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TERRY BASTERRA/A. MACHÍN
Sábado, 14 de noviembre 2020, 07:36
La UCI es una tabla de multiplicar. En torno al paciente que requiere cuidados intensivos se multiplican los medios tecnológicos y la vigilancia. ... Monitorización, fármacos que no podrían administrarse en planta que requieren de un seguimiento permanente, control... «Nosotros compramos tiempo», responden los profesionales que van y vienen por estas salas. Tiempo para dar a los pacientes más graves la oportunidad de superar una situación comprometida. Tiempo para que su organismo sea capaz de superar la enfermedad. La UCI supone la «atención máxima humana y tecnológica dentro de lo que puede dar un hospital», resume Juan Carlos Rodríguez Borregán (León, 1965), jefe de servicio de Medicina Intensiva de Valdecilla. Y ahora, un país entero mira más que nunca si en estas salas queda sitio o empieza a faltar el espacio.
No siempre consiguen su objetivo. La vida. El enemigo es fuerte y el coronavirus es un claro ejemplo. Pese a todo, en esta última trinchera están satisfechos con la tasa de supervivencia que han logrado con los pacientes covid. Incluso, cuando apenas se sabía sobre tratamientos. En la primera ola, en los primeros meses, la mortalidad de estos enfermos en las unidades de críticos en Cantabria -Valdecilla y Sierrallana- fue del 21,5%, menor que la registrada en gran parte de los sistemas sanitarios nacionales e internacionales. En esta segunda oleada es aún más baja (por ahora, según indican desde Valdecilla, un 19%).
¿Pero cómo es una UCI? Este diario describe los principales características de estas unidades con la ayuda del doctor Rodríguez Borregán y del facultativo vasco Pedro Olaechea.
Las unidades de críticos están claramente separadas del resto de áreas. De hecho es habitual que en la puerta se indique que está prohibido el paso incluso con el típico círculo rojo. Están adaptadas a la realidad de cada centro, pero suelen compartir una serie de características en común. Tienen un pasillo central desde el que se accede a los boxes, todos ellos individuales y con la pared de la entrada de cristal para poder ver desde fuera al enfermo.
En Valdecilla hay una sala con seis puestos, dos con otros doce cada una y el pabellón quince, que se ha habilitado para hasta 18 puestos más. Cada box es de unos 15-20 metros cuadrados, de modo que haya espacio suficiente para la cama y los equipos fijos, así como para los móviles que haya que introducir, y para los sanitarios. En un lugar principal del pasillo está el puesto de enfermería desde el que se controlan todos los boxes, y no falta un almacén de farmacia.
El monitor es, por su tamaño, el equipo más visible. Conectado al paciente por medio de cables, muestra el nivel de algunas constantes vitales del paciente como el electrocardiograma, la saturación de oxígeno, la tensión arterial... Además de hacerlo en la pantalla, vuelca todos los datos en los ordenadores situados en el puesto de enfermería, desde donde se supervisa el estado de cada enfermo en todo momento.
En caso de que alguna de las mediciones sufra una alteración, el monitor emite una alarma. «Es quizás el equipo más importante de todos. No cura pero sirve para vigilar al paciente». La frase, de Olaechea, la suscribe su compañero Rodríguez Borregán desde Cantabria, que insiste en ese aspecto en la UCI de la mayor vigilancia posible que puede ofrecerse en el hospital.
El respirador es otro aparato habitual en las UCI y unidades de Reanimación. Más aún en el caso de los pacientes de coronavirus, por los cuadros de distrés -inflamación de los pulmones- que presentan y sus dificultades para respirar. Está situado cerca de la cabeza del enfermo y se utiliza también en los quirófanos. Su función es «meter y sacar el aire» en los pulmones de un paciente tan fuertemente sedado que no puede inhalar y exhalar por sí mismo. Lo hace a través de un tubo que se le introduce a través de la tráquea. Si el enfermo está despierto el respirador suele sustituirse por un aparato de oxigenoterapia de alto flujo, que se aplica a la nariz con una mascarilla.
