Muere Serafín Sedano, capellán del Palacio de la Zarzuela, confesor de reyes y «un hombre sabio»
Testigo de los grandes acontecimientos religiosos de la Familia Real, será enterrado hoy en el cementerio de su Ruijas natal
En Quintanilla de An (Valderredible), una placa y un plaza bautizada con su nombre sirven de homenaje desde hace más de una década a monseñor ... Serafín Sedano Gutiérrez. La localidad valluca fue uno de los primeros destinos como párroco de quien con el tiempo se convertiría en capellán del Palacio de la Zarzuela, en confesor de reyes y reinas, y en testigo de los principales acontecimientos religiosos de la Familia Real. A este servicio dedicó más de tres década de su vida Sedano, quien fallecía este miércoles en Madrid a los 92 años de edad. Cumpliendo con sus deseos, descansará definitivamente en su Valderredible natal, en el cementerio de Ruijas, la localidad donde nació en 1932. La inhumación tendrá lugar tras un pequeño oficio religioso en la iglesia parroquial.
Presente en muchos hitos de la Familia Real –sin ir más lejos, asistió los bautizos de la princesa Leonor o la infanta Sofía– y a buen seguro confidente de sus miembros, se caracterizó, sin embargo, «por la discreción». Es una de las particularidades que subrayan quienes le conocieron. Más allá de «estar treinta años al servicio de la Casa Real, que es como estar al servicio de España», y más allá de jugar un papel en la Transición «desde la lealtad», Serafín Sedano fue «un hombre sabio y discreto», en palabras del productor, guionista y director cántabro Rodolfo Montero, que conoció personalmente al capellán gracias a la amistad que unía a sus familias.
Montero pudo conversar largo y tendido con Sedano en los meses de verano, cuando el capellán dejaba por un tiempo su residencia en Madrid y visitaba su Valderredible natal –«siempre lo llevó en el corazón»– y Oruña, donde tenía una bonita casa junto al río Pas. Allí lo trató Pedro Miguel Rodríguez, sacerdote santanderino que durante diez años ejerció como párroco en esta localidad, en Puente Arce y en Barcenilla de Piélagos. «Vino a saludarme y se presentó como un compañero, como un sacerdote dispuesto a ayudar en lo que se le necesitase. Porque era así: dispuesto y afable», contó este jueves Rodríguez, que conoció por terceros la trayectoria real y los 'galones' de monseñor Serafín, quien, entre otras muchas ocupaciones, ofició la misa dominical de la Familia Real hasta el verano pasado, cuando decidió retirarse.

«Podías visitarle en casa, hablar con él, porque no tuvo nunca muros infranqueables», evoca Rodríguez. Y lo cierto es que su residencia en Oruña estaba rodeada por una cerca de baja altura. Allí pasaba largas temporadas estivales, pero no solo, porque en Oruña encontraba «tranquilidad», sostiene Rodríguez. De hecho, tendía pensado mudarse definitivamente a Cantabria en breve, quizá este mismo verano. «Tenía mucha ilusión por venir a Oruña a descansar».
De Valderredible a Madrid
Tal y como compartió en alguna entrevista, Sedano nació en una familia labriega y ganadera. Tuvo cinco hermanos y pronto entró en contacto con la iglesia: ingresó en el seminario con apenas doce años, en 1944, y además de en Quintanilla de An, dio sus primeros pasos como párroco en enclaves próximos, Sobrepeña, Montecillo y Sobrepenilla, entre ellos.
También ligó su vida al Ejército, y así, tras incorporarse al mismo para cumplir con el servicio militar, en 1963 fue nombrado capellán del Regimiento de la Casa Militar del Jefe del Estado, Franco por entonces. Unos años después, en 1972, cuando se creó la parroquia castrense de San Juan Bautista-Mingorrubio, fue nombrado párroco. Al margen de atender a la guardia de Franco, en esta colonia, monseñor era conocido como don Serafín o don Sera por sus vecinos, que al poco de llegar, y para evitar su marcha, recabaron firmas que hicieron llegar al Palacio del Pardo.
La trayectoria de Sedano discurrió también paralela a la de la monarquía que sucedió al franquismo, de Juan Carlos I a Felipe VI, que este jueves, junto con la reina Letizia, acudió a despedir al religioso al velatorio instalado en la Capilla de los Alabarderos del cuartel El Rey, en Madrid. Ya en la década de 1970, había sido designado capellán de la Casa de Su Majestad y de la Guardia Real. Y precisamente como páter de este cuerpo estuvo el pasado mayo en Santander, compartiendo en El Diario Montañés cómo su vínculo con la Familia Real «va más allá de lo religioso y hay una relación humana». Jubilado oficialmente en 1997, a partir de entonces ofició el servicio religioso de la Casa del Rey, al que acudían la reina Sofía o Felipe VI.
«Y no hay que olvidar que se preocupó mucho por Valderredible. Venía todos los veranos. Su pueblo era su pasión», destacaba este jueves el alcalde del municipio, Fernando Fernández. Él participó en el homenaje que se le brindó en 2013, cuando la plaza central de Quintanilla de An tomó el nombre del capellán. «Recuerdo ese día. Era un hombre muy enraizado en Valderredible, estoy seguro que estaba enamorado de este territorio. Él marchó a Madrid, pero descansará donde quería. Y mañana [por hoy] le daremos su último adiós».
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