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Varios jóvenes toman un baño en la unión de los ríos Deva y Quiviesa en el centro de Potes.

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Varios jóvenes toman un baño en la unión de los ríos Deva y Quiviesa en el centro de Potes. Pedro Álvarez

A falta de piscinas, a mojarse al río

Chapuzón de verano. Los arroyos ganan peso como plan alternativo para disfrutar del baño allí donde no hay playas ni piscinas, aunque los alcaldes muestran su preocupación por la falta de restricciones y control

Lucía Alcolea

Cabezón de la Sal

Domingo, 5 de julio 2020, 07:43

Cantabria comienza el verano con la mayoría de piscinas municipales cerradas. La dificultad de cumplir con las medidas de seguridad e higiene en espacios al aire libre donde sin embargo el coronavirus puede circular a sus anchas, ha llevado a muchos alcaldes de la región a prescindir de estos lugares de agua azul. Una decisión que es en cierto modo como 'tirarse a la piscina', ya que los bañistas buscan ahora zonas alternativas, como los ríos o pozas, donde no existen reglamentos, distancias ni aforos, sin cuyos tres conceptos es complicado despistar al virus. Aunque en un principio los gestores municipales se mostraron dubitativos sobre si abrir estas instalaciones al público con la llegada del verano, finalmente tan solo en siete municipios cántabros funcionan las piscinas a día de hoy. Tres de ellos, Cabezón de la Sal, Entrambasaguas y Santa María de Cayón, cuentan con vasos al aire libre, el servicio es gestionado por empresas externas que mantienen el aforo limitado y es obligatorio el uso de mascarillas en zonas comunes. También se han instalado varios carteles informativos junto a dispensadores de gel desinfectante. En Medio Cudeyo fue sin embargo la propia empresa que dirige el servicio quien decidió mantener cerrada la piscina, al considerar que no reunía las condiciones necesarias para garantizar el distanciamiento social. En Meruelo –otra de las localidades que mantiene abiertas sus piscinas descubiertas– se toma la temperatura de los usuarios y se recogen sus datos. Santander, Torrelavega y Potes tan solo mantienen operativas las piscinas cubiertas. Las instalaciones de Vega de Liébana y Penagos se encuentran en obras y, si todo va bien, se abrirán en el mes de agosto. El resto de municipios de Cantabria ha optado por mantenerlas cerradas durante este verano.

En vista de las circunstancias, los usuarios que no disponen de playas cercanas a sus municipios optan por bañarse en el río, una vieja costumbre que durante los dos próximos meses se va a practicar más que nunca. Algunos alcaldes admiten estar preocupados ante la situación que se repite en zonas aledañas a los ríos, con jóvenes, y no tan jóvenes, bañándose sin restricciones. Sucede en Villapresente (Reocín), en el área recreativa conocida como 'Camarao', a los pies del río Saja. «Suele estar masificado porque se junta gente de otros municipios y se organizan comidas campestres», explica la alcaldesa pedánea, Margarita Martínez, que está estudiando la posibilidad de cerrar el parque ante las dificultades a la hora de controlarlo.

El alcalde de Reocín, Pablo Diestro, añade a este problema el vandalismo que practican algunos usuarios, «destrozando los árboles y tirando la basura al suelo». Los políticos se plantean «colocar carteles explicando la normativa». «Tampoco podemos hacer mucho más», se resignan.

Diestro considera que con el cierre de las piscinas municipales «es probable que acudan más chavales al río a bañarse, donde es imposible establecer un control de aforos al tratarse de grandes extensiones». El puente de Santa Isabel es otro de los lugares del municipio elegidos para disfrutar del agua dulce, donde el regidor recuerda que saltar «es peligroso, porque tras las últimas inundaciones los pozos se han llenado de piedras». Sucede algo parecido en otro puente, el que une Cabezón de la Sal y Mazcuerras, situado en Vernejo. Desde allí los jóvenes no se tiran. No hay caudal suficiente. «Solo se bañan y disfrutan del sol», confirma el alcalde, Víctor Manuel Reinoso.

