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De nuevo el plagio galopa, a diestra y siniestra, por los renglones de la política, derribando tramposos (y tramposas) que yo no sé por qué misteriosas razones se empeñan en engalanar sus currículos a base de mentiras.
En Cantabria, tanto la Asociación de Periodistas como ... la Sociedad Menéndez Pelayo dejaron claro en su día el más rotundo rechazo a este tipo de prácticas «irresponsables, vergonzosas, inmorales y perjudiciales» que sufrimos periodistas, creadores literarios, investigadores, docentes y estudiantes. Para evitar, o al menos atenuar esta lacra, ambas asociaciones consideran que es necesario la denuncia pública y, si procede, también en los tribunales de Justicia. Pero denunciar el plagio no resulta tan fácil, al menos en esta tierra donde existe una asociación que se autoproclama «de escritores» y que no sólo publica obras con plagios, sino que además los protege, arremetiendo contra quienes lo denunciamos. Esta situación, que por sí misma ya resulta grotesca, se eleva a la categoría de lo absurdo cuando la junta directiva de esa asociación resuelve nombrar socia de honor, con homenaje incluido, a la coordinadora de las obras plagiadoras. ¿No les resulta perfecto para un guión humorístico de Tip y Coll?
Entre sensaciones cómicas y de vergüenza ajena, la percepción indulgente del plagio amenaza con el peligro de que sea aceptado y alentado por las facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Eso es lo que está pasando en Cantabria con esta malsana asociación que pone en circulación libros colectivos en los que sólo pueden escribir sus asociados, entre otras cosas para alardear de que han publicado alguna cosa, ya que la mayoría de los que pertenecen a esa 'Sociedad Cántabra de Noescritores', que diría mi amigo Fernando Vierna, no ha publicado nada, e incluso alguno de ellos prefiere plagiar al prójimo antes que esforzarse.
Permanecer pasivos ante la pérfida naturaleza de la vanidad, envuelta en la mediocridad perezosa de los plagios y sus tentaciones, es algo que ensucia nuestra cultura y que, al menos, no debería ampararse ni financiarse por las instituciones públicas.
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