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Averiguar cómo afecta el cambio climático a la pesca en el Cantábrico y cuáles son los efectos económicos que provoca en un sector con tanto arraigo histórico e importancia en el PIB regional es uno de los principales objetivos que un grupo de científicos con ... delegación en Cantabria se fijaron hace unos años –ayudados por la comunidad internacional–. Las conclusiones, ahora compartidas con El Diario Montañés, son contundentes. «Quiero dejar claro que esto no puede entenderse como una comparativa entre ganadores y perdedores. Sería un error mayúsculo, a pesar de que el calentamiento del mar actualmente perjudica a especies que económicamente son muy importantes en Cantabria como el verdel y el bonito», afirma Antonio Punzón, investigador del Instituto Español de Oceanografía de Santander (IEO). La merluza, el ojito, el salmonete o el San Martín, en cambio, se benefician –al menos, de momento– de esos 0,5º que han constatado que se ha elevado la temperatura en el Cantábrico desde 1995 –crece a razón de 0,2º por década–.
Los científicos han constatado que el adelantamiento de la llegada al Cantábrico es de un mes entre 1995 y 2006. También se marcha antes.
La puesta del bonito se ha adelantado una media de 2,3 días por década entre 1980 y 2017. Cada vez se queda más lejos de la costa.
La base de la elaboración de las tradicionales anchoas ha adelantado su puesta en el Cantábrico 5,5 días de media cada década entre 1980 y 2015.
Es una de las especies que ha proliferado en los muestreos de los científicos. También han visto más ojito, salmonete, San Martín, pinta roja y estornino.
El año pasado se desembarcaron 29.270 toneladas de pescado en los puertos de la región, que se subastaron por 48,3 millones, según recoge en su memoria de 2021 el Instituto Cántabro de Estadística (Icane). En esas cifras, el mayor peso lo aportaron las tres grandes costeras: la del verdel, la del bonito y la del bocarte. Precisamente, la primera ha centrado gran parte del interés de la comunidad científica, que ha observado cambios relevantes en esta especie a la que también se conoce como sarda –aquí en Cantabria– o caballa –en gran parte del país–. «Hemos notado que la fecha en la que la flota alcanzaba el 50% de la cuota de captura permitida cada vez se adelantaba más en el tiempo. Eso hizo que nos preguntáramos el porqué», relata Augusto Rodríguez, ayudante de investigación en el IEO cántabro. «El verdel baja de la zona del mar del Norte de Noruega cuando el agua ronda entre 13º y 15º. Lo hace por Irlanda y entra aquí a través de Francia por la bahía de Vizcaya. Como esa temperatura óptima se alcanza cada más pronto, también se marcha antes. No es que le vengan mejor ni peor las nuevas condiciones, simplemente viene antes de lo habitual y, por tanto, regresa antes a otras latitudes», recalca.
Antonio Punzón
Investigador del IEO
Lucía López
Investigadora posdoctoral del IEO
Augusto Rodríguez
Ayudante de investigación IEO
Julia Polo
Investigadora predoctoral del IEO
Ese adelanto lo tienen cifrado: un mes entre 1995 y 2006. ¿Qué efectos provoca? Hay uno que es clave. «El verdel ahora ocupa unos mares que antes no tomaba, como por ejemplo el que baña Islandia», explica Punzón. «Allí su pesca a partir de 2007 supuso un boom y se convirtió en la principal pesquería», añade Rodríguez. Esto sí podría afectar a la flota cántabra, puesto que Islandia no tiene fijadas tasas ni cuotas para su captura, como sí le sucede a España, por lo que podría salir claramente beneficiada.
0,2grados por década aumentael mar Cantábrico sutemperatura desde 1980.
3,2milímetros asciende aquí el nivel del mar cada año. A finales de siglo aumentará entre 50 y 80 centímetros.
16,8centímetros han crecidocada década la altura delas olas del Cantábrico.
De ahí la importancia de estudiar los efectos del cambio climático sobre el sector pesquero. «El problema es que el aumento de la temperatura en el mar no se puede controlar. Incluso si hoy dejáramos de emitir gases de efecto invernadero, seguiría creciendo durante décadas», subraya Lucía López, investigadora posdoctoral del IEO de Santander.
La costera del bonito también es capital en Cantabria. Aunque no es en lo que más se ha centrado este grupo de científicos, sus colegas extranjeros han estudiado que este túnido, como el verdel, cada vez más aparece antes y, lo peor, se queda más lejos de la costa. De hecho –apuntan–, entre 1980 y 2017 lo hizo con un retraso de 2,3 días por década teniendo en cuenta la fecha de su llegada al Cantábrico para el desove. Como el bonito 'veranea' más alejado de tierra firme, la flota tiene que gastar más combustible para ir a capturarlo; por tanto, contamina más y, en términos económicos, es mucho menos rentable de lo que era hasta ahora.
Alrededor de este efecto combinado, el impacto del cambio climático sobre las pesquerías y el ecosistema demersal del Cantábrico, gira la tesis de Julia Polo, que financia el Gobierno de Cantabria. «Estoy tratando de desenmarañarlo, aunque es difícil. Yo veo cambios a nivel de comunidades y es complicado decir a qué se debe. Si es porque ahora hay más ejemplares de una especie porque estas nuevas condiciones les gustan más o porque se han dejado de pescar. Desde el año 2000 en Cantabria se ha notado el efecto de la reducción de la presión pesquera», subraya esta investigadora predoctoral.
No todo son malas noticias para la flota cántabra. Si el verdel decide quedarse más arriba o el bonito visitar el Cantábrico cada vez más de lejos hay otras especies a las que el calentamiento del agua ha propiciado su proliferación. O, al menos, su avistamiento. Los expertos lo expresan de otra manera. «La merluza, lo que aquí llamamos ojito, el estornino –muy similar al verdel–, la pintarroja, el salmonete o lo que se conoce popularmente como San Martín nos los estamos encontrando en más sitios que antes cuando realizamos nuestras campañas y hacemos muestreos», desvela Punzón.
¿Qué futuro le espera, por tanto, a la flota regional? «La clave es la diversificación de las artes de pesca, de las rutas de comercialización, el negocio... La diversificación es clave para que puedan adaptarse. Deben tener un abanico de posibilidades ante la incertidumbre a la que se enfrentan. Lo segundo, no dependen tanto de ellos. Es la gestión de los recursos pesqueros por parte de las autoridades europeas, estatales y autonómicas, que debe ser mucho más dinámica», afirma Lucía López. A lo que Punzón concluye: «El cambio climático nos está enseñando que el consumo local de proximidad es el mejor. Cuando pescas cerca, contaminas menos y además le das un valor añadido al precio, que es la mayor queja de los pescadores».
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