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El origen de cualquier leyenda urbana y de todo folklore es siempre difuso tras navegar por la tradición o la transmisión oral, pero la referencia de la Galana está clara como pocas. La historia la narra Juan Gómez Bárcena en 'Lo demás es aire' (Seix Barral, 2022). Una novela ganadora del Premio Ciutat de Barcelona, aunque también estuvo nominada en otro de no ficción, en la que el autor santanderino narra la historia de Toñanes, un pueblo en el que no ocurre nada pero en el que a la vez sucede de todo, con personajes reales y detalles ficcionados de su vida, en ocasiones en primera persona. Y, sobre todo, una novela adictiva y recomendable.
Bárcena lo cuenta mejor que yo, claro. Entre otros muchos motivos, porque como él mismo narra conoció el mito de primera mano, si se puede decir así, al escuchárselo a su abuelo. Pero permítanme la licencia de que se la narre a mi manera.
Desde hace un par de siglos, quizá algo menos o algo más, se suele ver por las noches en la zona de Oreña, o de Novales, o tal vez en Toñanes, a una vieja y una joven; muy anciana la una, muy guapa y pulcra la otra; lavando en cualquier roca de la orilla del río, en cualquiera de los lavaderos de la zona. Parecen afanadas en su tarea a deshoras, pero siempre atentas a cualquier chiquilla que pase por el camino. Si ven alguna, le piden ayuda. Y mejor no escucharlas n i acercarse a ellas. Mejor correr.
La joven responde al nombre de la Galana y, como cuenta Bárcena, era una chica de Oreña. O de Novales. O de Fresnedo. O de Toñanes. Vivía junto al molino de Rodero y, bastante presumida ella, solía ir todas las noches al río para lavar su ropa, a veces por la noche .
Una de esas madrugadas se encontró con una vieja que se afanaba en frotar y frotar contra las piedras unas sábanas y ropas y le pidió ayuda. Se acercó a hacerlo. Mala idea. Mientras la vieja le contaba que aquellas prendas eran las de su hijo, al que había matado en un rapto de desesperación porque no dejaba de llorar, la Galana vio cómo el agua se había teñido ya de rojo y que de los lienzos no dejaba de manar sangre.
Trató de levantarse y huir, pero ya era tarde. La vieja la agarró de la mano y le dijo que no se podía ir; que llevaba ya un siglo allí y que la sangre no se limpiaba. Que tenía que acompaññarla y ayudarla. Y así se quedaron las dos, turnándose en la tarea, durante al menos otro siglo más. O para siempre.
Hasta aquí, a grandes rasgos, la historia de Juan Gómez Bárcena. O de su abuelo. Recuerda en algún aspecto a la figura de la dama de blanco, que no tiene un relato propio en sí –o aparece en infinidad–, sino que se trata más de un personaje al que se asocia a diferentes tradiciones y relatos.
La dama blanca o dama de blanco procede del folklore centroeuropeo y alemán. Pese a sus diversas versiones y contextos, obedece a grandes rasgos a un arquetipo: el espectro de una mujer marcada por la tragedia, ya por su propia muerte, por algún acontecimiento traumático en su vida o por cualquier otra circunstancia, al que se puede ver solo por la noche, generalmente en zonas rurales y el lugares asociados al agua. A la orilla del mar y, sobre todo, de algún río, lago o regato.
La de la Galana evoca también en ciertos elementos la leyenda de la dama encantada, el espíritu de una mujer joven y atractiva de pelo largo, amistosa o no, al que se suele ver también en las cuencas de los ríos y al que se ha llegado a asociar con las anjanas cántabras y las xanas asturianas
Pero si a alguna leyenda se asemeja es a la de la Llorona mexicana. La misma a la que le cantó Chavela Vargas. De acuerdo con la tradición oral, la Llorona es el espíritu de una mujer que ahogó a sus hijos en un río, se dice en ocasiones que para poder estar con un hombre al que amaba, pero que la rechazó, y que desde entonces vagabundea, especialmente en las zonas con lagos y ríos, penando su culpa y buscándoles. Hasta rapta a los niños que se cruzan por su camino, convenida de que son ellos. Su nombre se lo dio el llanto, tan lastimero y constante, con el que vaga por el mundo en cumplimiento de su condena.
El episodio, proceda de la cultura hispanoamericana o de la preexistente antes de la conquista española de América, está documentada ya en la 'Historia general de las cosas de Nueva España' de Bernardino de Sahagún, de mediados del siglo XVI, y se repite con infinidad de revisiones. Otra más es la de que Oreña. Y de Novales. Y de Toñanes. Allí tienen no ya su propia Llorona, sino dos. Quien se las encuentre, hará bien en salir corriendo.
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