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Si nada cambia, un alumno cántabro acabará la educación obligatoria habiendo cursado una sola hora semanal -y, de hecho, en un único año escolar- de ... una materia de contenido filosófico. Será en 3º de la ESO con la asignatura Educación en valores cívicos y éticos. Así deja las cosas en la ESO la nueva Lomloe, que limita la presencia de la Filosofía casi exclusivamente al Bachillerato.
Los profesores de Filosofía en Cantabria están «muy preocupados» con la situación. En el Día Mundial de la disciplina, celebrado el jueves, alzaron la voz. «Nos gustaría que nuestra materia mantuviera el mismo peso específico que actualmente tiene en la educación de nuestra autonomía, lo que supone impartir tres materias en Bachillerato: Filosofía, Historia de la Filosofía y Psicología; y asegurar una presencia suficiente en varios cursos de la etapa de enseñanza obligatoria», señalan los docentes, funcionarios e interinos, que son más de un centenar en la región.
Este menoscabo en la ESO entorpece el desarrollo de una materia llamada a construir el espíritu crítico del alumnado. «Los docentes, pero también cualquier padre, madre o estudiante, pueden darse cuenta de que en una hora a la semana es muy complicado desarrollar un proyecto educativo mínimamente sólido en el que se puedan trabajar los contenidos con cierta continuidad y profundidad», reflexiona Álvaro Fonseca, coordinador en la EBAU. «Vivimos en un mundo donde prima lo técnico, lo tecnológico, que son importantes, pero también hay que darle peso a la reflexión», añade Ricardo Pastor, director del IES Besaya.
En 2018, los principales partidos nacionales sí que acordaron en el Congreso esa defensa cerrada de la Filosofía. Entonces todo eran parabienes, pero el compromiso parece haberse diluido. El trato normativo a la Filosofía ha sido, además, desigual. «Todas y cada una de las leyes educativas han reconocido la importancia crucial de la Filosofía para el desarrollo y fomento de una ciudadanía responsable y crítica, pero no todas se han comprometido de igual modo con los esfuerzos necesarios para que este objetivo, noble en sí mismo, pueda ser alcanzable», expone Esteban Ruiz, presidente de la Sociedad Cántabra de Filosofía (Socfía), con gran experiencia en las aulas.
Para entender mejor la llamada ley Celáa, hay que tener en cuenta que en ella cobra protagonismo la Agenda de Educación 2030. La Filosofía no es la única materia que ayuda a fijar estos contenidos, pero, entienden los docentes, «sí consideramos que la reflexión serena y pausada propia de la Filosofía, la profundidad de análisis, la vocación crítica y el atrevimiento intelectual son factores clave» para asomarse a esos Objetivos de Desarrollo Sostenible, incide Esther del Valle, miembro del grupo que diseña el currículo cántabro de la Lomloe.
Y si merma el peso de las materias filosóficas, pueden mermar las plantillas. «Nos preocupa la situación en que pueda quedar el personal interino que lleva muchos años trabajando en Cantabria», revelan los docentes. Su estabilidad «puede verse seriamente comprometida si, de la noche a la mañana, la Filosofía pierde peso en el sistema educativo».
El colectivo tiene reunión pendiente con la Consejería. «Confiamos en su talante dialogante para que entre todos podamos encontrar la mejor solución para los docentes y, fundamentalmente, para los estudiantes». Ya lo lograron con la anterior ley (Lomce), que dejaba a la Filosofía en una situación delicada en Bachillerato. Entonces, gracias a que el profesorado alzó la voz, Educación hizo valer su capacidad de maniobra y protegió la materia. ¿Qué pasará ahora? Los docentes esperan revitalizar el pacto.
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