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En 1971 inició su trabajo profesional ya muy enfocado a estudiar el desastre urbano y a tratar de ordenarlo mediante la redacción de planes generales ... y diseño, primero en ciudades de mayor tamaño y, desde 1980 hasta la jubilación, también en numerosos municipios rurales de Cantabria. El arquitecto y urbanista Eduardo Ruiz de la Riva, profesor de la Universidad de Cantabria y autor de 'Casa y aldea en Cantabria', o el reciente estudio 'El Territorio de la aldea', entre otros, fue distinguido recientemente por sus colegas tras 50 años de una trayectoria plena de mérito en lo profesional, académico y colegial, «en la promoción y defensa del patrimonio tradicional y del urbanismo en el ámbito y el entorno rural de Cantabria». Profesor invitado en universidades nacionales e internacionales, autor de una veintena de libros, su trabajo ha sido galardonado en diferentes premios, entre otros dos Menciones Especiales en los Premios Nacionales de Urbanismo (1978 y 1987), Medalla de Honor de los Premios Europa Nostra (1989), o el Premio de Investigación UC.
-¿Cómo vive su alejamiento de lo profesional tras más de medio siglo de trayectoria?
-Agradecido por haber tenido la fortuna de trabajar en una profesión maravillosa. Y lo vivo como algo normal, parte del proceso natural. La vida son etapas y esta es otra nueva. Te permite tener tiempo para otras actividades y poder hacer muchas cosas que estaban pendientes, pero antes he debido dedicar dos años a inventariar y ordenar el archivo.
-¿'El Territorio de la aldea' es su gran legado?
-En el campo del estudio y la investigación quizás lo sea 'Casa y aldea en Cantabria', publicado en 1.991, fruto de mi tesis doctoral presentada el año 1989. 'El territorio de la aldea' publicado en 2011 y realizado por encargo de la Fundación Botín, junto con Eduardo Cabanas y Pedro Fernández, completa y cierra aquella investigación anterior.
-¿Se puede o se debe entender el paisaje?
-Cuanto mejor se conoce, mejor se entiende. O sea, que se puede y además es muy satisfactorio comprender e interpretar el paisaje que tenemos delante de nuestra mirada, pero me ha costado toda una vida llagar hasta aquí y solo estoy en la puerta de entrada. Los habitantes del medio rural conocen su territorio con detalle, el nombre de cada camino, de cada cotero, de cada finca o invernal, cada recodo del río... Su paisaje es su territorio, lo usan y lo cuidan con mimo pues de ello depende su supervivencia y la de sus descendientes.
-Luis Fernández Galiano dice que su generación ha fracasado: «Hemos hecho edificios formidables y ciudades desvencijadas...». ¿Lo comparte?
-Sí, lo comparto plenamente, pero hace ya décadas que el problema urbano en España era acuciante después de los años del desarrollismo en los 60-70 del pasado siglo. También es cierto que una parte importante de los profesionales orientó su trabajo a la construcción y no a la planificación, soslayando el problema urbano cuando nuestras ciudades y territorios crecían de mala manera. Está claro que el desarrollo urbano y territorial no ha merecido la atención suficiente y ahora hay que remendar los desmanes del pasado.
-En materia de intervención en el paisaje, ¿hemos pasado quizá de la dejadez a la prohibición?
-Ni dejadez ni prohibición, ordenación de calidad, entendiendo la complejidad de relaciones e intereses que confluyen entre el hombre y su entorno. Elaboración de planes contando con la opinión y conocimiento que las generaciones que habitan un territorio tienen de su entorno, donde viven y trabajan. Su participación es imprescindible y con todo derecho. Hoy Cantabria es una ciudad región o una región ciudad, con un territorio donde lo rural y lo urbano a veces está muy entrelazado, sobre todo en las tierras bajas y el litoral.
-¿Hay muchos debates pendientes sobre nuestro patrimonio?
-Es muy complejo pues, a mi juicio, casi todo lo existente tiene un cierto valor patrimonial en algún sentido. El problema es cómo seleccionar lo más valioso para protegerlo o recuperarlo si fuera necesario, poner de acuerdo las diferentes valoraciones y contar con medios para ello. Hace falta sentido común, respeto, conocimiento y voluntad.
-El Nansa y esa 'ciudad de las aldeas', ¿es un buen ejemplo de lo que debe hacerse con criterio?
-En el Valle del Nansa se pudo mostrar la conservación de un modelo tradicional muy inteligente en la ordenación y utilización del territorio y sus recursos por parte de las sociedades que lo habitaron al menos desde la Edad Media hasta nuestros días. Es un buen ejemplo para sacar conclusiones y criterios para las decisiones contemporáneas.
-'Construir sin destruir'. Suena más a grafiti ingenioso que a verdad...
-Sí, fue el resultado de varios trabajos realizados en los cursos sobre patrimonio que en los 90 se impartían en la Fundación Botín, publicados en un libro con ese título. Creo que es posible construir con respeto a lo existente y tratando de causar el menor impacto negativo posible y sobre todo no destruir huellas valiosas. ¿Acaso no puede el trazado de una carretera desviarse lo justo para no arrasar un bosque relicto o un conjunto arqueológico descubierto al hacer la excavación? Hoy en día ya se hace de esa manera y creo que es un criterio al que se debe tender en todos los proyectos, ya sea en territorios rurales o urbanos.
-¿Qué desarrollo puede tener el sector turístico en una zona sensible?
