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Benjamín Piña Patón (Ciudad Real, 1950) nunca quiso ser médico, bombero o policía. Él quería ser funcionario. Pero no uno cualquiera, sino uno de los mejores. Y así lo certifican la Orden del Mérito Civil o la Cruz Oficial de la Orden de Isabel ... la Católica que tiene en su poder, aunque lo que más orgullo le produce es la distinción de la Unión de Profesionales, que le otorgaron en el Senado, en virtud de la excelencia en el ejercicio de su profesión. Piña dejó apenas hace dos semanas su despacho en la Delegación de Gobierno en Cantabria, donde ejerció durante 21 años como director del área de Fomento. Mañana, más de 200 personas se reunirán para agradecerle su absoluta dedicación a la función pública.
Tiene fe ciega en la formación continua –«Estudiar es lo que me estimula el conocimiento», dice– y por ello este ingeniero técnico en Topografía, ingeniero superior en Geodesia y Cartografía, doctor en Ciencias Físicas y doctor ingeniero geógrafo del Estado, quiso formar parte de la Universidad de Cantabria, donde fue profesor asociado en el departamento de Ingeniería Geográfica y Técnicas de Expresión Gráfica durante 31 años. Desde su punto de vista «no hay nada más bonito que poder contar lo que has aprendido. Es lo más gratificante que existe».
Su primer contacto con Cantabria fue en 1971, cuando se matriculó en la Escuela de Caminos. A partir de ahí su vida fue un ir y venir, pero ya marcada por la que llegaría a ser su mujer, la cántabra María Jesús Araceli García Gándara. De manera continua, participó a lo largo de su carrera como representante del Ministerio de Fomento en programas de investigación, desarrollo y puesta en práctica de trabajos de Geomática y Ciencias de la Tierra. «Soy de una inquietud tremenda. ¿Que cómo lo compaginaba todo? Mis noches eran muy cortas», confiesa.
Laboralmente, y de una manera global, existen dos etapas. Una primera, la del Instituto Geográfico Nacional, donde los viajes son constantes por España y Sudamérica y en la que se dedica a formarse «continuamente». Entre sus experiencias, destaca la dirección del segundo mareógrafo que se crea en España (el primero estaba instalado en Alicante), junto al Embarcadero Real, a inicios de los ochenta.
Pero llegó el momento, recuerda, en el que decidió parar. «Quería establecerme en Santander, de manera más regulada», cuenta. «Ya tenía una familia y lo fundamental: empieza la etapa en la que mi hijo Felipe necesitaba de mi ayuda. Ello me supuso renunciar a seguir escalando en el cuerpo administrativo, pero no me costó porque mi vida laboral aquí estaba muy consolidada y la ciudad me dio una fantástica acogida».
En 1999 llega su segunda gran etapa laboral, cuando es nombrado director del área de Fomento. Aún así, no se llegó a desprender de sus labores en el Instituto Geográfico Nacional y así fue como dirigió el trabajo topográfico de la Neocueva de Altamira y colaboró en el seguimiento de la erupción volcánica de El Hierro, en octubre de 2011. Su persistencia y capacidad le llevaron también a formar parte del equipo que tomó las primeras medidas de un receptor GPS: «Aquello cambió el mundo y era consciente de ello».
Echando la vista atrás, Benjamín Piña no siente nostalgia del pasado «¡porque tengo mucho aún por hacer!». Durante sus 47 años en la función pública ha estado en un cargo de designación libre «y jamás me han cesado. Empecé con Franco, pasé por UCD, PSOE y PP. Desgraciadamente, mi caso no es normal. Pero yo sólo puedo hablar desde mi experiencia, que me dice que no todo se mueve por intereses políticos». A cambio «he entregado mi vida, en cuerpo y alma, a la Administración, sacrificando mi familia. Nací funcionario. Esa era mi vocación. Siempre he trabajado con lealtad administrativa».
Aclara que «la Administración no es el Gobierno, aunque el Gobierno es quien dirige la Administración. Por lo tanto es quien juega con los cromos. Y hay que asumirlo. Por ello siempre debe tenerse claro que hay que tener lealtad, por encima de todo, a las instituciones, a la Administración. Muchos políticos y gran parte de la sociedad piensan que un funcionario debe de ser leal a un partido político, y no es así», aclara Piña;«como ejemplo, lo que pasa en Cataluña».
Lector empedernido, las noches se le hacen «cortas. He llegado a picarme tanto con la lectura que me cabreaba por lo poco que dormía». La música es otra de sus grandes pasiones: «Con 45 años aprendí a tocar la guitarra. El mayor acierto de mi vida. Me proporciona grandes placeres. Y desde hace 20 años todas las semanas me junto con un grupo de amigos a cantar. Cuando se canta en grupo se establece un nivel de conversación que no se consigue hablado. Pondría a muchos políticos a cantar». Su mayor virtud es hacer sentir bien a los que tiene a su lado.
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