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Los magos de Oriente acostumbraban a traer a nuestras infancias lecturas de fábulas. Aquellos diálogos entre zorros y gallinas resucitaron, el pasado domingo, en la ... homilía de Revilla a sus fieles regionalistas.
El presidente apeló a la ley del corral, donde –advierten las moralejas– solo puede haber un gallo. Exigió a Zuloaga que no le «alborote el gallinero», reconociendo así al nuevo líder su estatus de adversario, negado a las anteriores secretarias generales del PSOE. A quienes parece adjudicar un papel de reparto, coral, poco afortunado desde un punto de vista contemporáneo.
Quizá lo que alborota no es Zuloaga sino la veterana dialéctica de Esopo, que en este trasunto político rezuma naftalina y revela algunas consideraciones de Revilla hacia sus socios, que inducen a malpensar que gusta ejercer de gallo en corral ajeno.
Si la astucia política se cultiva ahora en picardía de fábula, Revilla podría haber personificado al PSOE en un rebaño. Pero a Zuloaga no le adjudicó la condición de oveja negra –cuánto regocijo habría causado entre su resistencia interna– sino de gallo. Confirmándole como un rival a su misma altura.
El conflicto de fondo es que Revilla pretende salir intacto del pacto con un tránsfuga. Un imposible –según ilustra toda moraleja– que, además, contradice sus reiteradas peroratas morales televisivas. Zuloaga, que ni está directamente en el Gobierno ni se conduce con el temor de sus antecesores a perderlo, se enfrenta a la operación buscando otra salida. Desafío que para Revilla es toda una contrariada novedad. Aunque no beneficie a su inspirador, la tentativa perjudica al PRC que se ha retratado defendiendo con insólita vehemencia el acuerdo con el tránsfuga.
Cuando el amo del corral mete al zorro en el gallinero para repartir los huevos no cabe final feliz. A menos que seas el PP del Ayuntamiento de Santander –donde no penaliza pactar con tránsfugas reiteradamente– o que, previamente, los hayas puesto en todos los cestos para irte de merienda con Iceta. Aunque Caperucita también tomó el atajo de la izquierda, la salió el lobo y le comió la tostada. Colorín, colorado. El cuento no ha acabado.
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