- Siempre es posible encontrar opciones compatibles respetando las zonas más sensibles y valiosas, para orientar el desarrollo en los lugares con el menor impacto. Ello requiere buenos trabajos de ordenación, tiempo, voluntad de consenso entre los agentes implicados y, por supuesto, también proyectos de edificación adecuados. Un buen ejemplo en Cantabria es el proyecto del nuevo Museo Altamira, en un lugar superdelicado y frágil, que ha resuelto de manera brillante el compromiso con el lugar. En otra escala tenemos por ejemplo el caso de la isla de Menorca, con una presión turística muy potente, donde han sabido hacer compatibles el turismo y la conservación de un paisaje muy valioso.
-¿Ha existido una valoración tardía del patrimonio arquitectónico?
-A principio de los años 70 se inicia un proceso importante de estudio y protección de los cascos históricos en el corazón de nuestras ciudades, las cuales se estaban destrozando con el derribo de edificios, palacios y conjuntos urbanos casi completos. Lo antiguo estorbaba en el nuevo desarrollo urbano preponderante. Con los edificios ha ocurrido lo mismo, la conciencia de la conservación ha surgido cuando ya se ha destruido una parte significativa del patrimonio arquitectónico heredado. El problema aún no está plenamente resuelto.
-¿Cree que alguna de las grandes edificaciones emblemáticas y de autor europeas tendrían una malla sobre sus fachadas, pocos meses después de su construcción, caso del Centro Botín?
-Hay obras y soluciones constructivas muy arriesgadas, experimentales en cuanto que no existen precedentes con anterioridad y en este caso está claro el riesgo y puede ocurrir lo que usted señala. Estamos viendo edificios sumamente excepcionales en su diseño y en su construcción, así que no sería de extrañar que ocurra. Nuevos materiales, soluciones estructurales desconocidas, formas espectaculares para diseñar edificios singulares en lugares privilegiados, etc, etc. El caso del Centro Botín se repite por todo el mundo y en esta época muchas ciudades apuestan por este tipo de arquitecturas aún con el riesgo y los costes que ello implica.
-¿Se imagina un puente sobre la bahía de Santander?
-Mi imaginación no llega a tanto y creo que el lugar es maravilloso como está, pero si el desarrollo futuro lo hace aconsejable, ¿qué hacer? Le diré que estos son los retos de una sociedad y ahí está el 'Golden Gate' en San Francisco que cada día es más bonito.
-¿La clave es que durante mucho tiempo lo peor de la arquitectura urbana invadió el paisaje?
-Eso es parte del problema, pero creo que las claves están en la falta de conciencia sobre el propio valor del paisaje, en gran medida por su desconocimiento, y en la falta de planes de ordenación para garantizar la inserción de las nuevas edificaciones en el lugar adecuado. Si no hay planes que aseguren una buena ordenación del territorio y se construyen malos edificios, el daño al paisaje está garantizado, como por desgracia aún ocurre.
-¿Falta implicar más al ciudadano en debates sobre su entorno?
-Sin duda, y se debe fomentar con sinceridad la presencia y el interés del ciudadano en todos los temas que afectan a su entorno. Son asuntos que nos afectan a todos y no deben hablarse solo en el bar o a 'medio escondidas' como temas menores. Faltan foros y medios para desarrollar plenamente la cultura de participación y escuchar todas las opiniones, falta empatía para convertir en un hecho positivo el debate de los ciudadanos por su entorno. Es muy necesario y conveniente para el conjunto de la sociedad.
-¿La educación es el factor para concienciar a las nuevas generaciones ?
- La educación es básica para concienciar y sobre todo para mejorar el conocimiento del patrimonio regional y de todo lo que estamos tratando. Es la clave. Es más fácil destruir lo que no se conoce o aprecia que aquello que conocemos y valoramos como parte de nuestros bienes comunes y de nuestra identidad colectiva para legarlo a las generaciones futuras. Lo que más daño ha hecho al patrimonio regional es el desconocimiento de su valor como patrimonio y recurso potencial, y en algunas ocasiones permitir que algún desaprensivo lo dañe, aspectos que a veces pueden darse al tiempo.
–¿Se han hecho muchos disparates?
–Por desgracia sí, no hay más que ver la costa de nuestro país y la periferia de algunas ciudades. El año 1976 redacté un informe sobre 'la destrucción del paisaje litoral en Cantabria' siguiendo en parte la estela del geógrafo Martínez de Pisón. Entonces los desmanes ya eran muy alarmantes y, aunque las cosas han mejorado, todavía se siguen produciendo aunque en menor medida.
–¿Esa tendencia es culpa de una cadena de factores y de decisiones demasiado enquistadas en el tiempo?
– Sí, entre otros. Afortunadamente la conciencia actual es más exigente y los errores del pasado pueden en cierta medida ayudar a que no se repitan en el futuro. Cantabria tiene herramientas tales como un Plan de Ordenación del Litoral, un libro guía sobre 'el paisaje en la ordenación del territorio', una ley sobre la protección del paisaje, entre otras medidas que van en esa dirección. Se trata de utilizarlas de forma adecuada si hay voluntad de hacerlo.
–Una pregunta primordial, primaria, pero necesaria: ¿de quién es el paisaje?
–Es una herencia recibida producto del medio natural y de las intervenciones acumuladas en diversas 'capas' por las generaciones y civilizaciones que nos precedieron. Creo que pertenece al conjunto de la sociedad que lo habita y a cada uno en particular en aquello que le atañe. No olvidemos que el paisaje es nuestra interpretación del territorio y este tiene dueños.
–¿Sobran leyes y faltan criterios comunes, lo que se dice un proceso coherente?
–Se trata de aplicar y gestionar las leyes existentes, adaptarlas en lo necesario al transcurso del tiempo y sobre todo de voluntad en los responsables públicos para hacer el gran esfuerzo que supone desarrollar el planeamiento territorial que garantice un desarrollo ordenado y respetuoso con el paisaje y la herencia cultural recibida. Es un proceso irreversible, lo contrario es desorden, degradación del paisaje y una regresión en términos históricos y culturales.
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