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Por primera vez desde 2017, la Universidad de Cantabria (UC) tiene que echar mano del remanente para equilibrar su presupuesto anual, aprobado ya por el ... Consejo Social de la institución. ¿Qué ha ocurrido? Básicamente, que el fuerte incremento de los costes de la energía -sobre todo la luz y el gas- ha impactado de lleno en sus cuentas de 2023. La UC prevé para el próximo ejercicio unos ingresos de 129 millones de euros y, a la vez, unos gastos de 131,2, y compensará la diferencia con un remanente de tesorería de 2,2 millones.
¿Y cómo de fuerte ha sido el aumento de los precios para desequilibrar de este modo las cuentas? En un contexto atravesado por la invasión rusa de Ucrania y el encarecimiento de muchos suministros, la Universidad dirigida por Ángel Pazos ha calculado un aumento realmente pronunciado: prevé que su gasto en energía eléctrica crezca un 76,5%, hasta los 2,56 millones, y que el de gas se desboque hasta los 2,11 millones, es decir, que crezca un 348,9%. Se trata de un problema «general», recuerda Enrique Alonso, gerente de la institución. Además, confluye otra circunstancia de peso: este año y el pasado, la Universidad estaba adherida al contrato marco del Gobierno de Cantabria, que, con un precio fijo, le ha procurado estabilidad en los costes energéticos. Sin embargo, a partir de ahora el escenario cambia.
131,2 millones son los gastos previstos en el presupuesto de la UC de 2023 frente a los 129 de ingresos.
Un 4,58% más. Es el porcentaje que destina el Gobierno de Cantabria por medio del contrato-programa este año: 88,5 millones más para la institución.
Luego de calcular bien la situación, Alonso apunta a que la UC se enfrenta en 2023 a un incremento medio de la luz y del gas cercano al 143% -no en vano, tiene que calentar y alumbrar una superficie de 250.000 metros cuadrados-. Ante esta situación, la Universidad ya ha dado algunos pasos y se ha «apretado el cinturón» energético. Por un lado, cuenta desde octubre con un Plan de Sostenibilidad que, alineado con su Plan Estratégico 2019-23, incluye medidas generales, para los servicios centrales y también para los centros. Con esto la UC quiere ahorrar medio millón de euros, un 15% de su consumo, y para ello ha racionalizado los horarios de apertura de los centros, ha puesto topes en los valores de los sistemas de calefacción y refrigeración y ha reimpulsado el compromiso de las plantillas con el ahorro energético.
En un pasado cercano, la UC también ha cambiado calderas y otros sistemas. Sin embargo, muchos edificios del campus son antiguos y, por tanto, no acaban de ser energéticamente eficientes. A esto hay que sumarle la complejidad de las instalaciones. ¿En qué sentido? Alonso cita los centros de computación o los animalarios como ejemplos de espacios que precisan unas temperaturas y condiciones específicas que no es posible variar drásticamente. La institución, recuerda el gerente, tenía intención de destinar parte de su remanente a obras de eficiencia energética, un objetivo que ahora tendrá que esperar.
La Universidad, con todo, se ha dirigido a los gobiernos cántabro y central en busca de medidas que ayuden a compensar este esfuerzo presupuestario. Por el momento, el contrato-programa del Ejecutivo autonómico, su principal fuente de financiación, asciende a 88,5 millones y crece un 4,58%, pero no incluye una partida específica para paliar la situación. Los presupuestos nacionales tampoco contemplan propuestas para mitigar este hecho.
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