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Ana Rosa García
Santander
Domingo, 23 de enero 2022, 07:29
Ahora que las miradas vuelven a detenerse en las residencias de mayores, pendientes del alcance de la entrada en tromba de Ómicron, con capacidad para contagiar a un centro entero en cuestión de días –658 positivos constan en el recuento más reciente entre ... usuarios, más 231 en profesionales–, cabe comparar el impacto de la pandemia antes y después de la campaña de vacunación anticovid. Y las cuentas hablan por sí solas, aunque de fondo siga planeando de forma permanente la amenaza vírica. Según el Informe de Mortalidad de Personas Dependientes de 2021, elaborado desde la Dirección General de Políticas Sociales de la Consejería de Ana Belén Álvarez, el covid sólo ha sido responsable del 5,4% de los fallecimientos registrados en las residencias de mayores de Cantabria, donde se han contabilizado 968 defunciones.
Una situación que dista, y mucho, de la vivida en el primer año de la pandemia (sobre todo en la dramática fase inicial), cuando los centros residenciales se convirtieron casi en trampas mortales, con un virus que se colaba con facilidad, aprovechando las dudas, el desconocimiento y la ausencia de medidas de protección, para atacar a sus víctimas más vulnerables. Entonces, se cobró 248 vidas entre los usuarios de las residencias, que representaron casi el 20% de los fallecimientos por covid de la región en 2020, disparando las estadísticas de mortalidad en la red de atención a la dependencia a niveles nunca vistos. Sólo en los meses de marzo y abril el balance de decesos entre personas dependientes se multiplicó por dos, hasta sumar casi 800 fallecimientos, con el covid como responsable de 135 de ellos (el 35%).
269fallecimientos es la media mensual registrada en 2021 en la red de atención a la dependencia, volviendo a niveles similares a los del periodo comprendido 2015-2019.
2.582dependientes que fallecieron el año pasado tenían más de 80 años. A estos se suman otros 479 de 65 a 79 años; 154 del grupo de 18 a 64 años y siete menores de edad.
El balance de 2021 refleja un escenario bien distinto, donde el avance de la vacunación, que precisamente comenzó en las residencias, permitió relajar restricciones y recuperar rutinas interrumpidas por el coronavirus, aunque sin bajar la guardia, porque los responsables del sector tienen muy presente el dolor y la impotencia de aquel trágico embiste de la primera ola. Con las dosis del suero anticovid se abrió un horizonte de esperanza, aunque el bicho se ha encargado de recordar una y otra vez (y ya va por la sexta) que sigue ahí y que ha venido para quedarse. Pero la vacuna ha cumplido en parte con su principal cometido: frenar la sangría de víctimas. Entre enero y diciembre del año pasado se certificaron 53 muertes por complicaciones de esta infección respiratoria entre las personas que viven en residencias. Es decir, que las otras 915 defunciones registradas en este ámbito se debieron a causas ajenas al virus (el 94,5%). En total, según los datos del Servicio Cántabro de Salud, el negro contador de la pandemia en Cantabria se cerró el pasado 31 de diciembre con 635 personas fallecidas (en lo que va de enero se han añadido otras 39 más). De ellas, 301 tenían como domicilio un centro residencial: las 248 de 2020, que suponían un 62% del total de muertes por covid, y las 53 de 2021, que representan un 22%.
340personas murieron sin llegar a tener valorado su grado de dependencia; otras 107 estaban pendientes de asignar la ayuda y 160 no recibían la prestación a la que tenían derecho
53mayores perdieron la vida por culpa del covid en las residencias de la región en 2021, situación que dista de los 248 que murieron durante el primer año de la pandemia.
Una evolución que ha permitido al Sistema de la Atención a la Dependencia volver a los registros previos al estallido de la pandemia, cuando la media anual de expedientes cerrados por defunción entre 2015 y 2019 ascendía a 274, con pequeños picos en los meses que coincidían con la epidemia de gripe (entre diciembre y enero). En esos mismos niveles se ha cerrado también 2021, con «oscilaciones notables que seguramente tienen un correlato con las sucesivas olas de contagios», como recoge el informe de Servicios Sociales. Así por ejemplo, entre agosto y septiembre, en el marco de la quinta onda covid, la cifra repuntó por encima de la media mensual e incluso del verano de 2020, cuando se disfrutaba de la primera tregua pandémica (la segunda ola empezó a gestarse justo en ese momento). A medida que se fue desplegando la campaña de vacunación, el volumen de contagios en las residencias bajó de forma drástica. Gestores y usuarios respiraron y los hospitales confirmaron el alivio en la presión. Hasta que la variante Ómicron, más contagiosa y que esquiva sin problema la barrera vacunal, ha vuelto a encender las alarmas en esta sexta ola, de dimensiones gigantescas, para poner a prueba la resistencia de las terceras dosis entre los mayores.
