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«Aunque calcular una cifra exacta de estos pisos resulta imposible dada su inestabilidad y temporalidad, de la información global que recogimos en la reunión ... de extranjería podríamos concluir que en Cantabria se han superado los 300 pisos durante este año». El texto está sacado de la Memoria de la Fiscalía de la Comunidad Autónoma de Cantabria. El año es el pasado, 2020, y cuando habla de «estos pisos» se refiere a aquellos en los que se ejerce la prostitución. El documento deja una serie de conclusiones llamativas en este sentido. Que el cierre de los clubes de alterne por la pandemia «multiplicó exponencialmente» el traslado «de mujeres a los pisos relax» -una tendencia que ya era creciente en los últimos años, como han recogido las anteriores memorias publicadas-. «De hecho -inciden-, desde la ONG Nueva Vida, se ha detectado un número más que preocupante de pisos nuevos, que ascenderían a 120, en los que, además, por primera vez, se ha tenido la constancia de la presencia de varones ejerciendo».
Es precisamente Nueva Vida (hoy leerán un manifiesto en el Parlamento con la Red Cántabra contra la trata y la explotación sexual) la fuente para reflejar en el informe «que el alquiler de estos pisos se ha ofertado en muchas ocasiones en Airbnb, y que los propietarios tienen perfecto conocimiento del uso que se está haciendo de las viviendas». Más aún, que todo esto, unido al silencio de los vecinos, «que callan por miedo a las consecuencias de denunciar», está generando en los proxenetas «sensación de total impunidad».
La Memoria hace un relato de lo sucedido durante los meses más duros de la pandemia tras recabar información de las ONG, las Fuerzas de Seguridad del Estado, la Inspección de Trabajo o el Gobierno de Cantabria. «El cierre de los clubes de alterne y prostitución al amparo de la resolución de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Cantabria de 18 de junio de 2020 sobre medidas sanitarias aplicables durante el periodo de la nueva normalidad, planteó problemas de ejecución». Fue complicado llevarlo a la práctica. Según el texto, los responsables de los negocios alegaban contar con licencias de apertura para la hostelería y otras actividades. Pretendían quedar fuera «del ámbito de aplicación de la norma». O sea, evitar el cierre.
Escasa respuesta
Según la policía
Así que el asunto se solucionó con un golpe de autoridad después de varios meses. «La cuestión se corrigió a través de una nueva resolución de la Consejería, de 7 de septiembre de 2020, por la que se acordó que deberían permanecer cerrados en todo caso los clubes de alterne o prostíbulos con independencia de la licencia bajo la que desarrollaran su actividad».
Pero la pandemia y las restricciones tuvieron otras consecuencias el año pasado en este ámbito. Las instituciones de ayuda tuvieron también que modificar sus protocolos de funcionamiento. Disminuyeron las visitas presenciales de estos colectivos de apoyo a clubes o pisos. No podían acudir. Así que las cambiaron por asesoramiento telefónico o a través de videollamadas. Y lo mismo pasó con las inspecciones de control a cargo de los cuerpos policiales o la Inspección de Trabajo para detectar irregularidades.
De hecho, la Dirección General de Igualdad y de la Mujer, «en desarrollo del Plan de Contingencia para atender a las necesidades derivadas del confinamiento, habilitó diversos recursos destinados a atención, información y también habitacionales, si bien sin necesidad de crear recursos nuevos, ya que la Ley Cántabra de Violencia de Género incluye a las mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual».
¿Qué hicieron? Una reserva de apartamentos para 200 noches y para un servicio de cátering en previsión «de que las mujeres que se viesen obligadas a abandonar los clubes en los que residieran contaran con una alternativa habitacional». Sin embargo, el balance no fue el esperado. Sólo seis mujeres fueron atendidas ( y es evidente que eran muchas más).
La explicación a esta escasa respuesta vino de fuentes policiales, tal como recoge el documento de la Fiscalía. «Aunque los clubes dejaron de funcionar 'aparentemente' como tales en virtud de la resolución del Gobierno autonómico, muchas de las mujeres que residían en los mismos permanecieron en ellos, desde donde habrían podido seguir recibiendo clientes que contactaban con ellas por teléfono», recoge la Fiscalía. Eso, unido al aumento de traslados de mujeres a los pisos, lleva a cualquiera a concluir que la actividad se siguió ofreciendo y consumiendo, aunque fuese de otra manera.
