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En plena vorágine de veredictos sobre la luminosidad del nuevo sistema implantado con tecnología led, han aparecido opiniones bien dispares sobre la seguridad, el cambio ... de luminarias, el supuesto gusto de cómo quedan las pomposas farolas fernandinas y, claro está, el ahorro en gasto y reducción de emisiones de dióxido de carbono. Todo es opinable en la temible página de cartas al director; sección ésta que pone los pelos de punta a todos los políticos. Lo que no se consigue en los plenos del parlamento y ayuntamientos, tiene su recorrido a través de las cartas de opinión de los lectores.
Y como no podía ser de otra forma, el tema de la iluminación en Santander es motivo de controversia. Yo que soy muy pijo veo un solo pero a este cambio, y no es otro que la adaptación de nuestras costosas ‘farolas hormacheístas’ a la tecnología del siglo XXI. Quitar los cristales, dejando un esqueleto guarrindongo, parcheándolo con las luminarias led no pega ni con cola en una ciudad ‘super-guay’ como la nuestra. Y dicho esto, vamos a lo verdaderamente importante.
Es de valorar, que nuestro ayuntamiento y el resto de municipios cántabros estén sensibilizados con la deducción de emisiones de CO2. En Santander hablamos de 11.000 toneladas al año que no está nada mal a las que hay que añadir la del resto de los otros 101 municipios. Rebajar la factura en un 80% es motivo más que suficiente para apostar por el cambio. ¿Recuerdan hace cuarenta años cuando había cuatro ‘bombillucas’ en las calles? Y nadie decía nada, todo estaba bien. De ahí pasamos a la locura en calles y escaparates con un derroche contaminante que rayaba la inmoralidad…, de locos.
Que hay que instalar alguna luminaria más en algunos puntos, es posible. Esa luz blanca ilumina rincones, espacios naturales…, a mí me gusta. El primer paso se dio en la plaza del ayuntamiento hace años, dejando un espacio acogedor. Pero esto es para gustos, me parece. Por cierto, seguimos en nuestras casas encendiendo todas las luces y aparatos o de vez en cuando miramos el contador utilizando lo necesario. ¡Ah, ya! Eso creo yo.
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