Las familias de los asesinados en el 'caso Almería' piden que se les reconozca como víctimas de terrorismo

El homenaje en el Parlamento de Cantabria a las tres víctimas del 'caso Almería' comenzó con algo de retraso. Con 37 años, exactamente. Ese es el tiempo que ha pasado desde que un 10 de mayo de 1981 Juan Mañas, Luis Cobo y Luis Montero fueran asesinados en la provincia andaluza a manos de un grupo de guardias civiles que «por error» –así dijeron los responsables policiales de la época– les confundieron con miembros de ETA hasta que ha tenido lugar el primer acto institucional en su recuerdo.

En estas casi cuatro décadas, y especialmente en los primeros momentos, sus familiares no sólo han sufrido el «abandono» de la administración, también han tenido que ver cómo se ponían trabas para realizar las autopsias a los cadáveres o multitud de pruebas periciales, cómo los tres agentes condenados cumplían una parte mínima de las penas impuestas por la Justicia y cómo al salir de la prisión eran recompensados con dinero público procedente de fondos reservados por los servicios prestados.

Después de todo ello, y ante varios centenares de personas, esta tarde sus allegados hicieron un llamamiento a dignificar su memoria. «No queremos una placa con tres nombre, sino que se les devuelva su honor y sean reconocidos como un símbolo de la Transición», defendió Francisco Mañas, hermano de una de las víctimas.

Mañas, que como el resto de familiares que se acercaron a la calle Alta, recibió una copia de la declaración institucional en la que todos los grupos pedían el reconocimiento de Juan, Luis y Luis como víctimas del terrorismo, reclamó que aquel acto no puede catalogarse como un error. Tampoco todo lo que llegó después: «No entendimos como la Guardia Civil trató de encubrir a estos asesinos, un crimen organizado a sangre fría (...) Pero siempre hay tiempo para reparar las heridas». Sus crudas palabras se entienden mejor con el relato de los hechos que realizó la presidenta del Parlamento, Dolores Gorostiaga. Habló de «métodos de terror», «tortura», «una violación de los derechos esenciales especialmente repugnante porque se hizo por quienes tienen la obligación de proteger»...

Antes de proyectar el documental en el que se narran los hechos, desde que los tres jóvenes salieron de Santander rumbo a Almería para asistir a la primera comunión del hermano de Mañas hasta la celebración del juicio, tomó la palabra Agustín Macías, integrante del colectivo Desmemoriados, impulsor del homenaje. «Cuando se trata de que la memoria cobre sentido, los nombres de los victimarios son tan importantes como los de las víctimas», apuntó, a la vez que recordó la perseverancia de las familias y el esfuerzo. Todo ello lo personificó en la madre de Mañas –la única de las tres que aún vive– cuya labor por mantener viva la memoria de su hijo ha hecho que, «por fin», las instituciones y los partidos «dejen de mirar a otro lado ante uno de los episodios más oscuros de una historia que también explica lo que somos».

«Lo que ocurrió entonces ya no tiene arreglo, pero esto sí se puede y se debe hacer», dijo otro de los intervinientes, Miguel Ángel Revilla. «Bien presidente, pero lo que no se puede permitir es que hayan sido los ciudadanos y no los políticos», le respondió una espontánea desde su asiento antes de que el acto concluyera con un «Buenas tardes y buena memoria».