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El apetito recaudador de nuestras autoridades nunca se sacia, incluso perpetran restaurar el derecho de portazgo camuflado de radar de tráfico. El de Cayón es ' ... solidario', aunque solo la mitad de la recaudación llega a fines sociales, y parece que frena velocidades. Pero el de Puente San Miguel parece ser mero peaje de pago. El semáforo radar siempre se pone rojo en el último segundo y está dejando sin puntos a los conductores de la zona. Desde octubre ha recaudado 70.000 euros.
Las sanciones son más tibias cuando los infractores son concesionarios de autopistas de peaje, donde tres mil vehículos quedaron atrapados por la nieve. Fomento les ha multado con 1.200 euros, que evapora el ministro en dos infografías: matinal y vespertina. El apeadero de Guarnizo y la enésima anunciación del AVE, advocación ferroviaria del espíritu santo porque la alta velocidad es ya una cuestión de fe.
Se anunció en un salón, no se pudo oficiar en exteriores porque en este prado de incertidumbre –dos trazados a elegir– ni siquiera hay un burro amarrado. Había un rebaño de vacas, el Alvia atropelló a dos terneros y llegó con el rabo –de uno de ellos– entre las piernas a la siguiente estación, metáfora de nuestro humillante presente ferroviario.
En Cabárceno también instalaron un funicular y descuidaron otras prioridades: apliquemos el cuento de la lechera del AVE a las Cercanías. La caseta de las cebras se encuentra «en estado ruinoso», como el Cabildo. El recinto de los hipopótamos se viene abajo, como las escamas del Centro Botin, y los elefantes no tienen calefacción, también padecen pobreza energética. Mientras paradójicamente –protagonismo indiscutidamente animal de la actualidad– la plaza de toros de Santander está mejor que Cabárceno. Para esto no escasean los fondos. Aunque el Pleno acordó dejar de financiar las corridas taurinas –cada vez más ciudadanos consideran la 'fiesta' un funeral– se sigue haciendo. En protesta, el PRC abandonará el consejo de administración. Proclama el PP que Fuentes-Pila se está 'radicalizando'. Desafortunadamente quizá consideran radical exigir que se respete la legalidad, cuando los vicios políticos acostumbran a esquivarla con frecuentes artificios.
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