Formas de llamarse papá
¿Cómo hemos cambiado? ·
Con motivo de la celebración hoy del Día del Padre, analizamos cómo el afecto se ha vuelto más evidente y la conciliación, un derecho al que ya no renuncianSecciones
Servicios
Destacamos
¿Cómo hemos cambiado? ·
Con motivo de la celebración hoy del Día del Padre, analizamos cómo el afecto se ha vuelto más evidente y la conciliación, un derecho al que ya no renuncianLa convivencia de la crianza con la vida laboral ha influido en los afectos desde hace generaciones. En cada familia, cuando uno mira hacia atrás, el tiempo dedicado a una y otra se van adecuando a los tiempos. Si la generación de los que hoy ... son abuelos o bisabuelos dedicaban todos sus esfuerzos a «sacar a la familia adelante», los padres del siglo XXI hablan de crianza desde otro sentido de la responsabilidad, sobre todo con cambios legislativos que permiten hablar de ellos y cumplirlos. Si bien de las 270 solicitudes de excedencia solicitadas para el cuidado de menores en 2021 en Cantabria, según el Ministerio de Trabajo, 244 eran de madres y solo 26 las había pedido el padre, lo cierto es que el cambio empieza a notarse, sino en la calle, sí en la propia experiencia de los que acceden a participar en este reportaje que, con motivo del Día del Padre, busca escalar en los hitos sociales del tiempo para descubrir cómo ha cambiado la paternidad y las consecuencias que eso tiene. De aquella generación que tenía dos trabajos y la prioridad de sacar adelante a la familia, a la que encontraba trabajo con apenas 25 años y ya tenían a su primogénito, a la actual en la que la edad para ser padres se ha retrasado hasta lo biológicamente imposible, en parte, de nuevo y siempre, a la situación laboral. A su favor juega, sin embargo, la equiparación del permiso de maternidad y paternidad, de forma que ambos progenitores gocen de las 16 semanas obligatorias de permiso, y no solo desde el punto de vista laboral, sino también por el derecho a disfrutar más de los niños. Hoy, domingo, 19 de marzo, día en que toca abrazar a los padres, cabe preguntarse cómo hemos cambiado y lo que está por venir. Dos familias cántabras nos lo cuentan.
Familia Nodar. José Carlos, sus hijos Carlos y Pedro, y sus nietos
En la Plaza Porticada se han encendido los focos, el sol se ha puesto al otro lado de los edificios y la temperatura ha bajado de repente varios grados. Varios críos siguen jugando al balón mientras José Carlos Nodar espera la llegada de sus hijos, Carlos y Pedro. «Salían de trabajar, recogían a sus hijos y venían directos», se disculpa el abuelo, que mira apurado el teléfono como si a estas alturas aún no hubiera asumido que, cuando hay niños mediante, el tiempo se adecua a lo impredecible. «Niños mediante...», repite el abuelo subrayando cierto sarcasmo porque en ese 'niños' caben sus tres nietos, de uno y dos años, más el que está en camino para mayo, pero también sus propios hijos, de 35 y 32 años. El primero en aparecer es Carlos con una sillita de la que se bajan Martín (2) y Nicolás (1), al que enseguida coge en brazos y lo abraza como protegiéndole del frío. Carlos se disculpa y argumenta el vómito del bebé, que está malo, hablan de pasar por la farmacia después, hasta que se acerca a su padre y le besa en la mejilla como si en vez de ser un hombre que trabaja y saca adelante a su propia familia fuera, con ese gesto, el niño que durante años besó la cara de José Carlos, hoy abuelo orgulloso de tres.
¿Cuánto ha cambiado la forma de ejercer la paternidad, los afectos y los tiempos que dedican los hombres de la casa a sus familias en las últimas generaciones? «Mi recuerdo de la paternidad es muy bonito, aunque he disfrutado menos de lo que me hubiera gustado de mis hijos. Aún así, creo que también ha sido un poco más íntima que con mi padre. Él era un poco más padre, y yo, sin llegar a ser amigo de mis hijos, he tenido una relación más personal, cercana a la amistad, sin perder en ningún momento mi situación». Esa generación de la posguerra, dice, se movió en un momento social en el que «sacar a la familia adelante» era la prioridad. Quizá lo único. «Mi padre concilió muy poco el tiempo con nosotros, era una hombre que trabajó mucho, tenía dos empleos y me acuerdo de pequeño verle por las noches llegar de trabajar y ponerse a estudiar el bachiller nocturno, así que tuvimos poco tiempo para convivir. Mi padre fue un hombre que dio todo por sus hijos y por su familia».
José Carlos, por tanto, es un punto intermedio entre aquella paternidad, más pragmática, y la actual, sostenida, entre otros avances, por los nuevos permisos de paternidad y maternidad equiparados, y una nueva sensibilidad en la que la vida familiar se reivindica. «Tuvimos mucha suerte porque mi hija Lola nació cuando el permiso de paternidad se había equiparado, y tuve 16 semanas para estar con ella», dice Pedro Nodar, de 32, hijo pequeño de José Carlos: «Es un lujo, ya no solo por disfrutar de los niños, de los nacimientos y demás, sino por ayudar a la madre porque no siempre es fácil el inicio, tras el parto y los problemas posteriores, es un privilegio que podemos disfrutar y aprovechar».
