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Se ha comprobado que las proteínas RAS son responsables de las señales que intervienen en la proliferación celular. La alteración de estas señales conduce en muchos casos a la reproducción indiscriminada y, en consecuencia, a la formación de cáncer. «Lo que no sabíamos es que, ... dependiendo del modo en que la célula reciba esas señales, pueden causar el efecto contrario, su suicidio». En el complicado universo del cáncer, que encuentra caprichosas variantes según el tejido o la persona, el investigador cántabro Piero Crespo ha encontrado precisamente un rasgo común que comparten al menos el 30% de los tumores conocidos.
«Al contrario de lo que sucede en el resto de los casos, cuando las señales de RAS llegan al Aparato de Golgi, el orgánulo implicado en la fabricación de proteínas, se produce una reacción que conduce a la apoptosis o muerte celular», asegura el investigador y director del Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (Ibbtec). Los expertos cántabros lo han probado en células afectadas por melanoma, uno de los tumores más voraces que existen por su potencial metastásico y los resultados son prometedores.
A la postre, lo importante es conducir las señales de RAShacia el destinatario que desencadena esa muerte, y ahí entra en juego la fabricación de un fármaco. «Hemos descubierto que existen sustancias químicas que llevan a la proteínas RAS hacia el Aparato de Golgi de estas células cancerosas, y eso se ha demostrado muy eficaz para frenar estos tumores», garantiza Crespo, que acaba de publicar el descubrimiento en la revista especializada Nature Communications.
Muchas de estas sustancias son tóxicas para un organismo. Pueden aplicarse directamente sobre las células, si bien no se pueden proporcionar a un organismo vivo. «Pero eso no es un problema importante. Existen formas de neutralizar la toxicidad de estas sustancias químicas manteniendo su actividad como alteradores de las rutas de las proteínas RAS».
Alrededor de un 30% de los tumores tienen en común la ruta RAS alterada. «Por eso podría ser un punto de partida para tratar otros cánceres, como es el caso del que afecta al tiroides», explica Crespo, que es también miembro del Programa de Mecanismos de Protección Tumoral del Centro de Investigación Biomédica en Red de Cáncer (Ciberonc).
El descubrimiento vuelve a poner sobre el tapete el potencial investigador de la Universidad de Cantabria (UC): «Estamos demostrando que generamos ciencia de la mejor y competimos a nivel mundial con los mejores institutos del mundo», certifica Crespo.
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