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Ana del Castillo
Santander
Viernes, 12 de abril 2019, 07:25
«No creo que ese hombre circulara en dirección contraria intencionadamente, no creo que quisiera hacer daño. Algunos me preguntan si la familia me ha llamado, pero no lo necesito. Han perdido a un familiar. A su padre, a su esposo... Lo siento mucho por ... ellos. No tengo ningún rencor. Ha sido un accidente y son cosas que pasan», explica con una serenidad que llega a emocionar Álvaro Alegría, el cántabro de 37 años que conducía el Peugeot 407 que chocó frontalmente el pasado sábado con el de José Gándara Haro -de 84 años-, única víctima mortal del accidente.
Alegría se dirigía junto a su familia -su mujer Natalia Franco, embarazada de tres meses, y su hija de 17 años- a ver «al crío pequeño» que jugaba un partido de baloncesto en el colegio Los Agustinos, en Santander. Iban ya por Hoznayo. Circulaba tras otro vehículo por el carril derecho de la A-8, miró por el retrovisor y se dispuso a adelantar. «Me cambié de carril y en ese mismo momento, boom. No llegué ni a verle», explica a este periódico.
No tiene ninguna intención de buscar polémica. A pesar de la cercanía del suceso, ha prescindido del rencor y su objetivo ahora es recuperarse de las heridas de gravedad para poder estar junto a su familia. A corto plazo, su primer deseo es pasar de la cama en la que está postrado desde que le operaron de urgencia el sábado a la silla de ruedas: «Salir de la habitación del hospital e ir a la calle y coger aire. Eso ya me dará la vida». Se enfrentó al golpe con la parte izquierda de su cuerpo, la peor parada: «Tenía doble fractura de fémur, el tobillo destrozado y el cúbito y el radio rotos. El brazo estaba deformado».
Alegría -«nacido en la residencia Cantabria», aclara- es de Castro Urdiales «de toda la vida» y trabaja como pescador. «Tengo un barco en Santoña y si nos ponemos a hablar del verdel todavía nos lleva más rato que esto», bromea. Su entereza sorprende, sobre todo la que se desprende de sus palabras cuando recuerda el trágico accidente. «Leí lo que publicásteis. La verdad es que no creo que ese hombre quisiera provocarlo. Quizá habría que revisar las limitaciones de la edad para conducir. Si una persona pierde los reflejos... Estoy seguro de que ese hombre pensaba que iba bien», apunta desde la cautela.
Su mujer y la menor están bien, todo lo bien que se puede estar después de pasar por algo así. «Natalia ha tenido pérdidas desde el accidente, pero ayer se hizo pruebas y el bebé está bien. Y a la niña le duele todo el cuerpo, está llena de moratones y no ha ido a clase. Lo está pasando mal, tiene pesadillas y no duerme por las noches, nos van a poner un psiquiatra», añade aliviado por haberse llevado él lo peor y no su familia.
Álvaro está al otro lado del teléfono buscando las palabras que definan el agradecimiento que siente hacia los servicios de emergencia -sanitarios del 061 y la DYA Cantabria, bomberos de Santander, 112 y Guardia Civil- que les atendieron tras el siniestro. «Siempre les voy a llevar dentro. No me imaginaba que una persona, sin conocerme de nada, pudiera portarse así conmigo, como si fuera su hermano. Estuvieron desde el primer momento hasta que me subieron en la ambulancia dándome ánimo. Se portaron como los profesionales que son. ¡Y las enfermeras de Valdecilla también!», cuenta esperanzado por poder volver a casa dentro de quince días, «no me quiero hacer ilusiones».
Nos alegramos mucho de que vayas recuperándote poco a poco.
— 061 Cantabria (@061Cantabria) 11 de abril de 2019
Supongo que se te ha pasado, porque no lo sabías, pero los bomberos que te ayudaron fueron @BombSantander https://t.co/TijkPNxZpQ
Quiere aclarar una última cosa. «Yo no había tenido ningún accidente reciente, el último que tuve fue hace diez años, pero sí es verdad que me crucé con otro coche en dirección contraria hace unos cinco, a la altura de Solares, que posteriormente acabó estrellándose». Ahora quedan las secuelas físicas y psicológicas -que todavía tardarán en irse- y la pena por la pérdida de José Gándara Haro: «Nosotros hemos vuelto a nacer y hay que aceptarlo poco a poco».
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