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LAURA FONQUERNIE
Domingo, 23 de enero 2022, 07:29
La saturación del personal sanitario urge una solución. En Urgencias ya no dan abasto, mientras aumenta la cifra de hospitalizaciones y en Atención Primaria siguen desbordados entre las agendas, cientos de llamadas y trámites burocráticos. El boom de los contagios durante la sexta ola disparó ... la carga del sistema público de salud cántabro, que aguanta una altísima demanda asistencial a causa de la variante Ómicron. Las manos disponibles ya no son suficientes para atender a la población sin que se resienta la atención de los pacientes. Y eso, sin olvidar las exigencias de la campaña de vacunación autonómica en la que también colaboran. El problema es evidente: hace falta más personal, pero no había bolsas de empleo de las que tirar. «Te dicen que no hay de quien echar mano y no eres capaz de decir que no», reconoce María Ángeles Saiz, una de las nueve enfermeras jubiladas que ha respondido al último llamamiento de la Consejería Sanidad para aliviar el sistema. Así, tras recibir la llamada del Colegio de Enfermería, a principios de enero se incorporó a los turnos de la plantilla de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica e Intervención de Liencres encargada, entre otras tareas, de administrar las dosis contra el covid en el Palacio de Deportes de Santander. Nueve enfermeras y tres médicos. En concreto, dos de familia y un pediatra. Justo donde hay más carencias.
Saiz ha sido enfermera «toda la vida». Trabajó en las Unidades de Cuidados Intensivos y en las Urgencias del Hospital de Valdecilla. Apenas llevaba un año jubilada cuando se enteró de la necesidad de personal sanitario y «me apunté», explica concisa. Sobre todo, tras cerciorarse de que, efectivamente, «no había gente» a la que recurrir. Ni personal joven ni titulados. Los recursos humanos brillaban por su ausencia. Así que prefirió aprovechar la oportunidad de ayudar en plena expansión del coronavirus en lugar de dejar pasar el momento sabiendo que podía haber echado una mano.
¿Y cómo ha sido la vuelta? Diferente. «Esto no tiene nada que ver porque ahora sólo te dedicas a vacunar». Su tarea estas semanas se parece poco o nada al que fue su trabajo durante décadas. Aquí no hay idas y venidas, como le ocurría en el hospital. No es el mismo trajín. En el vacunódromo inoculan una media de 1.000 dosis diarias por turno (mañana y tarde) y se dedican a informar a la población. «Estamos centradas en esto», añade. No obstante, reconoce que trabaja «a gusto porque sabes que vale la pena». Aunque también tiene momentos incómodos como pasar frío en el interior de la instalación o estar todo el día de pie en el mismo sitio. Pero no importa, ni se queja demasiado. «Esto es voluntario y asumimos lo que surja», subraya. Dada la situación excepcional, tanto su presencia como la de sus compañeras es clave. Sin embargo, ellas prefieren no darle demasiada importancia y lo asumen casi como su responsabilidad con la ciudadanía.
Milagros Ontañón - Enfermera
Pilar Gómez - Enfermera
María Ángeles Saiz - Enfermera
En el punto de vacunación masiva ubicado en la capital cántabra le acompaña en el mismo horario Pilar Gómez, otra enfermera jubilada que trabajó durante «muchos años» en el hospital, contaba este jueves entre risas. Tantos que casi ni se acuerda. Coincide con su compañera en la razón por la que respondió al llamamiento de la Consejería y se sumó a la campaña. «Si hace falta, vengo. No lo tuve que pensar dos veces», señala de manera contundente. Quizá sea que lo llevan en el ADN. El caso es que, si su presencia hace falta, no le dan demasiadas vueltas.
«Creo que todos hemos pensado lo mismo», opinaba Gómez tras finalizar su turno. A ella la jubilación le duró un año y medio antes de reincorporarse a la estrategia de vacunación que, al menos, le ha servido para volver a coincidir con viejas compañeras. «Ha estado bien poder reencontrarse con gente que llevabas tiempo sin ver», señala a su lado Milagros Ontañón, que también colabora desde principios de enero. Ella se jubiló en noviembre de 2020,- por lo que pasó la parte más dura de la pandemia luchando contra el virus en primera línea y se jubiló tras ocho meses de crisis sanitaria. Un parón que apenas le duró unos meses. En concreto hasta el verano, porque entonces pasó también un mes ayudando a desahogar la carga de trabajo que también desbordó la cadena asistencial.
