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Está siendo un año extremadamente seco y caluroso en Cantabria, pero aun así el delegado de la Agencia Estatal de Meteorología afirma con rotundidad que « ... tenemos la suerte» de vivir en una zona «con un buen clima». 2022 está siendo el de los fenómenos extremos y José Luis Arteche hace un paréntesis en sus vacaciones para atender a El Diario Montañés y explicar los motivos.
–Inundaciones, temperaturas máximas históricas, olas de calor, polvo subsahariano en Cantabria... ¿El tiempo se ha vuelto loco o ya son los efectos del calentamiento global?
–Estos fenómenos extremos se dan últimamente con independencia de la época del año en que nos encontremos. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) asegura que en el futuro se van a alternar más habitualmente estos episodios extremos de diferente signo. Esa es la tendencia. Lo que ha pasado este año se pueda asignar a eso. Dentro del IPCC hay una línea de trabajo que estudia hasta qué punto un fenómeno que nos puede parecer anómalo o extraño puede ser atribuible al cambio climático. Hemos vuelto a ver inundaciones por aquí también, pero en realidad las ha habido siempre, también las olas de calor. Lo único que ahora las olas de calor van a ser más habituales y quizás más seguidas que hace un tiempo. Es lo que vaticinan los expertos. En lo que se refiere a la precipitaciones, no se observan aún tendencias claras.
–¿Le parece que la población se ha acostumbrado demasiado rápido a estas bruscas alteraciones y contrastes?
–La gente no tiene memoria meteorológica. Y si la tiene, no es muy amplia. Si preguntas en la calle por cómo hizo en noviembre del año pasado, muy pocos, salvo los afectados, se acordarán de las inundaciones en Cantabria.
–Los que se han quedado solos son los negacionistas del cambio climático.
–En uno de los estudios científicos que recopila el IPCC sobre el cambio climático, se ve claramente que la incidencia de estos fenómenos extremos es gradual. Eso sí, la temperatura media del planeta está subiendo más rápidamente de lo que se esperaba hace unos años. Estos episodios van a continuar en el tiempo. De momento, ni va a dejar de nevar en invierno ni de hacer calor en verano. En cambio, ya se percibe que el número de noches frías anuales se están reduciendo.
–Cabuérniga registró 43,5º el mes pasado. Es el récord regional, algo impensable hasta ahora en esta latitud.
–Cierto, pero la serie histórica de esa estación no es demasiado larga. Hay matices. En Santander no se estuvo lejos, pero no se batió. Los registros de las estaciones de la capital son más amplios. Estoy seguro que en alguno de los años que aquí se alcanzaron los 40 grados, en esa estación de Cabuérniga, de haber existido, se habrían superado. Ese valor hay que tomarlo con perspectiva. Aun así, no hay que negar que es significativo que haya registros tan altos. No estamos acostumbrados en Cantabria a tanto calor, pero tampoco los noruegos o los suecos y este año han tenido temperaturas también altísimas.
–¿Por qué las olas de calor llegan ahora también al norte?
–Se deben principalmente a entradas, convecciones que decimos en meteorología, de aire cálido de origen externo del norte de África o de la África subsahariana. Y eso lo generan los grandes centros de circulación de la atmósfera: las dorsales y las vaguadas, la posición del chorro polar o la posición del chorro subtropical actuando sobre nuestra zona.
–La calima, algo prácticamente desconocido por aquí, también se ha asomado este año.
–Seguramente hace años también hubo episodios parecidos. Pero la de este año en Cantabria ha sido muy extensa, aunque en el sur del país mucho más. Aunque allí ya están prácticamente acostumbrados.
–Lo que parece es que ahora el verano, el otoño, el invierno y la primavera no empiezan ni acaban en las fechas en las que acostumbraban, ¿no cree?
–Bueno, aquí se nota especialmente en septiembre, que se ha convertido en más veraniego y menos otoñal.
–¿Veremos por aquí éxodo poblacional por el efecto del calentamiento global?
–Pues ya se está hablando de grandes migraciones de población en el mundo por este motivo. El cambio está empujando a todas las especies, también a la humana, hacia temperaturas más agradables para acomodar su vida. Verlo aquí en España, es algo más difícil.
–Con el tiempo, nunca estamos de acuerdo. ¿Cómo lo llevan ustedes, los meteorólogos?
–Lo más fácil es echar la culpa al hombre del tiempo (risas). Las críticas son críticas, simplemente eso. Nosotros tratamos de hacer predicciones basados en la ciencia. Trabajamos para acertar lo máximo posible.
–Para los hosteleros este tiempo es buenísimo, no tanto para los ganaderos o los agricultores. Aquí hay debate.
–Porque los hosteleros tienen más voz pública que los ganaderos o los agricultores. De qué crees que estarán hablando ahora mismo en el campo. Pues de que es una desgracia tanto calor. En cambio, la hostelería tendrá el discurso contrario. Tirando de refrán, aquí no llueve a gusto de todos. Nosotros simplemente hacemos pronósticos. Además, lo del tiempo bueno o malo es relativo. Depende para qué y para quién. La mayoría entiende que buen tiempo es cuando no llueve y hace sol, pero no deja de ser un simple abuso del lenguaje.
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