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Los fantasmas de la Isla Pedrosa
Leyendas de Cantabria ·
Todo tipo de espíritus, los de niños y algún otro más inquietante, habitan según la leyenda la zona del sanatorioSecciones
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Todo tipo de espíritus, los de niños y algún otro más inquietante, habitan según la leyenda la zona del sanatorioUn helicóptero negro del Nuevo Orden Mundial sobrevuela un cielo encapotado. Vigila a los extraños visitantes que deambulan por una campa en un encuentro ovni que acaba de dejar ojipláticas a las dueñas y empleadas de un restaurante. Desde una habitación del Sanatorio de Pedrosa, las niñas pájaro observan con curiosidad las maniobras, siempre a salvo de los fantasmas que habitan La Picota, el destartalado pabellón principal del sanatorio, tan desvencijado como el teatro que aún se erige herido a orillas del mar.
Distópico o al menos inquietante, ¿verdad? Pues todas esas leyendas, y quizá alguna más que se haya escapado o borrado con el tiempo envuelven la Isla Pedrosa. Como si el paisaje real en sí y su historia como lazareto y hospital de cuarentena, entre otras funciones que ha tenido a lo largo del tiempo, no fueran suficiente para atraer la atención sobre la isla más magnética de Cantabria, al sur de la bahía de Santander.
El capítulo de los fantasmas es el más audaz, lo que no es poco si se tiene en cuenta que apenas a la entrada de la isla se vivió en una casa de comidas el episodio de avistamiento ovni; de encuentro, en realidad, más conocido de todos.
La historia nació, o al menos cobró fuerza y cierta trascendencia mediática, cuando un grupo dedicado a investigar los fenómenos paranormales, en concreto la asociación Investigadores Contacto Oculto Asociados (ICOA), aseguró haber detectado la presencia de diversos espíritus, presuntamente de antiguos moradores del hospital. Y más en concreto, los de un puñado de niños y alguna sanitaria o cuidadora. También diferentes ruidos –tampoco tan extraño en un edificio en ruinas– y psicofonías, siempre desde su versión particular, de otros muchos espíritus. Al menos eso es lo que había ocurrido según el IOCA y Stephanie Anita Lauda, la estadounidense afincada en Cantabria que popularizó también la historia del fantasma del parador de Limpias y que llegó incluso a autoeditar un libro al respecto: 'Pedrosa: la isla misteriosa y trece puertas más de ultratumba'. Tres noches pasaron allí y dejaron como herencia un relato más para la isla de los cuentos imposibles; reales o imaginados.
«Hicimos una ouija pero no funcionó. Sin embargo, antes de empezar, un compañero del grupo puso una canción en el móvil –en concreto una versión de 'Every Breath You Take', de The Police, entonada por un coro infantil– y mientras sonaba, comenzó a oírse un tropel de gente bajando por las escaleras del edificio. Eran los fantasmas de unos niños, vestidos con ropa antigua, acompañados por una mujer que parecía una enfermera», contó en su momento Lauda a Álvaro San Miguel, periodista de El Diario Montañés. «Aquello lo vimos los siete. Los que son sensitivos y los que no», argumentaba. En 2016, un grupo de unas 200 personas completamente ajeno a Lauda trató de repetir la experiencia en una visita guiada convocada por redes sociales, pero la Guardia Civil le impidió el acceso.
La Isla Pedrosa, antes conocida como Isla de la Astilla, tiene tras de sí una larga historia, esta completamente real y constatada, como zona hospitalaria y de confinamiento sanitario. Ya en 1834 comenzó a funcionar en la isla un lazareto y un recinto de cuarentena, una palabra que parecía casi desterrada hasta el advenimiento del covid, aunque no fue hasta 1869 cuando se convirtió oficialmente en centro sanitario.
Continuó su actividad para refundarse en 1914 bajo el nombre de Sanatorio Marítimo Pedrosa, ya como centro nacional especializado en enfermedades tuberculosas de localización ósea. Tal llegó a ser su fama que incluso recibió una visita muy, pero que muy lejana en 1969, fecha del mítico avistamiento extraterrestre de Pontejos, del que las niñas pájaro no llegaron a ver en directo por muy poco tiempo, porque ya se habían trasladado a Santander.
La clínica de Pedrosa mantuvo su actividad como tal hasta 1989, cuando rebautizada como Sanatorio Víctor Meana cerró definitivamente sus puertas destilando ya el decadente sabor que ha inspirado infinidad de relatos que han llegado a nuestros días y puede que otros que hayan quedado enterrados en el tiempo.
El ya evidente deterioro de las últimas décadas evolucionó entonces en absoluto abandono de algunos de los pabellones, cuya ruina contrasta con el edificio principal, que completamente rehabilitado sirve ahora como clínica de desintoxicación y centro de menores del Gobierno de Cantabria. Y mientras, La Picota y su leyenda de fantasmas siguen ahí, resistiéndose a dejarse derrotar por el abandono.
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