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Europa da luz verde a que la especie pueda volver a ser cazada, pero deja la decisión final en manos de cada Estado miembro. Por su parte, Pedro Sánchez ya transmitió a Buruaga en septiembre que no tenía intención de sacar al lobo del catálogo ... de especies protegidas (Lespre). Ahora, e lMinisterio de Transición Ecológica, en cambio, abre la posibilidad y asegura que la resolución final dependerá de «los datos» y «la ciencia». Mientras tanto, los ganaderos están «desesperados» y braman: «La decisión no va servir absolutamente para nada».
En la casa de Marcos García siempre ha habido ganado. Su pasión, como la de su padre y la de su abuelo, son las cabras y las ovejas. Aunque trabaja en una empresa de alquiler de maquinaria industrial, su gran ilusión es atender a los animales que tiene en su pueblo, Cobijón, en el municipio de Udías. Calcula que este año el lobo le habrá matado «bastantes más de veinte». La decisión de que Europa de rebajar la protección a la especie no la celebra en exceso, pues intuye «que no servirá para nada».
Al igual que sus compañeros de reportaje, no tiene demasiadas esperanzas puesto que la puerta que abre Europa depende de que España lo saque de la lista de especies protegidas (Lespre) para poder ser cazado de nuevo con el objetivo de controlar su población y evitar así los ataques. «Quiero lanzar a los gobernantes un mensaje. Es sencillo: que vengan un día con nosotros, o dos, y que vean ellos mismos como mueren los animales, y también cuántos mueren, antes de que tomen una decisión definitiva», comenta. «El lobo me ha matado desde enero ocho ovejas y veinte cabras. Se te quitan las ganas de todo. Te pones de mal humor, pierdes la ilusión y en alguna ocasión me he llegado a trastornar», explica.
«Aquí el asunto es que, desde un despacho en Madrid o donde sea, se ve todo muy fácil. El problema es que ellos, los políticos, no conocen realmente la situación y el sinvivir en el que nos encontramos los ganaderos», insiste. «Hasta que no haya una desgracia y muera alguna persona no van a hacer nada», sentencia.
El último «disgusto» de Marcos se produjo la semana pasada. Calcula que «sobre las seis y media de la mañana». Fue a dar de comer a su ganado a apenas 50 metros del colegio de El Llano, antes de trabajar, y se encontró «una matanza». Aun así, confiesa que «seguirá» criando cabras y ovejas «porque es mi pasión, pero se te quitan las ganas de todo».
Manuel Herrero es «muy pesimista». La noticia de que Europa abre la vía a controlar la población del lobo no se la cree. «Es que no van hacer nada. Pero cuando digo que no van hacer nada, es que no van a hacer nada de nada», afirma rotundo y enfadado. «Tienen un chiringuito montando, no sé si por subvenciones o por qué motivo, que no van a soltar», añade.
Su caso es similar al de otros ganaderos. «Este año el lobo me ha cepillado cinco animales y no he encontrado a ninguno. Eso, además, no puntúa», afirma con ironía, ya que las reses desaparecidas no se pueden cobrar a través del seguro que contrata el Gobierno de Cantabria.
«No soy de la opinión de que haya que acabar con el lobo, pero sí es necesario un control. Antes las vacas subían al monte y parían. Igual un año te mataba una, pero en lo que vamos de 2024 no se ha salvado nadie. Todos los ganaderos que conozco hemos sufrido pérdidas», relata.
«Los gobernantes deberían mirar más por la gente, por los pueblos. Yo he perdido, además de 3.000 euros, dos de las mejores jatas que tenía para criar», continúa antes de centrar su discurso de nuevo en los políticos: «Es que lo que deben hacer es mirar por nosotros, que parece que es al revés. Parece que somos nosotros, los ciudadanos, los que estamos obligados a velar por ellos».
Otro de los problemas que apunta es que el lobo «está cada vez más abajo, más cerca de la costa». Cuenta que es porque le resulta más fácil matar, pues los animales son «más fáciles y débiles». Y recuerda lo que presenció recientemente un vecino suyo cerca de Ruente, en Barcenillas: «Vio unos lobos en la carretera, en la misma recta del pueblo. Tiene vacas e intentó espantarlos, pero ni se inmutaron, están totalmente descarados». Respecto al futuro, no tiene buenos presagios. «Menudo invierno nos espera si el lobo sigue así».