En la sexta ola no es la primera vez que los sanitarios jubilados han arrimado el hombro. Primero lo hicieron en marzo del 2020, justo durante el peor momento de la crisis sanitaria. Entonces se dedicaron, sobre todo, a resolver dudas en el teléfono covid que habilitó la Consejería además de reforzar las tareas de rastreo de los casos positivos. «Ir allí era lo menos que podíamos hacer sabiendo lo que estaban haciendo compañeros nuestros en el hospital. No ha sido nada meritorio», contaba Daniel Casanova en El Diario Montañés el pasado mes de junio. Este cirujano jubilado del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla fue voluntario en la línea 900. Desde allí atendió decenas de urgencias en los inicios de la crisis sanitaria.
La siguiente llamada llegó durante el verano -cuando la campaña de vacunación había cogido buen ritmo-. Sanidad volvió a recurrir a personal de Enfermería ya inactivo para colaborar en el proceso de inmunización. Al menos nueve enfermeras respondieron en esa ocasión al llamamiento. En esta ronda también han sido nueve las profesionales que durante el mes de enero están inoculando dosis en el vacunódromo, en turno de mañana y tarde. En esta segunda tanda, pasadas las 14.00 horas, comienza la jornada de Isabel González, que sigue diciendo: «Soy enfermera». Porque una no deja de serlo por mucho que ya no esté en activo.
Si algo comparten todas las trabajadoras es que respondieron al mensaje de Sanidad sin tener que escucharlo dos veces. «Llamé al Colegio y les dije que estaba para lo que necesitasen». Isabel repite en la estrategia porque ya vacunó durante el verano y ahora «he vuelto porque había que apresurar», resume. Y es que la situación sanitaria «no daba para más». Durante semanas los nuevos casos pulverizaron récords a diario: después de Nochevieja se contabilizaron más de 2.200 contagios en un solo día. El pasado jueves se registraron 1.958. Actualmente hay 218 personas hospitalizadas, de ellas 27 están en la UCI. «La salud de la gente nos implica», añade la enfermera, que tiene claro que si ella puede ayudar, allí estará. Una vuelta al trabajo que «estuvo muy bien, porque estuvo a gusto con sus compañeros». Es más, en su última jornada le regalaron un ramo de flores que recibió muy feliz. Lo único a lo que tuvo que adaptarse durante su tiempo en el centro de salud de El Alisal fue al nuevo sistema informático. «Ahí necesité algo de refuerzo». Pero se puso al día rápido.
Estos sanitarios son un pequeño alivio para unas plantillas que acusan también el número elevado de bajas laborales. Y han permitido aumentar el ritmo de la vacunación.
La decisión de recurrir al personal sanitario jubilado no se ha adoptado únicamente en Cantabria. Otras comunidades autónomas, como es el caso del País Vasco, Galicia o Asturias, también han optado por personal que no está en activo para aliviar la gran carga asistencial que procura esta última ola pandémica. Osakidetza buscó en estos profesionales la posibilidad de aligerar la sobrecarga de trabajo que acusan los médicos de familia en la Atención Primaria, una de las áreas más expuestas en las últimas semanas. Tramitarán, sobre todo, bajas. Por otro lado, en Asturias, se han reforzado los equipos con trabajadores retirados. A 5 de enero ya se habían incorporado 33 enfermeras y 19 profesionales médicos a las plantillas de las distintas áreas sanitarias.
Por franjas
Más de 280.000 cántabros tienen ya la dosis de refuerzo y a estas alturas el 14% de la franja de 30 a 39 años ya la ha recibido, según el informe delMinisterio de Sanidad que actualiza a diario con los datos nacionales. Del siguiente grupo etario (de 20 a 29 años), de momento solo a uno de cada diez le han administrado el tercer pinchazo. También continúa la estrategia entre los más pequeños (21.644 niños ya han sido vacunados). En concreto, el 53,9% de la franja de 5 a 11 años ya tiene al menos una dosis, mientras el 3,2% cuenta con la pauta completa. En general, Cantabria se sitúa por encima de la media.
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