Entre la confianza despreocupada y la alarma histérica, el punto de realismo, sensatez y firmeza preventiva que los Gobiernos y la clase política, en el ... conjunto de España y también en Cantabria, no han sabido alcanzar antes de la explosión definitiva de la súpercrisis del coronavirus que va a poner a prueba la diligencia y la eficacia de las administraciones y la responsabilidad de toda la sociedad.
A estas alturas quedan pocas dudas de que se han perdido días preciosos en la toma de decisiones para hacer frente a la pandemia antes de su explosión descontrolada que ha obligado al Gobierno a decretar el estado de alarma. Por ejemplo, desde el fin de semana pasado cuando todas las capitales acogieron multitudinarias manifestaciones conmemorativas del Día de la Mujer como la del Paseo de Pereda, con el beneplácito de las autoridades sanitarias y con los políticos del Gobierno y la oposición dejándose ver, mientras a su vez Vox enardecía a la clientela en su nutrida asamblea de Madrid.
Para entonces ya se habían disparado las cifras de contagios y víctimas en Italia, crecían imparablemente en Madrid y en otras comunidades españolas, se constataban las dificultades del sistema sanitario para hacer frente a la crisis y se vislumbraba con claridad su enorme impacto en la economía mundial. En los días posteriores han sido diagnosticados como portadores del coronavirus las ministras Irene Montero y Carolina Darias, la popular Ana Pastor, Ortega Smith y Abascal en Vox, entre otros dirigentes, todos ellos participantes en actos públicos concurridos. No es anecdótico, es más bien la demostración de la ligereza con que la clase política en general se ha comportado hasta ahora frente al problema. A remolque de los acontecimientos. Bien es cierto que la pandemia del coronavirus no tiene precedentes cercanos en Occidente, pero esa circunstancia apenas disculpa el desconcierto y la falta de reacción en muy diversos ámbitos. Para empezar, la Unión Europa ha demostrado, una vez más, su escaso liderazgo para abordar la crisis con autoridad, cohesión y dinero.
Tampoco ayuda en este asunto tan singularmente grave la descentralización del sistema sanitario nacional que dificulta la coordinación y permite inexplicables contradicciones: mientras Valencia suspendía las Fallas, Andalucía se empeñaba en mantener las procesiones, Extremadura se resistía a cerrar los colegios y Castilla-León directamente los dejaba abiertos.
En Cantabria, la incidencia relativamente baja del coronavirus ha demorado las medidas restrictivas. En la tarde del jueves, cuando se anunció la clausura provisional de los colegios, sólo se contabilizaban 16 casos, la cifra más baja entre las comunidades uniprovinciales. Veinticuatro horas antes, con 12 casos, el Gobierno regional todavía no encontraba motivos para suspender la actividad escolar, pero finalmente ha cundido la idea sensata de las que afecciones pueden aumentar muy significativamente en cualquier momento, como de hecho está sucediendo. Después de muchos días en la semisombra, el presidente Revilla, el vicepresidente Zuloaga y el consejero de Sanidad Rodríguez comparecieron juntos para reconocer el gran desafío que hay por delante.
No se trata solo de suspender las clases, cerrar o restringir instalaciones y servicios, de garantizar los recursos humanos y técnicos para la salud de la población. Se hace necesario también un gran esfuerzo pedagógico de todas las instituciones para concienciar a la sociedad del alcance del problema.
O sea: cerrar los colegios no son unas vacaciones inesperadas para moverse con despreocupación, muchas actividades de ocio pueden multiplicar los contagios, hay que quedarse en casa como aconsejan los facultativos, cumplir las normas y evitar el colapso sanitario es un deber ciudadano. La hostelería cántabra aporta un valioso ejemplo al anticiparse a respaldar el cierre de los negocios.
Dos, tres, cinco meses. Nadie sabe cuándo se recuperará la normalidad sanitaria. Lo que sí parece seguro es que el coronavirus será un gran golpe para la economía ya de por sí endeble. Los Gobiernos deben 'resetearse'. El de Pedro Sánchez que de momento aplica medidas financieras y fiscales de emergencia porque no tiene Presupuestos y el de Revilla, que sí los tiene, pero se quedan obsoletos ante el problema. Las prioridades ya no son las mismas, incluida la reivindicación de Cantabria al Gobierno central que debían contemplar las cuentas del Estado y del que depende la estabilidad del Ejecutivo regional. También el debate político debería renunciar a la controversia de vuelo bajo. Hasta ahora todo el mundo ha aprovechado para disparar al adversario: contra el Ejecutivo de Sánchez, contra el de la Comunidad de Madrid, contra el de Revilla, como si fuera un asunto polémico más y no la mayor amenaza acaecida en tiempo de paz. En fin, alguna señal positiva se percibe de que por una vez las instituciones y también los ciudadanos puedan estar a la altura de las circunstancias.
Lograr la cohesión política y social que la ocasión merece sería un hito esperanzador, aunque sea forzado por una terrible pandemia. Ojalá.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.