Muy características son también las torres. Se trata de soportes sobre los que se van colocando las bombas de infusión. Cada uno de estos aparatos, con forma de cajetilla, regula con suma precisión la cantidad de un fármaco o suero que se administra al enfermo. A los pacientes covid es habitual que se les administre corticoides para contrarrestar el efecto inflamatorio que produce la enfermedad en sus órganos, anticoagulantes y antitérmicos. Si además le falla algún órgano puntual se le añade un fármaco que permita tratar esa dolencia.
LA IDEA
EN VALDECILLA
ORGANIZACIÓN
Luego hay otros equipos móviles que entran y salen de las habitaciones en función de que haya que realizar al paciente algún tipo de prueba específica o tratamiento, como pueden ser una radiografía de tórax, una ecografía o un equipo de diálisis en caso de que tenga un fallo renal.
Las unidades de críticos son una de las áreas hospitalarias que requieren un mayor número de profesionales para atenderlas. Allí trabajan médicos intensivistas -en las UCI-, anestesistas -en la Reanimación-, cardiólogos -en Cardiología Crítica-, muchísimo personal de enfermería, auxiliares de enfermería, administrativos y personal de limpieza. Para atender una sección de 12-14 plazas las siete jornadas de una semana y 24 horas al día se necesita un equipo de entre 70 y 80 profesionales, incluidos jefes de servicio y de sección y supervisoras. Para hacerse una idea, el equipo para atender las 34 camas de UCI que había en Valdecilla antes de la pandemia era de 200 personas. En cada uno de los dos turnos diarios -en el hospital cántabro son de doce horas- hay una enfermera por cada dos camas y una auxiliar por cada tres o cuatro.
Pero estos no son los únicos sanitarios que trabajan en la UCI. También apoyan a estas unidades celadores, técnicos de rayos, facultativos de otras especialidades que acuden a examinar a los pacientes afectados por las dolencias en las que son expertos -nefrólogos, cirujanos...- o fisioterapeutas para iniciar la rehabilitación de unas personas que pueden llevar varias semanas dormidas y han perdido todo el tono muscular.
El perfil del paciente que ingresa en la UCI suele ser el de una persona de entre 60 y 70 años. En el caso del coronavirus, en la primera ola la media rondó en Cantabria los 55-60 años, pero hay que tener en cuenta que en Valdecilla se registraron varios casos de niños (con lo que la media de edad se redujo considerablemente). En esta segunda ola -sin casos de niños, por ahora, en la unidad- el dato es de 65 años.
La estancia media de estos enfermos en estas salas es muy variable. Algunos permanecen apenas tres días. Otros necesitan más de cuatro semanas. La media oscila entre las dos y las tres. De ahí que en esta pandemia sean unidades que registran una alta acumulación de pacientes.
Las camas UCI son las más caras de la sanidad. Aunque es complicado determinar cuál es su coste exacto, las fuentes consultadas en la región estiman que puede suponer un desembolso que ronda los 1.400 euros por paciente y día. En este importe se incluye el gasto en personal, en equipos, consumo energético y medicación. Redondeando, el doble -tal vez un poco más- que el coste en una cama de planta.
En una UCI la atención y vigilancia del paciente es constante por parte del personal de enfermería. A primera hora de la mañana los médicos de guardia realizan una ronda para repasar si ha habido alguna alteración. Después, cuando llega todo el equipo de facultativos, se realiza una reunión en la que se revisa el estado de cada enfermo y se reparte el trabajo individualizado sobre cada paciente. Es el momento de realizarle las exploraciones y pruebas que se estimen pertinentes o de consultar a otros especialistas para recoger su valoración. También, para ver si es necesario trasladar a algún enfermo de planta a la UCI por su empeoramiento.
Esta pandemia ha potenciado la coordinación entre los servicios más implicados en la atención de los pacientes covid, de forma que se tiene identificadas unas jornadas antes a aquellas personas que, en caso de evolucionar mal, pueden requerir ingreso en las unidades de críticos.
Por las mañanas también hay tiempo para la visita de las familias -los horarios en Valdecilla dependen de cada sala (se han secuenciado para reducir el tránsito) y nunca más de dos personas a la vez, aunque en el caso de los enfermos covid no hay visitas- y de informarles sobre la evolución de sus seres queridos. Pasadas las 12.00 horas se celebra una nueva reunión y se deja el parte con la información de cada enfermo a los compañeros que esa jornada se quedan de guardia hasta la mañana siguiente.
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