Tres bañistas se lanzan al río Pas en Puente Viesgo. Sane

La Policía Local atraviesa la zona varias veces al día para controlar el aforo. La escena de los jóvenes bañándose en el río que en Cabezón puede llamar la atención, en el municipio de Puente Viesgo pasa desapercibida. O pasaba. Ahora con el coronavirus el tema comienza a preocupar al alcalde, Óscar Villegas. «Hemos percibido mayor afluencia de bañistas tanto en el parque de Pontoneta como en la zona de la presa, donde pueden llegar a juntarse hasta cien personas, que no siempre son prudentes ni guardan la distancia de seguridad». Parece que el coronavirus «se les ha olvidado», lamenta el regidor.

En Entrambasaguas (Trasmiera) preocupa el río Miera a su paso por la presa de tabacalera, a la altura de la zona conocida como El Bosque, donde suelen acudir jóvenes a refrescarse a pesar de que «el baño no está permitido», recuerda la alcaldesa, María Jesús Susinos. En este enclave fallecieron dos hermanos por un cúmulo de fatalidades en septiembre de 2018, pero las desgracias también se olvidan. Los alcaldes se afanan en colocar carteles informativos para suplir la frágil memoria de algunos usuarios, pero no siempre funcionan.

La Guardia Civil ha tenido que intervenir hasta en dos ocasiones en los pozos de Liencres –conocidos como Negro e Isla– para desalojar a la gran cantidad de personas que se habían concentrado para disfrutar del buen tiempo. «Cuando todavía estábamos en fase 2 se veían grupos de hasta treinta personas que habían quedado para darse un baño», apunta el alcalde, Santiago Rego. Una tradición difícil de combatir.

Ante esta problemática, los alcaldes apelan a la responsabilidad individual. El de Potes, Javier Gómez, explica que también en la localidad lebaniega los paseantes aprovechan para ponerse en remojo bajo la Torre del Infantado, «justo en el punto donde se unen el río Deva y Quiviesa». Hay una senda fluvial y meterse al agua debe resultar de lo más apetecible. El enclave se encuentra en pleno casco urbano. Aún así, Gómez asegura que esta práctica «no es algo usual entre los vecinos, sino más bien entre turistas y de forma esporádica».

En Potes están abiertas las piscinas climatizadas, «que cuentan además con una pequeña zona ajardinada» que hace de solárium, pero ya lo dice el alcalde: «No es lo mismo bañarse en una piscina descubierta en agosto que en una cubierta». Por eso dan ganas de tirarse al río.

El cauce medio del Besaya es precisamente la opción más atractiva para los vecinos de Cartes, Molledo o Los Corrales de Buelna, que no cuentan con piscinas abiertas, especialmente para los jóvenes a los que no les frena la temperatura a veces extremadamente fría de los arroyos. En Villayuso (Cieza) la gente siempre se ha bañado, y se baña, en el pozo 'Clarisa'. Hay tramos del cauce a los que los propios vecinos han llegado a poner nombres como si fueran playas.

En el valle de Iguña los ríos se convierten en zonas recreativas en verano. Sucede en Arenas de Iguña, entre el río Besaya, la 'Peñona y 'Los Llares', donde hay al menos tres pozos. En Molledo casi todo el mundo se ha tirado alguna vez en los pozos de Puente del Rey. Yes que cuando aprieta el calor en las zonas interiores de Cantabria no hay quien pueda resistirse a un baño de agua fría. Y es más que previsible que con la situación actual, la afición de vecinos y visitantes por disfrutar de los ecosistemas fluviales con total libertad se acentúe a lo largo del verano, a medida que apriete el calor, sobre todo en las zonas interiores de la región donde no hay piscinas abiertas. Queda en manos de los regidores dar con la fórmula para controlarlo y evitar que este tipo de actividades puedan llegar a convertirse en nuevos focos del covid-19.

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