La palabra que usa varias veces es privilegio. «Este permiso nos da tiempo a conocer qué es la paternidad y, antiguamente, como nos cuentan nuestros padres, solo tenían dos días después del nacimiento, y después, suerte y a trabajar. Ahora estamos más implicados en la crianza y aprovechamos el tiempo para disfrutar de los niños, y ese es el privilegio». Lo ve claro su padre, José Carlos, ahora viudo, y volcado en ayudar a sus hijos y gozar de sus nietos. Porque el cambio, de alguna manera, ahora que está jubilado, también opera en él: «Nunca fui pluriempleado y tuve más tiempo para disfrutar de mis hijos que mi padre, pero mi conciliación no tiene nada que ver con la de hoy en día. ¡Nada!». ¿En qué sentido? «El cambio que veo en mis hijos es que ellos son más padres que yo. Les veo mucho más cariñosos con sus hijos de lo que yo era con los míos. Ellos disfrutan más tiempo de lo que yo pude disfrutarles, y además lo expresan, mucho más que lo expresaba yo. Son más espontáneos a la hora de decir te quiero, de abrazarles, cogerles, disfrutan más de ellos de lo que yo en su momento disfruté. Quizá porque yo tenía la imagen de mi padre más de otra manera».
Familia Hervás Manuel Hervás, de 89 años, y Rafael Hervás, de 56
Manuel Hervás se protege del nordeste que sopla en El Sardinero con un polar violeta que le da luz a la expresión. La bufanda, en cambio, es marrón, y su hijo se la quita un momento para la entrevista en vídeo: «Está más guapo así», dice. Este será el primero de la infinita lista de gestos afectivos que Rafael Hervás, médico de 56 años, tendrá con su padre, de 89. Como pasear casi todas las tardes, como acercarse a su oído para hacerle llegar las preguntas con el tono de voz lo suficientemente alto como para que le oiga y sin que suene como un grito. Rafael es uno de los tres hijos de Manuel, pero Rafael también es padre de dos; una chica de 28 que vive en Bilbao y un chico de 24 que reside en Madrid. La familia desplegada en torno a la figura del padre vive este domingo una excusa para mirar a la «figura central», como dice Manuel, que sentado en el banco donde sucede la entrevista posa la muleta y sonríe cuando su hijo le hace llegar la pregunta que los ha reunido allí: qué recuerda de su paternidad y cómo ha cambiado.
«Como he tenido un buen hijo ha sido una satisfacción total, no todos pueden decir lo mismo, pero tú siempre has querido mi bien», dice ante la sonrisa de su hijo que no se da por satisfecho y busca la respuesta que evidencie el cambio que supone ser padre hace 56 años (la edad de Rafael) y ser padre hoy en día. La sociedad ha cambiado, la realidad laboral que permite dar ese paso, también, así como la sensibilidad a la hora de abordar la crianza. Sin embargo, para Manuel, algo sigue y seguirá intacto: «El padre es la figura central de una familia; los demás son abuelos, bisabuelos, pero padre solo hay uno... normalmente, al menos yo», y las carcajadas ponen el punto final a una respuesta que deja clara la idea vertebral que el padre tiene y tendrá de la estructura familiar. ¿Así lo percibe el propio Rafael? «Fui padre relativamente joven, comparado a lo que hay ahora, aunque más tardío que mi padre. Tuve a mi primera hija a los 28 años y mi hijo a los 32», dice. «Si me tocara ahora, probablemente esperaría más tiempo porque mi situación laboral actual no iba a ser la misma que la que tuve en aquel momento, ya que mi mujer y yo teníamos nuestra plaza fija (Rafael como médico de familia) y las cosas eran más fáciles, así que la paternidad fue algo que los dos teníamos muy claro».
Si mira hacia arriba, donde se aloja la generación de sus padres y sus propios recuerdos, ve a dos personas con carrera universitaria, que tuvieron que trabajar «muy duro» para sacar la familia adelante: «En aquel entonces no se planteaban las dudas que puede haber ahora, probablemente pensaban que su destino era que la familia creciera y saliera adelante: mis padres tuvieron tres hijos y en el caso de mi mujer son cuatro hermanos».
¿Cómo ha cambiado con respecto al presente la paternidad, con permisos equiparados o la posibilidad de pedir una excedencia para cuidado de hijos? «Si ya ha cambiado mucho desde que nacieron mis hijos –que tienen 28 y 24 años– respecto a la situación actual, por supuesto ha cambiado muchísimo más desde que yo era pequeño. Mi madre trabajaba en casa, era maestra y daba clases particulares y mi padre trabajaba por la mañana como empleado de banca, y por la tarde en el periódico Alerta y también en El Diario montando la publicidad y los especiales. Así que a mi padre le veía fundamentalmente por la noche y los fines de semana. Ellos, por la época que les tocó vivir, tenían que trabajar mucho, no estaban tan pendientes de nosotros, de llevarnos, traernos, no estábamos haciendo veintemil actividades extraescolares como ahora», dice. «Yo fui muy deportista, jugué al baloncesto y balonmano y nunca vino a verme a ningún partido, y es algo que ahora no sucede. Ellos tenían primero que trabajar, para llevar el sustento a casa, y luego ya estábamos nosotros». ¿Y ahora? Ahora, dice Rafael, «quizá estamos excesivamente pendientes de nuestros hijos, de lo que tienen que hacer o de lo que nosotros pensamos que tienen que hacer. En mi caso, como padre, tengo dos hijos absolutamente diferentes y ha sido un aprendizaje enorme por el gran contraste entre ellos».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.