De futbolista profesional a padre sufridor de novillero

«Estoy empezando a serlo», reconoce Geli con una sonrisa mientras pisa con firmeza el ruedo de Cuatro Caminos. Lo suyo era el balón, pero gracias a la afición de su zagal ya se siente cómodo entre tablas y burladeros. «Hoy ya vengo por él, estaría muy orgulloso de cambiar y que él dejase de ser el hijo de Geli para ser yo el padre de Hugo». La sesión de fotos ha sido distendida, cada uno en su papel. Uno con el esférico, el otro con las telas, todo ello dentro de una vorágine de festejos y viajes que mantiene a ambos dentro de un fin de verano lleno de compromisos.

Hay complicidad entre ambos, que acaban de llegar de Badajoz, donde Hugo reside y entrena, para un periplo de varios festejos, con viaje de vuelta de por medio, por Cantabria. Una sintonía necesaria, sobre todo cuando tu hijo te dice que quiere dedicarse a algo que le puede costar lesiones e incluso algo más. «Desde los tres años se ponía delante de la tele a ver los toros, su madre y yo nos llevábamos las manos a la cabeza porque no sabíamos qué pasaba, porque en casa nunca ha habido afición, nos gustaba pero no éramos aficionados, yo venía algún día con los amigos en la semana grande», confiesa Geli.

Un apoyo familiar que se transformó en algo más cuando, quizá pensando en ello como un juego, tanto Ángel como Candela Rodríguez, su madre, acercaron a Hugo a su sueño. «Yo antes jugaba al fútbol y después de un partido mi padre me trajo a la plaza y estaban los aficionados toreando de salón», recuerda con cariño. Eran los sábado taurinos organizados por la Asociación Taurina de Cantabria, que suponían un punto de reunión para entrenar y para charlar de una 'enfermedad' difícil de curar.

La afición fue creciendo, la fiebre aumentó y, con la creación de la Escuela Taurina de Santander, la cosa se puso seria. Ya no era jugar con las telas, había que entrenar, aprender y ponerse delante de animales bravos. En definitiva, había llegado ese momento tan complicado de dar el paso adelante. «Mis padres siempre han sido los primeros apoyarme», confiesa Hugo. Un respaldo fundamental, que no siempre se da, y que obliga, eso sí, a Geli a un esfuerzo en varios aspectos, sobre en el de sufrir desde la grada. «Le he visto varias veces torear y lo que pienso lo traslado al fútbol, que disfrute, que siga haciendo lo que le gusta, con la misma ilusión y el mismo trabajo y luego ya veremos lo que sale, si sale adelante bien y si no que se quede con el orgullo de haber luchado por un sueño», añade Ángel.

Futbolista profesional durante muchos años y pese a la diferencia entre un balón y un pitón, Geli sabe lo que es competir con presión, tener que enfrentarse a un público exigente cada día, por eso cree que es fundamental disfrutar con lo que uno hace. «Consejos no le doy, él sabe lo que tiene que hacer cada día, simplemente ver la ilusión y las ganas que tiene y lo que está haciendo por ser torero ya es un aliciente para mí».

Tras iniciar su camino en la Escuela de Santander Hugo pasó por Palencia, centro al que está asociado el cántabro, para acabar en Badajoz, donde ahora reside, trabaja en el campo y entrena. «La primera diferencia es el calor», sonríe el novillero, que reconoce que es a lo que más le ha costado acostumbrarse. «Unos veinte grados más. Allí hay más profesionales, se mueve mucho el mundo del toro y si no es con uno entrenas con otro y vas cogiendo consejos. Al final los juntas todos y vas tirando para adelante». Y es que Extremadura pasa por ser una de las regiones con más toreros o banderilleros en activo. Y eso son palabras mayores.

Consejos, sesiones y festejos, porque el calendario no le ha dado una tregua. «Este verano he toreado mucho, sobre todo en agosto, es de los que más he toreado desde que empecé en este camino, ha sido muy ilusionante».

Un calendario cargado de novilladas, viajes y una familia que, cada vez que puede, cruza la península para estar en la grada. Y, un padre, que no deja de estar orgullo del camino tomado. «Si él ha decidido intentar ser torero, adelante, hay que ayudarle. Con los años que tiene muy claro lo que quiere ser, algo que pocos a su edad lo tienen».

Llegará o no llegará, eso nunca se sabe, y menos en una profesión con tantos intangibles como el toreo. Pero ilusión, paterna, materna y propia, a Hugo no le va a faltar. Ni carisma tampoco. Porque hay cosas no físicas que también se heredan. Y eso, a sus progenitores, les sobra. De momento, la temporada avanza y los festejos y los triunfos van de la mano. El camino es largo, muy largo, pero, de momento, el paso es firme.