Con un problema añadido. La Fiscalía, tras recoger los relatos de todos los que participan en la ayuda o el control, destaca «las dificultades para actuar en los pisos, en los que el acceso termina dependiendo siempre del consentimiento de los ocupantes, coincidiendo en que las condiciones de las mujeres pueden llegar a ser mucho peores en estos lugares que en los clubes».
«La impunidad con la que se actúa -prosigue el texto- para explotar a las mujeres y traficar con sustancias estupefacientes, amparándose en que son domicilios, es una cuestión que es preciso abordar con carácter urgente para buscar vías de solución, y la Fiscalía debe adoptar sin duda una posición activa en el estudio de los aspectos jurídicos de este problema».
Según relata la Memoria, en octubre de 2020 desde la Dirección General de Igualdad y la Mujer, y ante este panorama, se convocó «un Protocolo Interinstitucional en materia de violencia de genero con el fin de continuar inspeccionando los clubes y conseguir cerrarlos». En paralelo, se iniciaron «campañas destinadas a mujeres en entornos de prostitución y profesionales relacionados con su atención. En la práctica: guías, tarjetas de visita y un video difundido en YouTube.
Además, se adelanta que se está «proyectando» el diseño de «un itinerario formativo para estas mujeres» (un proyecto abierto a otras instituciones), así como «un Plan de Intervención con cargo a los fondos de recuperación de la UE». La idea es darles cobertura y, más allá de eso, «fomentar cambios normativos desde posiciones abolicionistas».
Desde las ONG, por su parte, «se demanda una agilización de los trámites administrativos para la obtención de la residencia legal de las víctimas de trata». «Algunas, incluso después de que haya recaído sentencia condenatoria contra sus tratantes o explotadores, siguen todavía con tarjetas provisionales de residencia cuya validez caduca antes de que les concedan la tarjeta de residencia inicial, quedando en situaciones de ilegalidad».
La Fiscalía destaca la labor de estos colectivos (y cita a la Red cántabra contra la trata) por su labor en materia de sensibilización, «en particular con adolescentes, mediante talleres, charlas y actividades en colegios e institutos». La Fiscalía define esta actividad como «esencial». ¿Por qué? Porque «se detecta que el consumo de prostitución cada vez se lleva a cabo por hombres más jóvenes, por lo que las campañas de publicidad y en medios resultan muy necesarias».
En 2020, resume la Memoria, el total de causas en tramitación en el ámbito de Extranjería ascendió a 25, en diversas fases procesales, relativas a las materias propias de la especialidad. Cinco por trata de seres humanos, de las cuales tres lo son con fines de explotación sexual, una para la práctica de la mendicidad y una para la explotación laboral. Otros siete procedimientos tienen que ver con delitos de favorecimiento de la inmigración ilegal y otros nueve son causas por delitos contra los derechos de los trabajadores. Finalmente, se tramitaron cuatro causas por prostitución y proxenetismo, una de ellas de una mujer menor de edad. A la hora de hablar de la trata de seres humanos, el balance arranca con una clara conclusión. «De nuevo los problemas de credibilidad de la testifical de la víctima en las investigaciones reactivas se convierten en decisivos para el éxito de los procesos penales por este delito». Traducido: las condenas son muy difíciles sin el testimonio de las afectadas, las víctimas.
Y eso no es fácil. La Memoria recoge dos casos concretos opuestos. Primero, el de un hombre que, a través de redes sociales, convenció a una mujer de su país (Rumanía) para venir a España como su pareja y al que se acusó de agresión sexual (se investigó si hubo explotación) y de utilizar a la mujer para ejercer la mendicidad. La mujer volvió a su país y su testimonio previo no sirvió de mucho. Es más, los testigos que sí comparecieron favorecieron al acusado. Absuelto por insuficiencia de prueba de cargo. El segundo ejemplo fue el de un caso de trata de mujeres nigerianas con tres testigos protegidos. Dos de ellas comparecieron por videoconferencia. Todos los acusados fueron condenados (si bien la condena todavía no es firme)
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