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PERFIL El 80% de los dependientes fallecidos a lo largo de 2021 tenía más de 80 años, con mayor número de varones
SIN AYUDA 170 personas murieron sin llegar a tener asignada una prestación y a 160 no les dio tiempo a disfrutarla
TRASLADADOS Entre los 53 residentes víctimas del covid, 37 fallecieron en el hospital y 14 en el centro de Suances
COMPARATIVA En 2020 fueron 248 las vidas que se cobró el virus en las residencias de mayores de la región
MORTALIDAD Casi 800 defunciones de dependientes se contaron entre marzo y abril de 2020, el doble de la media
En conjunto, a lo largo del año el Instituto Cántabro de Servicios Sociales (Icass) cerró por fallecimiento 3.222 expedientes del sistema de atención a la dependencia, el 12% de los que estaban activos, aunque no todas estas personas estaban reconocidas como dependientes –2.882 sí constaban como tales, aunque 267 no disfrutaban aún de su pertinente ayuda– y alguna, aún estándolo, no había llegado a percibir prestación alguna, bien porque no cumplía los criterios de asignación o porque no se había completado el proceso por alguno de los motivos posibles: renuncia, desistimiento, caducidad... En concreto, aunque habían tramitado la solicitud, 340 personas murieron sin llegar a tener reconocido su grado de dependencia, en función del cual se determina el tipo de ayuda a la que tiene derecho. Otro de los datos que destaca del informe es que la mortalidad es ligeramente superior entre los dependientes hombres (1.913 fallecidos varones, frente a los 1.309 que corresponden a mujeres), predominando en un 80% los que superan los 80 años (se cuentan 2.582 muertes a partir de esa edad). En el grupo de 65 a 79 años, se registraron el año pasado 478 fallecimientos entre los beneficiarios de la ley de dependencia, más otros 154 repartidos entre las edades de 18 a 64; y siete en menores de 17 años.
De esos 2.882 dependientes reconocidos que sí tenían asignada alguna prestación en el momento de su muerte, 968 vivían en una residencia de mayores (el 37%). Los otros 1.647 lo hacían en su propia casa o en la de algún miembro de su familia. De ahí que en la mayor parte de los casos (1.274) percibieran la prestación económica para cuidados en el entorno familiar, que siempre es la más demandada. También había asignados entre los fallecidos 420 servicios de teleasistencia, 354 de ayuda a domicilio y 208 plazas en centros de día, habiendo algunos dependientes con dos prestaciones simultáneas.
Yesa proporción se mantiene cuando se analiza el reparto de las prestaciones entre el total de dependientes en Cantabria. El año pasado fueron más de 10.000 las personas que ingresaron la cuantía económica destinada al cuidado en casa, mientras que 5.918 contaron con una plaza en una residencia de mayores, el segundo recurso más solicitado y que mayor lista de espera acumula, sobre todo cuando se aspira a un centro en concreto y se declinan las opciones iniciales ofrecidas desde la Administración. Por detrás de estas ayudas, la que tiene más beneficiarios es la teleasistencia, con 3.065 usuarios; mientras que 1.997 utilizan los centros de día y 1.718 hacen uso del servicio de ayuda a domicilio.
A mediados de diciembre las residencias de mayores podían presumir de estar libres de covid, inmersas en la relativa tranquilidad que aportaba el despliegue de las terceras dosis de la vacuna. Hasta que la variante Ómicron ha acabado llegando para desencadenar el mismo efecto que el contagio masivo de la población, un gran volumen de casos aunque con una tasa de ingresos inferior al de las olas previas –se calcula que gira en torno al 2%–. Allí donde ha irrumpido el virus, se ha propagado sin freno, llegando a dejar centros con prácticamente todos sus usuarios infectados. En total, hay medio centenar de residencias que vuelven a revivir las complicaciones de los brotes de positivos entre sus residentes (aunque hay un alto número de casos asintomáticos) y, sobre todo, en sus plantillas, con el problema añadido de que no disponen de profesionales suficientes para cubrir las bajas. En menos de un mes han pasado de cero a mil contagios.
La residencia Virgen del Pilar, en Santa María de Cayón, con 68 positivos, de los que 61 son residentes (6 ingresados) y 7 trabajadores, es la que registra en estos momentos más contagios. Le siguen Vitalitas San José de Astillero, con 44 usuarios y 16 profesionales; San Francisco II de Reinosa (con 40 y 10, respectivamente), o La Alborada, en Torrelavega (con 35 y 8), entre otras. En conjunto, son más de 650 los residentes y 231 los trabajadores del sector infectados a día de hoy.
Los hospitales, que soportan desde comienzos de enero la mayor presión asistencial desde el estallido de la pandemia, sí que han percibido en los últimos días un creciente número de ingresos de personas mayores, tanto procedentes de las residencias –hasta 46 hospitalizados hay en estos momentos, según el recuento más reciente del Icass– como de fuera de ellas. De hecho, el perfil de las últimas víctimas –siete de golpe en la jornada del jueves, los dos confirmados el miércoles, más los cuatro fallecidos el viernes– es coincidente: más allá de los factores de riesgo añadidos que pudieran tener, que no trascienden en el informe diario facilitado por Sanidad, todos contaban con más de 80 años.
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