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Al mediodía, y con un poco de suerte, se podía encontrar algún hueco para aparcar a la entrada del cementerio de Ciriego. Ni colas de coches, ni amontonamientos de gente, pese a la celebración de Todos los Santos. «Calculo que habrá la mitad de personas que otros años», explicaba uno de los policías encargados de regular el tráfico, en ese momento sin mucha tarea.
Evitar las aglomeraciones ha sido el gran objetivo en este día en buena parte de los ayuntamientos de la región: con el virus circulando de nuevo con fuerza, solo necesita que se le dé una buena ocasión para volver crítica la situación. En Santander, se habilitaron zonas de entrada y salida, se señalizaron los caminos para evitar que los visitantes tuvieran que cruzarse y se contó con un grupo de vigilantes encargados de controlar que el público cumpliera todas las medidas de seguridad relativas al uso de mascarilla, distancia social, tamaño de grupos, etc., además de echar una mano a quien precisara que le ayudaran con una escalera, o cualquier otra cosa.
En otros camposantos cántabros se optó por reducir los aforos, o limitar el tiempo de estancia, algo que en el de la capital no fue preciso por su gran superficie. No obstante, y aparte de que los ciudadanos observasen escrupulosamente las normas que se les marcaron, la clave para que no hubiese el gentío de otras ocasiones fue que siguieron la recomendación de escalonar las visitas a sus familiares difuntos.
«La gente se ha ido repartiendo en días previos», explicaba la directora de Ciriego, María Bolado. «Prácticamente desde el Pilar se ha notado la visita de gente, y más durante la semana pasada, con una media de 1.500 a 1.800 personas cada día». «Este año ha sido muy difícil, pero la gente ha seguido todas las recomendaciones, cumpliendo con las distancias... hay que alabar su comportamiento».
A la puerta de la capilla, Anastasio Calderón, capellán del cementerio, hacía tiempo conversando hasta la siguiente misa. «En la primera se ha notado que había menos gente, como en un domingo normal», observaba. También hay reglas en el templo: un máximo de tres personas por banco, uso obligatorio de mascarilla y gel, y toma de temperatura a la entrada. «Creo que todo está tranquilo, señalizado y muy bien organizado». Opinaba que la gente, aunque no esté atemorizada por la enfermedad, sí «tiene su reserva».
Él ha estado ahí durante toda la pandemia; según sus observaciones, la situación se ha estabilizado: ahora hay «un goteo» de fallecimientos. Durante esta jornada tiene cinco difuntos, «parecido a los demás días».
Hoy, 2 de noviembre, conmemoración de los Fieles Difuntos, el obispo de la Diócesis, Manuel Sánchez Monge, presidirá el funeral que se oficiará a las 10.30 horas.
El día, soleado y con buena temperatura, invitaba a salir de casa. El principal cementerio de Santander, como otros repartidos por la provincia, merece un paseo que, más que entre tumbas, parece que se da a través de la historia, recordando gestas como la del aviador Salvador Hedilla, con su sepultura coronada por un aeroplano sobre una bola del mundo envuelta en una banda zodiacal, o tragedias como la explosión del Cabo Machichaco, con la columna truncada en el monumento a sus víctimas. Simplemente puede admirarse la calidad artística de los panteones, como el de la familia Pardo, pendiente de restauración, o sorprenderse con diseños vanguardistas entre tanto clasicismo, véase el de los Robredo Galguera. Llama la atención, por lo aséptico, el Jardín de Cenizas, en contraste con un escenario tan romántico (en el sentido más trágico). Hasta las construcciones de nichos por llenar se transforman en un 'memento mori'. En todo caso, disfrutar de todo ello o dedicarse a reflexiones así suele ser más fácil si no se tiene a nadie dentro, y ayer la inmensa mayoría de quienes se repartían por el recinto se dedicaban a recordar a sus seres queridos, sin más.
Lo cierto es que llamaba la atención ver las calles vacías del cementerio; con las dimensiones de Ciriego, un millar de personas se diluye y casi desaparece. Si uno se lo proponía, no había por qué encontrarse con nadie. Y sí, había alguna mujer sentada en alguna silla (que no se podían llevar), y familias gitanas en grupos demasiado numerosos, pero habiendo tanto sitio para todos lo más acertado parecía no llamar a nadie la atención, porque a nadie se molestaba.
Los visitantes se atareaban adecentando lápidas, cambiando flores (la gran mayoría se 'adornan' con las de plástico y casi no se ven de las frescas), rezando o dedicando unos pensamientos a los que se murieron. Una madre iba diciéndole a su niño: «Mi abuela es tu bisabuela, y mi abuelo, tu bisabuelo...».
María Consuelo Laso Repes estaba atareada en labores de jardinería -flores, tiestos, guantes y herramientas-, en la tumba de su marido, que enterró hace cuatro años y medio. Contaba que antes de que ocurriera todo esto acostumbraba a visitarlo dos veces por semana, de modo que tampoco es casualidad encontrarla aquí. «Para mí Todos los Santos es todo el año, es una cuestión de sentimiento».
Recordaba con pesar los meses más duros, en los que tuvo que interrumpir su hábito -«ya, ni libertad de venir»-, y aunque, enfrascada como estaba en su labor, no se fijaba en si había más o menos público que otros años. sí que percibía algo distinto en el ambiente. «No es el que el día esté más triste que otros años, es que es raro. Yo sí noto cierta sensación de agobio, de incertidumbre, pero no sé si del virus o de quienes lo gestionan».
En Torrelavega, la jornada transcurrió igualmente sin incidencias. Como hecho reseñable, la iniciativa 'Una melodía al recuerdo', impulsada por la Concejalía de Cementerios y la funeraria Funcantabria, llevó música a los camposantos de Río Cabo, Geloria en La Llama, Barreda, Campuzano, Sierrapando y Tanos.
Profesores de los diferentes conservatorios de música de Cantabria interpretaron piezas de autores clásicos como Bach, Mozart, Beethoven y Schubert, además de composiciones de músicos como Leonard Cohen e incluso alguna banda sonora. Fue al mediodía cuando la música acompañó a las personas que se acercaron a honrar a sus familiares fallecidos.
En cuanto a las medidas de seguridad frente al coronavirus, el concejal del área, José Luis Urraca, indicó que el dispositivo preparado por el Ayuntamiento se había desarrollado «con total normalidad».
«Hemos notado que la gente ha adelantado sus visitas durante toda la semana y el sábado fue el día de mayor concurrencia. Hemos tenido personal de seguridad en las entradas de los cementerios municipales para llevar un control del aforo establecido y no ha habido incidencias. La gente ha demostrado responsabilidad y ha respetado las normas, en un día muy especial», manifestó.
Como en otros puntos de Cantabria, en los cementerios de Torrelavega se instaló cartelería con las normas que debían seguirse, en su caso guardar la distancia social, no formar grupos de más de seis personas, no introducir sillas ni banquetas o que las visitas no superasen los treinta minutos. También se instalaron dispensadores de gel hidroalcohólico en las puertas de entrada.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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