«¡Qué ganas teníamos de volver!»
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Miles de vascos vuelven a sus segundas residencias en Cantabria después de tres meses de confinamiento«Lo hemos pasado mal porque mi familia materna vive en Santoña y parte de la familia política en Ampuero. Durante estos tres meses nos hemos visto a través de videollamadas sin tener ningún contacto con ellos». Verónica Sierra -casada y con dos hijas ... de nueve y cinco años- volvió a reencontrarse con su familia en Cantabria después de tres largos meses. Ella tuvo que esperar hasta salir del trabajo, a eso de las dos de la tarde, para volver a ver en persona a su madre y a su hermano. Sus dos niñas no esperaron tanto, a las nueve y media de la mañana ya estaban en Santoña, donde se quedarán todo el verano. «¡Qué ganas teníamos de venir!», comenta.
Durante estos tres meses Verónica y su marido Santiago han tenido que dejar a sus hijas con una amiga ya que los dos han trabajado en todo momento: «No se las podíamos dejar a mi suegra ni a los tíos porque son grupos de riesgo al ser ya mayores». A lo largo de todo ese tiempo las más pequeñas son las que peor lo han llevado. «La mayor hacía muchas preguntas y la pequeña no ha llevado bien lo de estar encerrada en casa sin poder ver a su familia y sus amigos. Cuando les dijimos que ya podíamos ir a Cantabria», cuenta Verónica, «se pusieron nerviosas, sobre todo por saber en qué condiciones podían estar con su familia». Entre los miles de vascos que llegaron ayer a Cantabria también hubo muchos que, simplemente, querían disfrutar de su segunda vivienda. Es el caso de Purificación Díaz de Zárate, vecina de Echévarri (Vizcaya), quien, junto a su marido Ismael, llegó a su vivienda de Noja a mediodía. «Pensaba que iba a estar peor la cosa para venir hasta aquí, pero, salvo una parada a la altura de Colindres por unas obras, hemos llegado pronto».
A la espera de recibir por la tarde-noche a tres de sus cinco hijos, Purificación estuvo adecentando el jardín de su vivienda, mientras reconocía que le hubiese gustado que le hubiera pillado el confinamiento en Noja, «porque aquí tengo más libertad. Voy a la playa a pasear. No tiene nada que ver con Echévarri».
El bilbaíno Borja Pradera también fue uno de los vecinos del País Vasco que aprovechó que por la mañana la carretera estaba más tranquila para acercarse a su segunda residencia en Laredo. «Voy a pasar el fin de semana, ahora que se puede. Para ver cómo está aquello porque hace mucho que no venía».
La apertura de fronteras en Cantabria y País Vasco no sólo implicó la llegada masiva de vascos a nuestra región; también hubo cántabros que se desplazaron a la comunidad vecina para visitar a sus familiares. Es el caso de Rosana Ayllón y su familia. Pese a que sus padres tienen una segunda residencia en Ramales, han decidido quedarse, por el momento, en Bilbao, con lo que será allí donde se reencuentren todos. «Este sábado iremos a verles. Mi hijo hoy se ha despertado a las cinco de la mañana para decirme que quedaban dos días para ver a sus abuelos».
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