«Nos tienen que dejar vivir un poco, y con los lobos no podemos», afirma Alfredo Callejo. También ha sufrido ataques en su cabaña. Es de Barcenillas (Ruente) y en septiembre se sorprendió cuando parte de su rebaño huyó en estampida «por un depredador» y acabó despeñado sobre el río Lamiña. «No se ha podido certificar, pero los guardas y todo el mundo implicado no tienen dudas de que fueron los lobos», asegura. Como consecuencia, murieron tres vacas y tuvo que acudir hasta el helicóptero del 112 para sacarlas con ayuda de la grúa.
«Tienen que encontrar una solución porque con el lobo ya atacando dentro de los pueblos, no podemos hacer nada. Es de locos», afirma.
«La sensación que tenemos los ganaderos es de completa impotencia. Es que si lo miras despacio, están más protegidos los lobos que nosotros», recalca.
«No queremos acabar ni con ellos ni con la especie, como muchas veces se dice de manera despectiva, pero si pudiéramos matar a alguno de vez en cuando, como sucedía antes, de los que bajan a los pueblos, pues eso que habríamos ganado», añade.
Sabe que su mensaje no se acaba de entender desde el entorno urbano, así que trata de convencer a los que «no viven en primera» persona el problema. «Vivir así es llevarte disgusto tras disgusto, además del dinero perdido que te supone. Es que no puedes estar tranquilo ni un solo momento. Cada vez hay más manadas de lobos, y estas manadas cada vez tienen más ejemplares», continúa.
«El problema del lobo es que no tiene depredador, que nadie lo amenaza. El único que puede poner orden es el ser humano. Pero claro, podemos hacerlo si la ley nos lo permite y nos avala. Aunque ahora se abre una puerta, habrá que ver lo que finalmente se decide en España. Es una situación peculiar, pero es nuestra cruda realidad», concluye.
José Luis Fernández, ganadero de Arenas de Iguña que también ha sufrido ataques del lobo a sus animales, desearía que la solución alrededor de esta especie fuese comedida. «Los que tienen que decidir qué hacer en España no deberían irse a los extremos. Sería bueno y necesario que existiese un equilibrio, un punto intermedio: que tanto los lobos como el ganado pudiesen convivir», afirma. Lo dice después de que el pasado fin de semana viese como le mataron tres ovejas y un carnero.
«Cada poco tiempo sucede lo mismo: te acercas para ver el ganado y al llegar lo encuentras como me lo encontré yo: descuartizado», explica. Además, insiste, «la sensación que cada vez más tenemos es que el lobo, en muchas de las ocasiones, mata por el simple hecho de matar. Será su instinto porque, en mi caso, apenas comió las ovejas».
Al igual que el resto de sus compañeros, insiste en que «cualquier día ocurrirá una desgracia. Nadie quiere acabar con el lobo, tampoco los ganaderos, pero es necesario que esté controlado», manifiesta.
Su opinión es la de otros vecinos de Arenas de Iguña, un valle tranquilo entre Torrelavega y Reinosa, donde este cánido salvaje ha matado en las dos últimas semanas a ocho animales. Alfonso Ibáñez, de Raicedo, ha recopilado los ataques. El primero fue a una cordera en el pueblo de Los Llares, propiedad de José Antonio Fernández Lantarón, a escasos metros del pueblo. El segundo en Pedredo, junto a las casas situadas bajo el viaducto. En este caso fueron dos, una oveja y un macho, propiedad de Francisco Fernández Ruiz. El tercer ataque fue en Las Fraguas, en el sitio conocido como La Molina, una cabra adulta propiedad de Manuel Fernández Pedrosa. Y el cuarto se produjo el sábado pasado en Arenas de Iguña, junto al campo de fútbol y la iglesia: los cuatro animales, tres ovejas a punto de parir y el macho del mismo rebaño, del ya citado José Luis Fernández.
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