Fianza para reservar, pagar por no consumir y tiempo limitado en las terrazas: la hostelería se reinventa

En el restaurante santanderino no pueden asumir la informalidad de algunos clientes. «Sucede sobre todo en verano, que la gente reserva mesa y luego nos dejan tirados. Es una pérdida económica muy grande y por eso hemos decidido que vamos a empezar a pedir una señal por las reservas».

Será una cuantía que luego se descontará de la factura final, «pero así nos garantizamos que quien llama tiene real intención de venir, porque no están los tiempos para jugar con esto», remarca Rodríguez. Todavía se está estudiando la cuantía y el modo de pago, pero no será menos de 20 euros por mesa.

En La Flor de Tetuán se han apagado dos de las tres máquinas de hielo, se han clausurado varios expositores de pescado y cerrado algunas cámaras frigoríficas. «No podemos continuar teniendo el mismo gasto que teníamos si los ingresos no hacen más que caer y caer porque todo, absolutamente todo, es más caro».

El problema puede acrecentarse este invierno. «Tenemos que estar preparados y lo que no es de recibo es que una pareja se pida un café y esté en una mesa durante cuatro horas una tarde». Lo dice José Antonio Noriega, propietario del restaurante Áliva, en la calle Daoiz y Velarde. Por eso mantiene una medida puesta en marcha en plena pandemia. «Establecí 40 minutos de límite de ocupación de una mesa. Es flexible, pero más o menos los clientes ya saben que pasado ese tiempo, lo lógico es que dejen espacio a otros».

También lleva a rajatabla la hora de cierre del establecimiento. «Si nos vamos a las 21.30 horas, no podemos asumir que alguien entre a las 21.15 porque no estamos con capacidad económica para pagar las horas extra del personal, la luz, la música, el agua... todo», lamenta Noriega.

Otra medida más. En Goofretti, la cafetería santanderina ubicada en la calle Marcelino Sanz de Sautuola, cobran desde hace un tiempo 0,20 céntimos por los hielos. Medidas como esta son necesarias, dicen, para llegar a final de mes. «No hemos subido apenas los precios pero a nosotros la materia prima se nos ha disparado hasta un 50%, por ejemplo, en la mantequilla», comenta Laura, responsable de la cafetería perteneciente a la cadena. Los clientes más fieles ya lo tienen asumido. «Las bolsas de hielo cuestan dinero, igual que todo lo demás. Tenemos que cobrarlo».

En el horizonte está el invierno y el problema económico que se avanza desde varios frentes. «Con independencia de esto, todos vamos a tener que subir precios, no nos va a quedar más remedio para sobrevivir», se resigna Miguel Escudero, que regenta la cafetería La Catedral. «Muchos vamos a tener que cerrar y quedarán menos que esperemos que puedan trabajar mejor», avanza.