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«Yo de esta salgo», se decía «entre sueños» durante su estancia en la UCI, donde ha pasado los últimos cuatro meses luchando contra las graves complicaciones del covid-19. Esa frase que se repetía en su cabeza «es de los pocos recuerdos que ... tengo», reconoce Fernando Cueli Arce, ya desde la habitación en planta en la que prosigue su convalecencia con la esperanza de «volver a casa pronto», la emoción a flor de piel por la «terrible experiencia» que le ha tocado vivir y el agradecimiento en cada palabra para «quienes han hecho posible que esté hoy aquí: Valdecilla y sus profesionales: médicos, enfermería, auxiliares y celadores excepcionales, unos fuera de serie que me han cuidado muchísimo, ha sido algo fuera de lo normal», subraya con la voz marcada por una traqueotomía y las lágrimas inundando sus mejillas. Aunque aún tiene por delante la superación de las secuelas de la enfermedad, que le han quitado 30 kilos de peso, y del síndrome postUCI (terrores nocturnos, miedo a quedarse solo, a ahogarse...), este cántabro de 68 años, natural de Hinojedo, ha librado una de las batallas más difíciles contra el coronavirus, aunque él no ha sido consciente hasta hace sólo unos días.
«Hasta en tres ocasiones llamaron a mi familia para que no contaran conmigo», señala. «Tres veces preparando su funeral», añade su hermana Mónica, que incluso llegó a entrar en la sala «dos tardes de domingo» para despedirse de él. Enfermera de profesión, ha sido el enlace diario entre el hospital y el resto de la familia -su mujer Sarito, sus hijos Fernando y Alba y sus hermanos- durante esos 115 días en estado crítico, que han sido «una montaña rusa» de sentimientos, porque «la información cambiaba de forma radical de un día a otro. Lo mismo parecía que mejoraba un poco, como a las pocas horas habían surgido más complicaciones y nos poníamos en lo peor». Ni siquiera ellos eran conocedores del triste récord que ostenta Fernando, protagonista de la estancia más prolongada en la UCI de todo el año de pandemia en Cantabria.
«En casa sabíamos que él nunca iba a tirar la toalla, que existen los milagros y que él iba a volver», confiesa su mujer, ahora al pie de su cama después de cuatro meses de angustia en la distancia obligada por el aislamiento -primero en la UCI covid y después en Polivalentes, ya con acceso a visitas-. Lejos queda aquel 23 de enero cuando su marido ingresó en el Hospital Sierrallana. «Había tenido un poco de catarro, al principio no le dimos importancia. Al ser un paciente delicado, porque tiene una enfermedad autoinmune, había que tener cuidado con la infección por covid. La PCR dio positivo y al día siguiente la fiebre subió a 38,5º», explica su hermana. En Urgencias ya vieron que el virus había desencadenado una neumonía bilateral. «Dos días después fue trasladado a Valdecilla, donde sólo estuvo dos horas en planta antes de llevarle directamente a Cuidados Intensivos», continúa. Un cuadro grave que se desató de forma vertiginosa.
«Cuando le iban a intubar, se despidió de su hermano y le tranquilizó: 'Voy a salir adelante'», cuenta ahora Mónica, destacando la fortaleza de Fernando. «Es un luchador». Durante los dos primeros meses en la UCI covid estuvo sedado mucho tiempo, en posición de pronación (boca abajo) -se le levantaba con una grúa (ingresó con 103 kilos de peso)-, «porque no conseguían remontar la oxigenación y los pulmones estaban deteriorándose mucho». Tanto que llegó un momento que «ya no podía permanecer más intubado y hubo que hacerle una traqueotomía».
Cuando parecía que «lo peor había pasado», Fernando llegó a subir a planta, pero dos horas después «un tapón mucoso en la cánula» le devolvió a la UCI. Hace justo una semana que salió «en brazos de Rubén, uno de los celadores que se ha ocupado de él durante este tiempo», destaca su familia con cariño. En estos siete últimos días su hermana no se ha separado ni de día ni de noche: «Se ha conseguido que coma, que se ponga de pie e incluso que dé pequeños pasitos». «Ahora me encuentro bastante bien», añade Fernando, con ganas de volver a ponerse al frente del negocio familiar en Viveda (Santillana del Mar), el Hotel-restaurante Cueli. Es lo primero que cita cuando se le pregunta qué quiere hacer en cuanto vuelvan las fuerzas que ahora aún le faltan. La hostelería ha sido su vida: «Empecé a trabajar con 14 años»
«Si ha salido de esta situación tan grave ha sido por su gran esfuerzo. Incluso los médicos nos han dicho que su caso ha sido muy sorprendente. Parecía increíble cuando le veíamos sentado en el sillón de la UCI con tres tubos de neumotórax». Y la emoción vuelve a interrumpir la conversación, «porque lo hemos pasado muy mal. Tengo que reconocer que a veces se nos acababan las esperanzas», apunta Mónica, «siempre con el teléfono colgado del cuello» pendiente de la llamada diaria de Cuidados Intensivos y el corazón en un puño.
«Nunca imaginé que me iba a tocar pasar por esto. La verdad es que no sé cómo me contagié. En el hotel no hubo ningún caso. No se llegó a encontrar el foco», señala Fernando, que admite que «no tenía miedo» al covid, aunque a punto ha estado de costarle la vida. «Ahora está muy débil física y emocionalmente, y tenemos que convencerlo de que ya no necesita oxígeno. Sin duda, es todo un superviviente», coinciden su mujer y su hermana.
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