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«Dono sangre por una promesa que hice», confiesa Alberto Revilla, un hombre de 56 años que lleva 19 donando. Tras el nacimiento de ... su hijo, que tuvo que ser ingresado en la UCI por complicaciones, se prometió a sí mismo que, si conseguía recuperarse, iba a ayudar toda la vida. «Sangre y órganos», asegura. Todos los años, las reservas de sangre se ven mermadas durante el verano. ¿El motivo? «La gente se va de vacaciones», asegura José Luis Arroyo, director del Banco de Sangre y Tejidos de Cantabria, que deja claro que es esa la razón de la reducción de donantes y no el miedo a donar por el covid o la vacuna. Y ahora llega el momento de reponer, antes de que se retome toda la actividad quirúrgica, también reducida en la época estival.
El inicio de la pandemia y los meses de confinamiento crearon una sensación de incertidumbre que también afectó a las reservas de sangre. En 2019 hubo 21.481 donantes en la región, mientras que en 2020 bajaron a 20.467. Una diferencia que es un reflejo de los meses de encierro. No obstante, Arroyo comenta que las cifras también se explican porque en aquella primera fase la actividad en los hospitales se paralizó para atender la creciente demanda del covid, suspendiendo así operaciones no urgentes. «Nosotros planificamos en función de la demanda y nuestro objetivo no es tener mucha sangre, sino tener la necesaria», argumenta.
El perfil del donante en Cantabria en una persona de mediana edad, mayor de 45 años. Y a pesar de que los hombres puedan donar cuatro veces al año y las mujeres tres, debido a la menstruación, el volumen por sexos es similar. Incluso en 2019 el número de mujeres donantes fue superior. «Es cierto que la gente joven cada vez se lo toma más en serio», asegura Eva González del Campo, médico de la unidad móvil del Banco de Sangre. Una impresión que respalda Ionela Camelia, enfermera del punto fijo de donación de Valdecilla. «Vienen de otras comunidades a donar porque tienen familiares ingresados aquí». En este sentido, González confiesa que cada vez que se encuentra con alguien joven donando le da las gracias mil veces. «Siempre les digo que, si les ha ido bien la experiencia, que se lo digan a sus amigos, necesitamos sangre fresca», asegura.
Eva González
Médico
Alberto Revilla
Donante
Es el caso de Ana Crespo y Lucía Martínez, dos santanderinas de 23 años. A finales de mayo del año pasado un familiar de la primera le avisó de que hacía falta sangre porque comenzaba de nuevo la actividad en quirófano. Y ella fue la que se lo comunicó a su amiga, que el verano pasado, en agosto, se decidió también. Desde entonces, Crespo ha vuelto a donar otras cuatro veces «y no piensa dejar de hacerlo».
Para garantizar las medidas de seguridad, actualmente solo se puede donar mediante cita previa, tanto en el punto fijo como en la unidad móvil. «No pueden llegar 80 personas en una mañana a donar porque no está permitido », asegura González del Campo. Aun así, Arroyo confirma que con este método, «que de momento se mantiene», no se producen menos donaciones. «De alguna manera garantizamos una continuidad porque sabemos cómo están programadas las citas de los donantes».
Hermandad Donantes (@HermandadDonant) August 13, 2021
El director del Banco de Sangre resalta también la importancia de la donación por aféresis, técnica con la que se extraen las plaquetas o el plasma, devolviendo al donante el resto de los componentes. «Es muy importante porque con este proceso podemos obtener tres veces más de plasma que con una donación normal», confiesa Arroyo. El inconveniente es que requiere más tiempo -unos 50 minutos-. Los grupos sanguíneos adecuados para este tipo de donación son el 0 positivo y el A positivo.
Alberto Revilla, uno de los donantes habituales, lleva ya 84 donaciones por aféresis. Frente a las de sangre normal, estas se pueden realizar cada mes. La trascendecia de tener mucho plasma va más allá, ya que hay determinados fármacos que sólo se pueden obtener con él. «No somos autosuficientes para obtener todos los medicamentos a partir del plasma disponible», afirma Arroyo. Se trata de un problema de toda Europa, que se ve obligada a comprárselos a farmacéuticas americanas porque allí pagan por este tipo de donaciones. La solución, en el brazo de los voluntarios.
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