Los expertos no dan crédito con la mascarilla en exteriores: «Ni es lo importante, ni es suficiente»

«Lo que no tiene sentido es que la llevemos sí o sí en la calle o en una zona de vinos y luego en el interior de un bar nos la quitemos», apunta Marcos López Hoyos, jefe de Inmunología de Valdecilla y presidente de la sociedad profesional a nivel nacional. Por eso reclama coherencia y sentido común. A los ciudadanos y a los políticos. En su opinión, la mascarilla, que se ha demostrado que es una protección efectiva contra los contagios y más ahora que los anticuerpos están empezando a caer en aquellas personas que se inmunizaron al principio de la campaña, debería seguir usándose en exteriores como hasta ahora, cuando no sea posible mantener la distancia social de 1,5 metros. Por lo demás, a los locales les pide mejorar la ventilación y a las autoridades reforzar el rastreo, que ahora está «saturado».

En la misma línea se pronuncia Henar Rebollo, jefa de Medicina Preventiva de Valdecilla: «Yo lo que creo es que no ha habido medida. Lo que ha anunciado el presidente es lo mismo que ya estaba en vigor». Porque recuerda que la norma ya decía que si no se podía mantener la distancia social, la mascarilla era obligatoria antes de que este jueves se aprobara el nuevo decreto. Rebollo reclama que, en lo relativo a los tapabocas, el foco se ponga sobre los grandes eventos de estas fiestas y los botellones. Y que haya más control en los interiores de la hostelería. «Que se continúe avanzando en la vacunación y que la gente se acuerde de la distancia, la ventilación y la higiene de manos, pero es que hay poco más que hacer», valora la experta, que reconoce que está «muy triste» por la ceremonia de confusión que está organizando la clase política: «Es una pena que no hayamos sido capaces, en dos años, de transmitir ya unas ideas claras a la población».

Tampoco le convence el nuevo decreto a Javier Llorca. El profesor de Salud Pública de la Universidad de Cantabria (UC) subraya que, desde casi el principio de la pandemia, los profesionales vienen insistiendo en que el mayor peligro de contagio del virus es en interiores. «Eso sigue siendo tan verdad como antes. El impacto positivo que va a tener hacer obligatoria la mascarilla en exteriores puede ser muy bajo», interpreta. Mucho más teniendo en cuenta que el 90% de la gente ya la lleva puesta a día de hoy. «No va a cambiar apenas nada. Quizás en los pueblos que hay menos gente y más espacio se usa menos, pero en la ciudad está muy extendida». Por eso cree que la medida no tendrá una traducción en la mejora de los datos y en la caída de la curva epidémica de la sexta ola.

La apuesta de Llorca va por otro camino, el que ya se emprendió en el pasado: reducir aforos condicionándolo al uso del pasaporte covid, y generalizar los test de antígenos sabiendo que no son tan infalibles como las PCR, por lo que pide extremar la precaución ante la aparición de síntomas compatibles. Así, echa en falta sistemas de ventilación, que «apenas se han instalado pese a que ha habido tiempo y que permitirían mantener los interiores abiertos»; y también, a la espera de las restricciones que establezca Cantabria a partir del martes, medidas comunes a todo el país. Porque «no tenemos una pandemia que está afectando de forma distinta a cada una de las comunidades autónomas».

Menos disconforme con la medida de mascarilla obligatoria en exteriores se muestra Alexandra Gualdrón, vicepresidenta del Colegio de Enfermería y vocal del Comité Ético de Investigación de Cantabria. ¿Por qué? Porque aunque en interiores es más probable la propagación del virus, recuerda que las gotas que avanzan por el aire también pueden producir contagios en entornos abiertos cuando hay una gran concentración de personas. Sobre todo en terrazas, cuando las precauciones se relajan, o en fiestas y lugares de ocio. Gualdrón entiende que las medidas restrictivas tienen que ser llamadas de atención a la gente, pero cree que antes de eso tiene que estar la responsabilidad individual.

El Colegio ve con buenos ojos la posibilidad que introduce el Gobierno central en el decreto de contratar, para reforzar servicios ahora muy estresados, personal jubilado o con el título sin homologar. «No lo vemos un problema siempre que sea una medida voluntaria, que esté bien definida y que no se generalice», apunta la portavoz, que recuerda que hay muchos profesionales jubilados que llegan a esta etapa con ganas de mantener su actividad. De hecho, ya fueron requeridos en los primeros momentos de la pandemia y «demostraron que responden muy bien». Y lo mismo con los que están pendientes de homologar su título expedido en otros países, que ahora tardan hasta seis años en completar el proceso. «Hay que buscar fórmulas para simplificar todo eso, incluso delegar en los colegios esas homologaciones», concluye.