un autobús les recoge para poner rumbo al Museo de Altamira y, tras dar un paseo por la emblemática villa, regresan a Cabezón de la Sal a las 14.00 horas, justo para comer a bordo del tren. Esta vez el menú está compuesto por un pastel de centollo y pistacho, un pincho vasco de escalibada, vestresca y piparra y, para finalizar, un bacalao al pilpil. «Todo se prepara y se elabora en el tren. Cada mañana recibimos productos frescos y locales para que nuestros pasajeros puedan disfrutar de la gastronomía de la zona», explica Elena Pérez, maître del tren. Después de un rato de descanso, a las seis de la tarde el Costa Verde Express pone rumbo a su siguiente destino, Santander, donde llegan una hora y cuarto más tarde. Nada más estacionar, otro autobús les recoge y les hace una visita panorámica de la ciudad. A la hora de cenar escogen el restaurante 'Querida Margarita'.

El Costa Verde Express se compone de 24 habitaciones. Javier Rosendo

Pero su estancia en Cantabria no termina aquí. La fiesta continúa a bordo del tren, en el coche pub, que está equipado con todo lo necesario para pasarlo en grande. Nada más acceder al vagón se encuentra lo más importante en una buena fiesta: la barra del bar. Allí pueden pedirse desde un café hasta un combinado. El encargado de atenderles será Moncho Fernández, el jefe de camareros y uno de los más veteranos. Lleva atendiendo a los pasajeros del Transcantábrico –y ahora del Costa Verde Express– unos 30 años, así que anécdotas tiene hasta decir basta. «En este tren te sientes tan en casa que ni te acuerdas de tu acompañante. Recuerdo una vez que un pasajero estaba comiendo en el restaurante y su mujer se quedó en la estación, perdió el tren. Cuando le avisamos de lo ocurrido continuó centrado en su plato e incluso se le veía feliz, no le dio importancia», bromea Moncho. Él también hace las labores de DJ detrás de la barra y cumple con gusto con las peticiones de los pasajeros. Aunque, se pueden imaginar, la canción que más le piden es la conocida 'El chacachá del tren', del Consorcio. Junto a la barra permanece un piano. Negro y brillante, listo para ser tocado por las manos que quieran. Es una de las partes favoritas de los pasajeros, ya que muchos se atreven a probar con algunas partituras durante las noches. Pero esto no es todo. En la parte final del salón se encuentra la zona de descanso, con dos largos sofás pegados a las ventanas, uno a cada lado, dejando un espacio prudente entre medias para los que quieran animarse a bailar. Esta zona también sirve para que, durante el día, los pasajeros se sienten a leer o a apreciar las vistas que les ofrece el paisaje. «Es el mejor sitio para apreciarlas», confiesa Rayen la Penna.

Los cocineros del tren de lujo preparan la comida con productos locales de cada ciudad. Javier Rosendo

La zona de las suites está compuesta por seis vagones. En total, 24 habitaciones, generalmente destinadas a dos personas. Los que se hospeden en el primer coche están de suerte, pues solo tienen que atravesar el salón para llegar a su dormitorio. En cambio, a los que les toque los últimos vagones tendrán que atravesar una especie de pasillo interminable en zigzag, estrecho e incluso claustrofóbico. Sin embargo, merecerá la pena una vez lleguen a su habitación. Detrás de la puerta se esconde una cama grande y de lo más cómoda –o al menos eso aparenta– encajada entre la ventana y la pared. Quien sea madrugador y no necesite despertarse con la campanilla 'de película' podrá disfrutar del amanecer sin moverse de la cama, tan solo destapando la cortina amarilla que cubre el cristal.

Además, las habitaciones están equipadas con teléfono, un cuadro relacionado con el viaje –generalmente con fotografías de lugares por los que pasan–, armario y estantería. A pesar de ser estancias pequeñas, cabe todo lo necesario. Aquí la luz también es cálida y tenue y la temperatura, a gusto del pasajero. Todas las suites cuentan con baño privado, donde la protagonista es una ducha de hidromasaje.

Todas las suites están equipadas con cama grande y baño privado. Javier Rosendo

El Costa Verde Express lleva viajando bajo ese nombre desde 2022 y, en estos dos años, todas las experiencias han sido buenas, según explica la jefa de expedición. «Pasamos muchas horas al día juntos durante casi una semana y nos acabamos cogiendo mucho cariño». Por norma general los pasajeros de este tren de lujo suelen ser personas jubiladas, en muchos casos extranjeros. «Buscan comodidad y bienestar y aquí estamos pendientes de todo. Ellos no tienen que hacer nada, solo disfrutar», añade. Eso sí, quien quiera subir a bordo y hacer un recorrido por el norte con todo el lujo clásico característico de la época dorada deberá saber que el precio asciende a 4.500 euros por persona en temporada alta y 3.600 euros en los meses más bajos.

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